lunes, 25 de enero de 2021

EL MEJOR ARTE DEL SIGLO XX

 


Madrid revive a Bacon y lo reconcilia con Lucian Freud


La galería Marlborough reúne a los dos maestros en una exposición de grandes litografías, aguatintas y aguafuertes


Litografías de la 'Segunda versión del Tríptico de 1944', que Bacon realizó en 1989, la pieza más importante de la muestra en la galería Mlrborough. Se trata de una interpretación de la crucifixión 

VEGAP

Una veintena de litografías y aguatintas de Francis Bacon (1909-1992) reviven al genio irlandés,  hasta el 27 de febrero, en la galería Marlborough de Madrid. El pintor falleció en esta capital hace 29 años, cuando preparaba la exposición con la que precisamente la Marlborough se inauguró en octubre de 1992. La muestra que ahora revive al artista incluye el grabado en gran formato de su Segunda versión del Tríptico de 1944 , que realizó en 1989: una obra interpretativa de la crucifixión en parte inspirada en Picasso, con tres criaturas antropomórficas y distorsionadas.

Los magnéticos grabados de Bacon, incluidos asimismo los de algunas de sus tauromaquias, se exhiben junto a media docena de aguafuertes del que fue su gran amigo Lucian Freud (1922-2011), con quien al final rivalizó y rompió por disputas sobre arte y asuntos personales. Antes de ese desenlace, la relación fue intensa y fructífera. “Lo que yo veo es admiración, respeto y apoyo mutuos entre los dos, en cierto modo maestro y pupilo”, dice la comisaria de la muestra, Belén Herrera. Y recuerda los buenos oficios de Bacon para que Freud participara en grandes exposiciones”.

Pero el punto de unión entre los dos artistas –añade Herrera– va más allá de lo personal en esta exposición, titulada Bacon & Freud. La condición humana: “Los dos abordan la soledad, la angustia y los miedos del ser humano. Por eso su obra nos toca tan de cerca”, señala.


'Before the Fourth', grabado de 2004 de Lucian Freud en la exposición de la galería Marlborough 


Las obras de Bacon que la Marlborough saca ahora de sus fondos para mostrar sus conexiones y contrastes con las de Freud están fechadas entre 1971 y 1992. El primer año corresponde a su crucial retrospectiva en el Grand Palais de París, inaugurada dos días después del suicidio de su amante y modelo George Dyer. Y la última pieza por orden cronológico es el aguatinta en el que, poco antes de morir él mismo, reprodujo su pintura Triptych 1974-77, considerada de las más misteriosas del dublinés. “Es el último de sus trípticos negros tras el suicidio de Dyer”, dice la comisaria.

Bacon murió en Madrid cuando preparaba la muestra con la que, en 1992, se inauguró la galería que ahora vuelve a honrarle

Bacon viajaba con frecuencia a Madrid, por razones personales y para visitar el Prado. “Su obra refleja el conocimiento que tenía de Velázquez y Goya”. Lo que no está claro que le gustaran los toros, pese a la pasión que mostró por el tema en términos pictóricos: “No creo que Bacon fuera taurino, teniendo en cuenta el odio que profesaba a la caza del zorro”, apunta Herrera. Y recuerda lo que Juan Genovés contó de la tarde en que acompañó al irlandés a una corrida de toros en Madrid: “Cuando la sangre empezó a brotar, le pidió que se fueran. Aquello no era para él”.


'Self-Portrait 1973-1977, litografía de Francis Bacon sobre papel, otra de las obras que podrán verse en la galería Marlborough 


En cuanto a los seis aguafuertes de Freud, también procedentes de la colección de la galería, en todos ellos se observa “su característica tensión emocional”. Y es que el británico –nacido en Berlín– se volcaba en su obra gráfica tanto o más que en la pintura. De hecho, para trabajarlos los aguafuertes colocaba cada plancha de cobre sobre un caballete como si se tratara de un lienzo. De ese modo podía trabajar dibujando con el buril sin perder un una pincelada de dramatismo.

Freud se volcaba en su obra gráfica tanto o más que en la pintura.

Para Freud, nieto del fundador del psicoanálisis, el grabado era “un formato íntimo y autobiográfico que le permitía reflejar sentimientos y vivencias sin elementos superfluos”. De ese modo creaba una “una hipnótica atracción por lo esencial” que confería enorme fuerza a sus personajes. Magnetismo emocional. Sentido de la vida. Condición humana.

FERNANDO GARCÍA (LA VANGUARDIA


OTRAS INFORMACIONES:

Galería Marlborough


MÁS SOBRE LA EXPOSICIÓN




JUANA FRANCÉS

 

El MACA rescata a Juana Francés


El Museo de Arte Contemporáneo saca más de una treintena de obras del fondo de la artista para mostrar su faceta más informalista, a través de sus arenas, sus cajas sobre la incomunicación humana y, por primera vez, sus dibujos



Consideraba los avances tecnológicos como la oportunidad perdida. Su objetivo era construir sociedades mejores y más igualitarias, pero en realidad el efecto era el contrario. Esa visión crítica de Juana Francés (Alicante, 1924-Madrid, 1990) sobre el poder de la tecnología quedó reflejada en sus famosas cajas, en las que pone en cuestión la deshumanización del individuo. Un lenguaje de plena actualidad.

Por esta razón, y por otras muchas que tienen que ver con su calidad artística y el hecho de que parte de su legado se encuentre en el MACA, el museo vuelve a sacar a la luz a esta creadora, única mujer que formó parte del grupo El Paso.

Será a mediados de febrero cuando se inaugure en el Museo de Arte Cotemporáneo de Alicante Atravesando la materia de improviso. Callages naturalistas y ensamblajes tecnológicos, exposición que mostrará 35 piezas de esta artista cuyo fondo dejó la segunda planta del MACA cuando se depositó la Colección Mediterráneo.

Si hace tres años fueron las cometas y fondos submarinos las que se colgaron en las paredes del museo, con la obra en papel y lienzos de la etapa creativa de los 80 hasta su muerte, ahora, la conservadora del centro, Rosa Castells, recupera «a la Juana informalista, de las tierras de finales de los 50, cuando forma parte de El Paso, y sus cajas de los 60 para ver cómo va derivando su obra a partir de ahí».

