La gallega que «ficha» artistas extranjeros para el MoMA: «No conozco otro museo que haga el trabajo que yo hago en este, es un privilegio»
Elena Pérez-Ardá López es una apasionada del arte con un sueño cumplido: trabajar en uno de los museos más importantes del mundo. «No conozco otro departamento que haga el trabajo que hacemos nosotros, para mí es un privilegio», señala.
Los sueños, a veces, se cumplen. Que se lo digan a Elena Pérez-Ardá López, una andaluza de nacimiento, pero gallega de corazón (con un año y medio se mudó a Galicia), que como apasionada del arte anhelaba algún día poder trabajar en el MoMA, uno de los museos más importantes del mundo. Aunque todo era un sueño, ya de adolescente sus pasos iban encaminados a que, quizás, algún día pudiera cumplirse. Con 16 años sembró la primera semilla. Todo empezó con una beca del Ayuntamiento de A Coruña para cursar primero de bachillerato en Estados Unidos. Hizo las maletas y durante un año vivió en Míchigan, «con una familia estupenda». La experiencia, recuerda, fue muy buena. Al terminar el curso regresó a A Coruña e hizo el último curso del bachillerato artístico en Adormideras. El arte era el timón por el que guiaba sus pasos, y se mudó a Salamanca para estudiar Bellas Artes. «Yo tenía muy claro que quería dedicarme a esto, que quería estar en el mundo del arte, y la verdad es que costó, me costó mucho trabajo. Pero gracias a las becas lo he ido consiguiendo». Tras un paréntesis al terminar la carrera, en el que volvió a casa para hacer en la UDC un máster de educación en arte, voló hasta Islandia gracias a una subvención, donde estuvo seis meses trabajando en una residencia de artistas. «Un proyecto muy bonito», apunta Elena.
Dice el refrán que la cabra tira al monte, y los apasionados del arte a Nueva York. De nuevo, con ese destino en el horizonte, probó suerte con la beca Argo para hacer unas prácticas en un centro cultural en Estados Unidos. Se las concedieron. Y poco a poco empezó a acariciar su sueño. Ya estaba en la ciudad, solo había que llamar a la puerta. «Una vez que estaba allí decidí pedir las prácticas en el MoMA, eran como mis prácticas soñadas. Es uno de los museos más importantes del mundo, tiene una colección impresionante. Para mí era un sueño. Las pedí varias veces, y al final me hicieron la entrevista y las conseguí», indica Elena, que en el 2017 estuvo tres meses en un departamento del museo.
En ese momento ya tenía claro que ese era su lugar, donde le gustaría quedarse, pero finalmente regresó a España. Estuvo trabajando en varias galerías de arte en Madrid, también en el Reina Sofía, hasta que después de la pandemia decidió aplicar a otra beca, la Fulbright, para volver a la ciudad de los rascacielos. «Es importante decir que en este sector no sales de la carrera y ya consigues tu primer trabajito, y a partir de ahí poco a poco vas haciendo tu vida. No, aquí hay que ser abierto de mente, tienes que tener muchas ganas de ir pasando todos estos procesos. Es verdad que si tienes la oportunidad de irte, también hay muchas posibilidades fuera. Para mí, aunque en otros sectores es complicado, en el mundo de bellas artes, historia del arte... te tiene que gustar mucho, tienes que estar muy seguro de que es lo que quieres hacer para ir tirando », explica Elena, que recuerda lo que le decían los profesores en la carrera, «no son solo unos estudios, sino que es un estilo de vida».
La beca Fulbright la llevó de nuevo por unos meses a Nueva York en el 2022, en este caso al museo FIT, de diseño y moda, en el que estuvo trabajando para una comisaria como asistente de investigación y participaba en el proyecto de una exposición. «Hay gente que llega y que lo pasa mal, otra que no se acaba de ver aquí, yo conecté con la ciudad. A ver, es muy dura, muy grande, y no sé si es que tuve suerte o una predisposición desde el principio para que me gustara, pero le vi todas las cosas buenas. A mí me abrió todas las puertas, suena de película, lo típico de las oportunidades, pero para mí, en cierto punto, fue así». Cuando finalizó su estancia en el FIT, ya tenía claro que no quería volver, y se puso buscar trabajo. Las vueltas que da la vida, que justo en ese momento en el departamento en el que ella había hecho las prácticas en el MoMA en el 2017, siete años antes, estaban buscando a una persona. Mandó la solicitud, pasó el proceso de entrevistas, y, a los tres meses, la llamaron para decirle: «El puesto es tuyo». Se quedó sin palabras.
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