En esa primera etapa, emprende un camino con obras «valientes» de técnicas mixtas con gran cantidad de materias. «En ese momento van apareciendo desde las arenas unas cabezas que acaban por estar metidas en unas cajas, como denuncia de la incomunicación del hombre».

La actualidad del mensaje de Juana Francés, casada con el escultor Pablo Serrano, es claro, asegura Castells. «El proceso técnico nos llevó, y nos lleva, a más incomunicación social y más dolor». Por eso, sus cabezas aparecen encajonadas compartiendo ventanas con teléfonos, enchufes, los primeros ordenadores, cables, esferas de reloj, bujías, tornillos... como una forma de esclavitud más que como una liberación. «Está de plena actualidad, cada cabeza en su caja, en su ventana, encerrada, que es como estamos ahora», apunta la conservadora del MACA.

Francés recogía en estas piezas, en las que comenzó a trabajar a finales de los 60, «ese progreso técnico que nos iba lleva a ser mejores y es todo lo contrario, cada vez estamos más solos. Y es eso lo que denunciaba Juana. Es una obra de gran actualidad, no puede tener un lenguaje más contemporáneo».




 La exposición mostrará también parte de su obra gráfica y los dibujos, «que nunca se han visto aquí y forman parte de su momento creador de los 70. Unos dibujos que a mí siempre me han parecido muy Gordillo».

Pese a su reconocido trabajo, la figura de Juana Francés no ha sido tan valorado como debería. «Son muchas cosas las que hicieron que su nombre no fuera tan destacado, aunque es una de las artistas más influyentes de la segunda mitad del XX, por encima de algunos de sus compañeros informalistas». Para Castells, «se dedicó en cuerpo y alma al arte, pero la figura e Pablo Serrano estaba ahí y ella estuvo siempre detrás».

El legado de Juana Francés en el MACA, depositado por voluntad de la artista, consta de más de un centenar de obras, entre dibujos, pinturas, cajas, torres, serigrafías y litografías, que recogen todas sus etapas creativas. Tal como dejó escrito, su legado se dividió en cuatro partes muy similares que se depositaron, además de en Alicante, en el IVAM, en el Reina Sofía y en el Museo Pablo Serrano. «Yo creo que es el momento de que se dedique una gran exposición a Juana Francés». 



CRISTINA MARTÍNEZ (INFORMACIÓN)



BIOGRAFÍA JUANA FRANCÉS

OBRAS DE JUANA FRANCÉS

sábado, 23 de enero de 2021

¿DÓNDE ESTÁN ?

 


El museo imposible: una visita guiada por obras de arte desaparecidas


Los motivos son variados: robos, incendios y nazis

Un cuadro vacío.

En 1954, el artista Graham Sutherland recibió el encargo de pintar un retrato del primer ministro británico Winston Churchill. La cara del político al recibir el cuadro, con motivo de su 80 cumpleaños, demuestra su decepción con el resultado. El siguiente GIF corresponde a ese momento:


La idea inicial es que el retrato colgara en el propio Parlamento tras la muerte del primer ministro, que se produjo en 1965, pero la obra nunca llegó a ese destino. Esta historia aparecía en un capítulo de The Crown, la popular serie de Netflix que ha estrenado su cuarta temporada. Ese capítulo contaba que la mujer del primer ministro, Lady Spencer-Churchill, quemó el cuadro en su patio trasero meses después de que se lo entregaran a su marido. Aunque la biógrafa de Lady Spencer-Churchill explicó hace años que no fue ella quien le prendió fuego, el destino de la obra, efectivamente, fueron las llamas. Esta acción nos ha privado de una obra de Graham Sutherland, un relevante pintor británico conocido por sus paisajes y sus obras surrealistas.

La historia de este retrato nos recuerda que las obras artísticas que conservamos son ínfimas en comparación con aquellas que se quedaron por el camino, ya sea por culpa del fuego o por otros motivos. ¿Y si nos propusiéramos reunir en un mismo espacio imaginario algunas de las obras más relevantes hoy desaparecidas? En este artículo nos hemos propuesto crear nuestro propio museo imposible, adaptando a nuestros gustos una idea que ya tuvo el historiador del arte estadounidense Noah Charney en su libro The Museum of Lost Art. Así que ponte cómodo y prepárate para conocer algunas de esas maravillas que jamás podrás disfrutar en directo.

Nuestro museo imaginario empieza con una sala dedicada al mundo clásico. En ella se encontraría la Atenea Pártenos, la escultura de Fidias datada en el año 438 a.C. y que custodiaba el Partenón, en la Acrópolis. De grandes proporciones y materiales muy ricos, oro y marfil para ser más exactos, esta obra se convirtió en un auténtico símbolo de la ciudad de Atenas y una de las figuras más veneradas de la Antigüedad. Su desaparición en extrañas circunstancias sigue sin tener respuesta, pero se conservan varias réplicas en escala menor que nos permiten hacernos a la idea de la apariencia de esta obra, como esta datada en el siglo II d.C. y conservada en el Museo del Prado, así como una descripción detallada del geógrafo griego Pausanias.

Detalle de la copia en miniatura de estutua de Fidias para el Partenón. La original era del año 438 a.C., y la reproducción es del siglo II d.C. Museo del Prado.

Siguiendo con el recorrido, entramos en la sala dedicada al Renacimiento. En las paredes de esta estancia colgarían algunos cuadros de Sandro Botticelli. El artista florentino decidió destruir varios de sus temas mitológicos en su huida definitiva del humanismo a la espiritualidad, siguiendo los preceptos del fraile Girolamo Savonarola, quien en 1497 organizó una quema de obras de arte, lujos y joyas conocida como "hoguera de las vanidades". Según cuentan los historiadores, el propio Sandro Botticelli fue quien arrojó sus obras a las llamas. Casi debemos sentirnos agradecidos de poder contemplar su famoso Nacimiento de Venus, que debió salvarse de la desaparición de milagro.

La siguiente sala de nuestro museo podría estar dedicada al Barroco. La Nochebuena de 1734, se originó un fuego en el alcázar medieval que los Austrias habían convertido en palacio residencial. Acabaría con su desaparición, y también con la de más de 500 obras que albergaba en su interior. Las Meninas, obra emblemática que hoy descansa en nuestro querido Museo del Prado, fue una de las pocas afortunadas que lograron salvarse de esta catástrofe. Entre las obras que jamás volverán a ver la luz se encontraban varias de Velázquez, pero tal vez la más recordada de todas ellas sea La expulsión de los moriscos, fruto de la victoria del sevillano en una competición para decorar el Salón Nuevo del castillo celebrada en 1627. Hoy solo conocemos la obra por sus descripciones, aunque aún pueden contemplarse algunos de los bocetos de sus competidores, como este de Vicente Carducho.


La expulsion de los moriscos, de Vicente Carducho, hacia 1627. Museo del Prado

Nos adentramos a continuación en la sala del Impresionismo, para conocer un caso en el que los motivos mencionados con anterioridad se entrecruzan, siendo tanto el infortunio como la frustración responsables de la desaparición de parte de la producción de un artista. Nos referimos al ejemplo de Claude Monet y algunas de las obras que integran una de sus series más conocidas, Los nenúfares: el artista destruyó parte al no estar conforme con su resultado y más tarde, en 1958, dos de las obras de esta misma serie perecieron en el incendio del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.


Imagen del incendio del MoMA en 1958. Getty Images

Con la llegada al siglo XX, nos damos de bruces con una cantidad importante de obras desaparecidas, cuya historia merece ser contada. No es un misterio que los conflictos bélicos arrastran consigo parte de nuestra herencia, pues los ataques y la violencia que acarrean nos han hecho perder obras únicas. La historia más llamativa y desoladora nos sitúa en la Alemania nazi. Hitler, rechazado hasta en dos ocasiones por la Academia de Bellas Artes, asumió su papel de dictador convirtiéndose en una suerte de crítico artístico, condenando aquellas obras que no favorecían a su régimen o que directamente no podían considerarse "arte alemán". Con todas ellas, en 1937 organiza Entartete Kunst (Arte degenerado), una exposición que tiene el objetivo contrario al de cualquier muestra al uso: en lugar de admiradas, las obras que expone deben ser ridiculizadas y rechazadas.

Entre los artistas expuestos se encontraban Franz Marc, Henri Matisse o Marc Chagall. La muestra, que denota un particular rechazo del gobierno nazi hacia el arte moderno, estaba formada por piezas de cerca de un centenar de artistas que fueron vendidas a precios irrisorios o directamente destruidas. Destaca entre ellas La trinchera, del expresionista alemán Otto Dix, que se pensó quemada durante mucho tiempo hasta descubrirse un ticket de compra que indica que sobrevivió al menos hasta 1940. Hoy, la obra sigue en paradero desconocido.



Siguiendo con el siglo anterior nos encontramos con una obra mítica que desapareció sin dejar rastro. Nos referimos a El segador, una de las obras de la que Miró se sentía más orgulloso. También conocida como El payés catalán de la rebeldía, esta pintura mural fue creada con el mismo propósito que El Guernica de Pablo Picasso: formar parte de la exposición del Pabellón de la República Española en la Exposición Universal de París de 1937. Una selección de obras que tenían la clara misión de visibilizar los horrores de la guerra y servir de propaganda al bando republicano. Al terminar la exposición, igual que ocurrió con otras obras, nada más se supo de la pintura.

Aun sin salir del siglo XX, nos acercamos ahora a otro de los grandes motivos de desaparición de obras de arte a lo largo de la historia: los robos. En nuestro museo imaginario recogemos el que tal vez sea el mayor robo de la historia, el que sufrió el Museo Isabella Stewart Gardner, en Massachusetts. Aquel 18 de marzo de 1990, los ladrones nos privaron de volver a ver 13 obras de artistas archiconocidos, entre las que se encontraba La tormenta en el mar de Galillea, de Rembrandt, su única pintura marina, y El concierto, de Vermeer. Hoy, los marcos siguen ocupando su lugar sin los lienzos que albergaban, tal y como se puede ver en la visita virtual del museo. ¿Y a qué se debe esta decisión? Como señala este artículo de El Confidencial, la verdadera causa la encontramos en que en el testamento de la dueña impide que se realicen cambios en la colección. Pero casi parece una llamada desesperada a la vuelta de las obras tras 30 años sin noticias.

Aunque apenas hayamos vividos dos décadas, en el siglo XXI también hemos perdido algunas obras. Por ejemplo, conflictos acaecidos en nuestro siglo se han llevado piezas de incalculable valor, como los budas colosales de Bamiyan, en Afganistán, destruidos por los talibanes en 2001. Pero entre las piezas expuestas en la sala llamaría la atención una cuya desaparición es cuanto menos confusa. Equal-Parallel: Guernica-Bengasi es una escultura de grandes proporciones, obra de Richard Serra y que forma parte de la colección del Museo Reina Sofía. Lo que muchos visitantes desconocen es que la obra que contemplan es una reproducción del original hecha por el propio artista, pues las 38 toneladas que pesa la obra no impidieron que se volatilizara de los almacenes del museo. Hoy, las causas que llevaron a su desaparición siguen siendo un misterio.


Uno de los marcos vacíos que se aprecian en la visita virtual del Museo Isabella Stewart Gardner, en Massachusetts

CLARA GONZÁLEZ FREYRE (EL PAÍS)

jueves, 21 de enero de 2021

LA MIRADA DEL OTRO

 

Retratos con ojos de hoy


Ocho artistas contemporáneos alicantinos ofrecen en Benidorm su mirada a un género de larga tradición en el arte


Fotografía impresa en tablones del artista vilero Hunter87. información INFORMACIÓN 

Benidorm reúne las obras de ocho artistas contemporáneos de la provincia de Alicante que muestran su visión de un género pictórico tan clásico como el retrato, de larga tradición en la historia del arte, pero en formatos y con técnicas del siglo XXI. El espectador no verá aquí reyes a caballo ni nobles acomodados en sillones, sino rostros de ancianos en papel arrugado o de marineros sobre tablones de madera de barco, entre otras propuestas.

La exposición La mirada del otro. El retrato contemporáneo en la pintura alicantina, inaugurada este viernes en el Museu Boca del Calvari de la localidad, cuenta con las obras de Rosalía Banet, Omar Arráez, Víctor Cámara, Xavi García, Ut Walden, Carlos Llorens, Hunter87 y Silvia Viana. Ocho artistas nacidos o residentes en la provincia que renuevan un género que siempre exige verdad, incluso en su forma más abstracta, y «a quienes dar visibilidad» en un propuesta contemporánea «que no te deja indiferente», opina Alicia Lamarca, comisaria de la muestra organizada por la Concejalía de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Benidorm. 


Obras de papel con pliegues y carbón de Omar Arráez. INFORMACIÓN 


«Frente al retrato clásico, el tratamiento plástico en el retrato contemporáneo se caracteriza por el mestizaje de técnicas y soportes, los materiales se mezclan con naturalidad dando importancia al gesto más que al virtuosismo técnico», apunta la comisaria, tras añadir que en esta visión contemporánea «el artista va más allá, transmite sus inquietudes; la interpretación de la obra es más abierta y el espectador puede darle otro sentido».

Por ejemplo, el artista urbano Hunter87 y sus retratos «psicológicos» de los pescadores del puerto de La Vila Joiosa, de quienes muestra no solo sus rostros impresos, sino sus experiencias en el mar en imágenes impresas sobre maderas; o el mensaje agridulce que hay detrás de las dos hermanas siamesas protagonistas de las obras de Rosalía Banet; el rostro saturado de identidad en los pliegues de papel de los retratos de ancianos de Omar Arráez; la visión social que aplica Xavi García a las caras de sus niñas tristes, que se fusionan con otras imágenes; o el juego de percepciones que propone Ut Walden en su mirada infinita. 


Una alternativa al ocio

La exposición La mirada del otro. El retrato contemporáneo en la pintura alicantina permanecerá abierta hasta el próximo 15 de marzo, de 9 a 21 horas, salvo los lunes, y ocupa las tres plantas del edificio del museo, ubicado en pleno centro de la ciudad, lo que supone una «opción muy interesante para pasar la tarde», indica Alicia Lamarca, en unos momentos en los que otras instituciones optan por cancelar actividades ante la falta de turistas.

«Dado que la hostelería cierra a las cinco de la tarde, el arte es una alternativa cultural muy buena y una forma de favorecer la visita al centro en un espacio seguro con aforo restringido y medidas anti-covid», destaca la comisaria, que incide en que el municipio lleva años apostando por acercar el arte a la ciudadanía con intervenciones de arte urbano o fotografías a pie de calle en iniciativas como Benidorm Expone.

ÁFRICA PRADO (INFORMACIÓN)

domingo, 17 de enero de 2021

BILBAO Y EL GUGGENHEIM

 

7 consejos antes de visitar el Guggenheim de Bilbao


La inauguración del museo en 1997 transformó completamente la ciudad

Guía de Bilbao, una ciudad hecha a sí misma


El Guggenheim al atardecer

Getty Images

Hace algo más de 23 años se inició una época esplendorosa en Bilbao. Desde que el museo Guggenheim abrió sus puertas por primera vez el 19 de octubre de 1997, ha habido un antes y un después. La ciudad se transformó completamente desde entonces. Hay que pensar que a principios de los años 90 era un lugar gris y desangelado. 

La reconversión industrial y el conflicto social la estaban castigando profundamente. La aparición del museo fue como si le hubieran insuflado una buena dosis de autoestima y le hubiera perdido el miedo a enfrentarse al mundo.

Los museos de Venecia, Dubái, y Bilbao, como el de Nueva York, son 'un templo para el espíritu'

Cuando crearon el primer museo Guggenheim, el de Nueva York, el arquitecto Frank Lloyd Wright y la directora del centro Hilla von Rebay determinaron que debía ser un “templo para el espíritu”. Debía ser un espacio que ofreciera una nueva manera de admirar las obras de arte. 

Lo mismo ocurrió posteriormente con los otros tres museos de la marca Guggenheim, el de Venecia, el de Dubái, y el de Bilbao. Y en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir, precisamente alimentar, cuidar y fortalecer nuestro espíritu es una necesidad vital. Y el arte contemporáneo del Guggenheim, a su manera, lo consigue.



Llegar caminando desde el centro

Según parece, la elección de la ubicación del Guggenheim en la zona de Abandoibarra fue cosa de Thomas Krens, máximo responsable de los museos Guggenheim en aquellos momentos. Una noche, caminando de vuelta al hotel donde se hospedaba, vio ese espacio y lo tuvo claro: el edificio se puede ver desde tres puntos estratégicos de la ciudad.

Llegar es muy fácil. El transporte público ofrece varias posibilidades para llegar hasta allí, bien cogiendo el autobús, la bicicleta, taxi, barco o metro (parada Moyua), incluso en tranvía. Sin embargo, como hizo Krens, vale mucho la pena hacer el recorrido siguiendo la ría del Nervión hasta el casco viejo, pasando por el puente Zubizuri de Calatrava y el palacio Euskalduna.



Contemplar su belleza (es gratis)

Es muy difícil que una persona mínimamente sensible no se sienta cautivada por la original apariencia del Guggenheim. Impacta a primera vista. En el año 2019 recibió 1.170.669 visitas. Y este fatídico 2020, con la indeseable pandemia de por medio, han entrado en su interior un total de 315.908. 

Se trata de uno de los museos con más gancho del planeta. Pero pocas veces se habla de las personas que se han quedado embobadas admirando su fachada. Son muchas más. Por cierto, puestos a elegir un ángulo: desde el puente de La Salve está su mejor perspectiva. El juego de luces que se produce al atardecer es sublime.

Ver el exterior del museo es gratuito, por supuesto, y es una opción para los que o no les interesa las exposiciones en este momento o el que simplemente no es aficionado a los museos. Por eso, conviene consultar con antelación cuáles son las presentaciones de la colección permanente y las muestras temporales. Ten en cuenta que hay veces que hay salas cerradas debido a cambio de exposiciones.




Las 7 obras del exterior

Tampoco hay que pagar entrada para ver las formidables obras situadas en el perímetro del museo. No hay que perdérselas. Hay 7 lugares en los que detenerse. Las dos primeras son muy populares: tanto Mamá, la fascinante araña de 9 metros de altura de Louise Bourgeois, como el megacachorro, Puppy, del artista Jeff Koons, que recibe candoroso a los visitantes en la puerta principal del museo.

Pero luego hay otras que pueden pasar más desapercibidas. Por ejemplo, la otra obra de Jeff Koons, Tulipanes, un ramo gigante hecho de acero inoxidable que simula unos globos de colores; El gran árbol y el ojo, de Anish Kapoor, formada por tres hileras de esferas reflectantes que funcionan como espejos convexos, o Arcos rojos, también de Daniel Buren, que se encuentra en el gran puente que cruza la ría. 

Más allá, en el estanque de la parte trasera, está la Escultura de niebla, de la japonesa Fujiko Nakaya, que cada hora genera una neblina que envuelve una parte de la fachada y, por último, Fuente de fuego, de Yves Klein, otra escultura que combina arte y tecnología y escupe fuego. Sus llamas bailan armoniosamente reflejadas en la fachada del Guggenheim.




Una vez dentro…

Antes que nada, hay que destacar que es la primera institución museística en conseguir la garantía de AENOR por su protocolo para asegurar una visita “protegida y de calidad” a sus visitantes. La entrada general online cuesta 13€ y en taquilla, 15€. Estudiantes menores de 26 años y jubilados pagan 7,50€, mientras que, si acudes en grupo, el precio es de 12€ por persona. Existe la posibilidad de realizar la visita online -a través de #guggenheimbilbaolive- aunque, claro, no es lo mismo.

Para evitar las colas, es recomendable evitar la franja horaria de visita más concurrida: de 11 horas de la mañana a las 13. Lo mejor es entrar en el museo entre las 15 y las 16 horas o al final de la tarde, entre las 18 y las 19 horas. Ten en cuenta que se puede entrar y salir todas las veces que sea necesario durante el día, por lo que, dependiendo del tiempo disponible, se puede salir a descansar o a almorzar, y luego volver a acceder.



'La materia del tiempo' en la sala 104

En la sala 104, la más grande de todo el museo -130 metros de largo por 30 de ancho- se exhibe una de las exposiciones permanentes más imprescindibles: La materia del tiempo (The matter of time). Fabricada en acero autooxidable, fue una de las primeras obras encargadas por el Guggenheim al artista californiano Richard Serra. Inicialmente se expuso Serpiente, tres cintas sinuosas, a la que se sumarían más tarde otras siete esculturas de gran tamaño.

Se trata de una escultura en forma de caracol en la que el espectador se integra, participa, se implica y siente, recorriendo cada una de ellas y penetrando hasta las entrañas (torsiones espirales y elípticas, curvas cónicas, esferas y secciones de cuarto de círculo). Genera una experiencia y percepción de movimiento y equilibrio. 

De alguna manera, se percibe el paso del tiempo, como dice el título. La obra también se puede contemplar desde lo alto de un mirador del atrio, donde se puede apreciar la potencia que emana el conjunto.



Exposiciones temporales como la de Kandinsky

El interior del Guggenheim cuenta con más de 24.000 metros cuadrados, de los que 10.500 metros cuadrados están destinados a exposiciones -el más grande de España- distribuidos a su vez en 3 platas y 9 galerías. Aparte de la materia del tiempo, de la que hemos hablado antes, este lugar alberga colecciones permanentes de artistas locales como Txomin Badiola o Eduardo Chillida, e internacionales como Anish Kapoor, Yoko Ono o Rothko.

Sin embargo, una buena sugerencia es consultar el programa de muestras temporales. Siempre hay joyas sorprendentes. Ahora mismo, por ejemplo, hay una colección de 62 obras de Kandinsky procedente del Guggenheim Nueva York que es altamente recomendable. Es una muestra de arte abstracto que no tiene parangón en el planeta. A través de estas pinturas y dibujos se evidencia un viaje en la forma en la que veía el arte este genio ruso: desde la figuración a la abstracción y hasta mundo espiritual. Se inauguró el 20 de mayo del año pasado y estará visible hasta el 21 de mayo del 2021. No hay tiempo que perder.



Cena con una estrella Michelin

Como no podía ser de otra manera, una cocina dentro de este museo debía estar a la altura de las grandes obras de arte que la rodean. O al menos intentarlo. El restaurante Nerua, abierto en el año 2011, lo ha hecho consiguiendo una estrella Michelin un año después de su inauguración, en el 2012. 

Es pura cocina de autor, del chef Josean Alija, donde combina la gastronomía local y de proximidad, el arte en los fogones y una técnica depurada. El proceso creativo e innovador en Nerua también merece una visita.

El Nerua pone la guinda al pastel del Guggenheim

En el momento de escribir este artículo, el restaurante permanece cerrado temporalmente debido a la covid. Sin embargo, no podemos dejar de recomendarlo. Hay que recordar que en el año 2019 irrumpió en el puesto 32 en la lista de mejores restaurantes del mundo. Se dice pronto. Es como poner la guinda al pastel del Guggenheim, nunca mejor dicho.

 

Puedes elegir entre la carta -consta de seis entrantes, tres pescados y cuatro carnes-, o el menú degustación, donde hay 6, 9 o 14 platillos, con especialidades entre las que destacan el potaje vasco, las anchoas, las cocochas de merluza o el milhojas de manzana.


Luis Martí (LA VANGUARDIA)

EXPOSICIÓN DE WILLIAM KENTRIDGE

 


WILLIAM KENTRIDGE. LO QUE NO ESTÁ DIBUJADO


El CCCB presenta, del 9 de octubre de 2020 al 21 de febrero de 2021, la exposición «William Kentridge. Lo que no está dibujado», una adaptación ampliada de las exposiciones «William Kentridge – lf We Ever Get to Heaven» (2015) y «William Kentridge: Ten Drawings for Projection» (2019), diseñadas y presentadas en el Eye Filmmuseum (Ámsterdam) y comisariadas por su director de exposiciones Jaap Guldemond , con la colaboración de Marente Bloemheuvel.




La exposición, dedicada al artista sudafricano William Kentridge (Johannesburgo, 1955), reconocido en todo el mundo por sus dibujos, películas producciones de teatro de ópera, es una oportunidad única para ver algunas de sus obras más emblemáticas: nueve tapices de gran formato, la espectacular instalación audiovisual More Sweetly Play the Dance, que remite a la fuerza primigenia del teatro de sombras, las once películas de la serie de animación Drawings for Projection siete dibujos en papel que atestiguan el laborioso proceso creativo de los filmes. Kentridge terminó la undécima película de la serie, City Deep, durante la pasada primavera su presentación en el CCCB supondrá su estreno en Europa.

Aparte de mostrar las múltiples facetas de este creador fundamental, la exposición pretende ser un espacio de reflexión acerca de los retos del poscolonialismo y la dialéctica entre las zonas de poder y los márgenes de exclusión de la sociedad europea contemporánea.

«William Kentridge. Lo que no está dibujado» ofrece un retrato poliédrico del creador, mediante el diálogo que se establece entre varias piezas de su obra: presenta la serie de once películas Drawings for Projection, iniciada en 1989 y que consolidó el prestigio de William Kentridge en el panorama del arte contemporáneo como una voz vinculada a la interpelación de la memoria traumática de su país y la búsqueda de nuevos lenguajes expresivos. Kentridge terminó el undécimo filme de la serie, City Deep, durante la pasada primavera. Se estrenará en la Goodman Gallery de Johannesburgo una semana antes de su presentación en el CCCB. Acompañan esta serie fílmica siete dibujos que atestiguan el proceso creativo de las películas. También se exponen nueve tapices de gran formato, que el artista ha realizado en colaboración con el Stephens Tapestry Studio, taller de tejedoras que da trabajo a las mujeres de la zona. El artista considera que entre sus tapices y las piezas de animación existe una sutil continuidad: «Me gusta el hecho de que un tapiz sea como una proyección congelada, un mural portátil que puedas enrollar y llevar al próximo palacio».

Por último, la exposición incluye More Sweetly Play the Dance, el espectacular friso en movimiento donde se evocan las dinámicas de una procesión ritual, de una manifestación de desposeídos o de un flujo de refugiados escapando de una crisis, con un lenguaje que remite a la fuerza primigenia del teatro de sombras en el sonido de la lmmanuel Essemblies Brass Band. Esta gran instalación audiovisual estará en el CCCB hasta el 17 de enero, y después se podrá ver en el espacio PLANTA de la Fundación Sorigué, cerca de Balaguer.

Convencido de que el deber ético de todo artista pasa por carcomer los pilares del dogma con las herramientas de la incertidumbre, la ambigüedad y la contradicción, Kentridge ha construido un discurso creativo tentacular y polimórfico que le ha consolidado como una de las voces de referencia en el paisaje del arte contemporáneo mundial. Testigo privilegiado de los cambios políticos radicales que ha vivido su país entre la culpa colectiva del apartheid y las cicatrices que aún marcan el presente, Kentridge es un artista firmemente arraigado en su territorio. Sin embargo, su obra logra trascender el origen localizado de su discurso en un mensaje de universalidad en torno a la disección del poder y la imbatible fuerza de los supervivientes y los humillados.


Recorrido de la exposición



Sirviéndose de dos figuras en apariencia antitéticas que el propio artista ha definido como sus alter ego -el magnate industrial Soho Eckstein y el poeta Felix Teitlebaum-, Kentridge combina en once películas un impulso introspectivo con los ecos de la historia colectiva de Johannesburgo, marcada por el rastro culpable de los años del apartheid. Pero el artista siempre advierte acerca de los peligros de interpretar sus

películas desde la literalidad: «No he intentado nunca ilustrar el apartheid», dijo, «pero, en efecto, la sociedad traumatizada que resultó de ello ha generado y alimentado estas películas y estos dibujos. Me interesa un arte político, es decir, un arte de ambigüedad, de contradicción, de gestos incompletos y finales inciertos».

Hijo de abogados comprometidos con el movimiento antiapartheid, Kentridge concibe esta serie de películas como una exploración incesante que no busca necesariamente respuestas ni redenciones. El artista dibuja, borra y redibuja los trazos sobre papel, permitiendo que el proceso deje heridas y rastros fantasmagóricos sobre la imagen en movimiento; de este modo refuerza la importancia que la memoria y el olvido tienen en su discurso.

La música es un elemento clave en la obra de Kentridge. Philip Miller, compositor de Johannesburgo que ha colaborado con Kentridge en numerosas ocasiones, ha compuesto la mayor parte de las piezas que acompañan Drawings for Projection, en las que también se puede reconocer la integración virtuosa de un madrigal de Monteverdi o de canciones del folklore local.

Kentridge terminó el undécimo filme de la serie, City Deepdurante la pasada primavera. Se estrenará en la Goodman Gallery de Johannesburgo el jueves 1 de octubre, una semana antes de su presentación en el CCCB.

Tapices



William Kentridge ha realizado más de cuarenta tapices durante los últimos veinte años. Sobre un fondo de viejas cartografías, recorren el espacio unas siluetas que parecen huidas de otras obras del artista, evocando el paso de refugiados, manifestantes, peregrinos o arrieros en un juego simbólico que encuentra elocuentes rimas entre las crisis y problemas que afectan a Sudáfrica y el resto del

mundo. Algunas de las piezas aquí expuestas también hacen referencia a La nariz, la ópera de Dmitri Shostakóvich que Kentridge dirigió en 201O para la Ópera Metropolitana de Nueva York, a partir del relato homónimo de Nikolai Gógol.

Si sus Drawings for Projection encarnan el lado más íntimo y solitario de su producción, los tapices son una de las muchas formas que ha encontrado Kentridge de proponer el acto creativo como espacio de diálogo y colaboración con los demás, ya que han sido realizados por Kentridge en estrecha colaboración con el Stephens Tapestry Studio, taller fundado en 1949 en el norte de Suazilandia y hoy en día con una segunda sede en Johannesburgo, que da trabajo a mujeres de la zona como tejedoras, devanaderas, encajeras, cardadoras, hilanderas y tintoreras plenamente cualificadas. Están hechos de mohair o lana de cabra de angora, un material del que Sudáfrica es el principal productor mundial (con el 60 de la producción total).


More sweetly play the dance



Para Kentridge, la procesión expresa la condición humana. More Sweetly Play the Dance, un espectacular friso en movimiento de casi cuarenta metros de longitud y ocho pantallas donde se evocan las dinámicas de una procesión ritual, de una manifestación de desposeídos, de un flujo de refugiados escapando de una crisis o de una danza medieval de la muerte, nació como pieza artística en el año 2015 por

invitación del Eye Filmmuseum de Ámsterdam y la Lichtsicht-Projection Biennale de Bad Rothenfelde, en Alemania. Supone una de las más abrumadoras manifestaciones de la vertiente más coral y coreográfica de la obra de Kentridge, un trabajo que diluye fronteras entre la instalación artística y las artes escénicas, donde los diferentes lenguajes que domina el artista se combinan de forma orgánica e hipnótica.

El motivo de la procesión se remonta a la alegoría de la caverna de Platón, a los frisos antiguos y a las pinturas medievales y renacentistas. Pero también recuerda imágenes que nos golpean cada día a través de los medios de comunicación de personas que huyen del hambre, la guerra o la enfermedad. También sugiere una manifestación de personas que protestan contra los regímenes políticos, la corrupción y la explotación económica.

More Sweetly Play The Dance es una danse macabre, pero también una danza de esperanza en la que la bailarina sudafricana Dada Masilo, con quien Kentridge ha colaborado en proyectos escénicos, representa la creencia medieval de que solo si la gente baila con fuerza, se puede mantener la muerte a raya. La fuerza primigenia del teatro de sombras se alía con el sonido de la lmmanuel Essemblies Brass Band para proporcionar una experiencia transformadora.



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miércoles, 13 de enero de 2021

ARTE EN PEQUEÑO FORMATO

 


Arte en pequeño formato, actual y muy asequible


La galería Esther Montoriol vuelve a la carga con una nueva edición de DelicARTessen, una exposición con tradición que reúne más de 400 obras de 85 artistas con un criterio principal: la libertad creativa


'El xalet', de Jaume Roure

Como cada año por estas fechas, la galería Esther Montoriol presenta una nueva edición de DelicARTessen, la gran exposición colectiva dedicada al arte actual en pequeño formato.

A quienes hayan llegado a creer que el arte contemporáneo es aburrido –tal vez después de visitar algunas exposiciones con más discurso que substancia poética y plástica–, es posible que una visita a DelicARTessen les pueda hacer cambiar de opinión. La amplitud de la céntrica galería barcelonesa permite ofrecer una muestra abundante, con obras de estilos y tonos muy diversos. Pero lo que distingue a esta exposición de otras que podrían parecer similares y también dedicadas al arte en pequeño formato, es un nivel de exigencia mucho mayor.


Marcos Palazzi 

En todas sus ediciones, DelicARTessen se ha caracterizado sobre todo por su criterio libre, selectivo y no sectario, y también por su singular montaje, aparentemente desordenado, pero en realidad muy medido y atractivo. Las pinturas, esculturas, dibujos, fotografías, instalaciones, dioramas, collages, ensamblajes, grabados, cerámicas, vídeos, ilustraciones y originales de cómic que la componen se suben por las paredes en los dos pisos de la galería y forman grupos o constelaciones de imágenes. Y no diré una galaxia de obras para no exagerar, pero lo cierto es que en esta edición número 19 se exponen más de 400 obras de 85 artistas.

Selección internacional

Los precios son asequibles: hay buenas obras desde 60 euros, pero predominan piezas de calidad que no alcanzan los mil euros

La selección es internacional y los precios son asequibles: hay obras desde 60 euros que son buenas y lo que predomina son piezas que no alcanzan los mil euros y también son buenas. Es casi increíble que una pintura como El xalet, de Jaume Roure, cueste sólo cien euros. Y hay obras excelentes de mayor formato y más elaboradas por precios también muy asequibles. Por ejemplo, tanto el cuadro figurativo de Marcos Palazzi como la pintura abstracta de Ricardo Nomdedeu que reproducimos en esta página, están valorados en 600 euros.


Ricardo Nomdedeu 

En esta edición de DelicARTessen podemos encontrar algunos de los mejores grabados abstractos de Juan Escudero, los muy divertidos y libérrimos dibujos de Jacques Flechemuller, excelentes pinturas figurativas de Marcos Palazzi, pinturas abstractas expresionistas de Ricardo Nomdedeu o geométricas de Sarah West y de Víctor Pérez-Porro, esculturas de Cesc Riera, piezas objetuales de Jordi W. Saladrigas, relieves abstractos de Sabine Finkenauer, fotografías de Aleydis Rispa, imágenes intervenidas de Mariana Mizarela, exquisitos platos dibujados por Leticia Feduchi y muchas otras buenas sorpresas plásticas.

La exposición estará abierta hasta finales de enero del 2021, pero las obras vendidas no suelen permanecer expuestas y a menudo son sustituidas por otras de los mismos artistas.


                                                                        Leticia Feduchi

Juan Bufill (LA VANGUARDIA)

jueves, 7 de enero de 2021

EXPOSICIONES 2021

 


Individuales y comprometidas, así son las exposiciones que vienen


Miquel Barceló, Soledad Sevilla, Félix González Torres, Gordillo, las "poesías" de Tiziano, Cecilia Vicuña, Mona Hatoum, Georgia O’Keeffe... las exposiciones del inicio de 2021 pisan fuerte

Georgia O'Keeffe: 'Black Mesa Landscape, New Mexico / Out Back of Marie's II', 1930. © Georgia O'Keeffe Museum

Comenzamos el año con más ganas que nunca de salir y de ver, y con los directores de museos y galerías pendientes de la vacuna y de las restricciones que nos puedan traer las post-navidades. Programar así no es fácil y, a pesar de ello, el 2021 pinta bien. Normalmente por estas fechas tendríamos ya la mirada puesta en ARCO, que ha retrasado su 40º a julio, con lo que la tradicional concentración de exposiciones en los meses invernales va a quedar algo más diluida. La última feria, recordarán, giraba en torno a la figura del artista cubano Félix González Torres, al que el MACBA de Barcelona dedica ahora (en marzo) una retrospectiva.

Enero nos regala unos días extra para recuperarnos de los polvorones, y arranca el 14 en algunas galerías de Madrid con obra gráfica de Lucien Freud y Francis Bacon en Marlborough, Jessica Stockholder en Max Estrella y Broken Line en Lucía Mendoza, un proyecto que ya ha celebrado una primera fase en Santa Cruz de Tenerife y que redibuja mapas, lugares y fronteras bajo la batuta de la galerista y de los artistas Lecuona y Hernández. En esa misma semana, el Museo Patio Herreriano vuelve sobre la exposición de las naturalezas de Chema Madoz que recordarán del pabellón del Jardín Botánico, y le da una vuelta enfrentando las poéticas imágenes del fotógrafo con obras de Joan Brossa, Ángel Ferrant y Perejaume de la Colección Arte Contemporáneo. No están mal los nombres.

Hay novedades, como la del Museo Guggenheim mirando hacia el contexto, que a veces se ha sentido desatendido, con la muestra de Bilbao y la pintura. Un recorrido por las pinturas de artistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX que trabajaron en la ciudad y plasmaron en sus lienzos el contexto económico y social de la época. Pintura también en la galería Helga de Alvear con Jorge Galindo o en Silvestre con Gloria Martín (esta, ya el 6 de febrero).

Serán semanas de nombres nacionales importantes: Miquel Barceló en el Museo Picasso de Málaga (desde el 25 de enero) con Metamorfosis, un proyecto en el que despliega su particular universo en cerámicas, pinturas, esculturas e ilustraciones. Soledad Sevilla, nuestra último Premio Velázquez de Artes Plásticas, en el Museo Patio Herreriano (30 de enero), sus intervenciones con hilo de los años 80 y varias pinturas de El libro del desasosiego de Pessoa, un proyecto en el que lleva trabajando tres años. A Gordillo le veremos en el Museo Universidad de Navarra (el 3 de febrero) con una amplia selección de trabajos de la última década en los que fotografía y pintura se cruzan. A Juan Uslé, en el Centro de arte Bombas Gens de Valencia (12 de febrero) en una muestra que recorre sus 40 años de carrera. E Isidoro Valcárcel Medina regresa al MUSAC, con una selección de proyectos vinculados a la arquitectura y a la ciudad de Léon (20 de marzo).


Charlotte Johannesson: 'Take Me To Another World', 1981 - 1985'

Y hay más: la muestra más amplia hasta el momento de Guillermo Pérez Villalta en Madrid y su personal y laberíntico mundo, podrá verse en la Sala Alcalá 31 (el 18 febrero), en el Museo de Bellas Artes de Bilbao Muntadas sigue trabajando sobre el espacio público y la arquitectura en La ciudad vacía (19 de marzo), y Txomin Badiola estará en la galería Carreras Múgica (5 de marzo).

Otra Premio Velázquez, Cecilia Vicuña, artista comprometida con su tiempo, protagonizará en febrero una de las propuestas más esperadas en el CA2M. Joanie Lemercier invadirá con sus instalaciones audiovisuales en las que la luz es el ingrediente fundamental el Espacio Telefónica (5 de febrero) y la arquitectura y el diseño industrial de Jean Prouvé estarán en el CaixaForum Madrid (5 marzo).

No faltan los clásicos. El expresionista ruso Alekséi von Jawlensky tendrá una completa exposición en la Fundación Mapfre de Madrid desde el 11 de febrero y Miró dos, sus piezas de las últimas décadas viajan a la Fundación Barrié, en La Coruña (30 de enero), y una selección de sus obras en colaboración con el grupo ADLAN se podrá ver en la Fundación Miró de Barcelona (12 de marzo). La Fundación Juan March, por su parte, volverá a las muestras en carne y hueso con una individual dedicada al pintor abstracto Ad Reinhardt que nos permitirá quitarnos el mal sabor de boca a los que no pudimos visitar Los irascibles.

En marzo vuelve a la carga el Museo del Prado con dos importantes exposiciones: Pasiones Mitológicas: de Tiziano a Velázquez y Marinus pintor de Reymerwale, dedicada al artista flamenco. Pasiones... reúne por primera vez desde el siglo XVII las “poesías”, pinturas mitológicas que Tiziano hizo para Felipe II que estaban basadas en la poesía clásica griega.

El Reina Sofía abrirá el Palacio de Cristal a Pep Agut (25 de marzo) que seguro continuará su reflexión sobre el lugar de la cultura y el arte en la sociedad y el estatus del artista. Y, ya en su sede principal, dedica una muestra al arte marroquí entre 1955 y 2011 y a la artista sueca Charlotte Johannesson (6 de abril) vinculada al arte textil y a la reivindicación del concepto del arte popular. Incluye además trabajos recientes hechos con técnicas digitales.

También habrá las citas de todos los años con creadores jóvenes. Generaciones en La Casa Encendida (4 de febrero), por ejemplo, con María Alcaide, Lucía Bayón Mendoza o Claudia Claremi. Se suman Cristina Garrido en DIDAC, en Santiago de Compostela, Fuentesal & Arenillas en F2, Marco Godoy en Max Estrella y José Díaz en The Goma. Y en la Fundación Cerezales un trío que despierta mi curiosidad: Juan López, Irene Grau y Jorge Yeregui.


Marinus van Reymerswale: 'El cambista y su mujer', 1539


Para fotografía, como siempre, la Fundación Mapfre será parada obligada con Claudia Andujar en el  KBr. Centro de Fotografía de Barcelona (18 febrero) y Tomoko Yoneda en su espacio de Madrid. Bleda y Rosa estarán en el Da2 de Salamanca con Origen, donde memoria y paleoantropología se cruzan, Carmela García en Canal de Isabel II y Mary Ellen Mark en Foto Colectania (Barcelona) con un retrato documental de situaciones duras, muchas de ellas protagonizadas por mujeres (enfermas psiquiátricas, prostitutas, etc.).

Y, ya después de la Semana Santa, dos citas imprescindibles: las instalaciones y esculturas de Mona Hatoum en el IVAM de Valencia (16 de abril), en las que sabe señalar sin levantar la voz los horrores de nuestro tiempo, y de la pionera de la abstracción Georgia O’Keeffe en el Thyssen (20 de abril).

En estos meses abrirá también el Museo Helga de Alvear con su flamante ampliación hecha por Emilio Tuñón arquitectos que permitirá mostrar obras de gran formato de la coleccionista.

Y mucho más. Atentos a nuestras páginas, como siempre.

LUISA ESPINO (EL CULTURAL)