sábado, 16 de mayo de 2020

NOTICIA DE ABC



Muere Juan Genovés, el artista que propició «el abrazo» de todos los españoles durante la Transición

 

El pintor, que ha fallecido esta madrugada de muerte natural, trabajaba estos días en su próxima exposición para su galería, cuando estaba a pocos días de cumplir 90 años

 

 
«Hubo un momento –me contaba Juan Genovés hace unos meses en la que muy probablemente sería una de sus últimas entrevistas– en el que el mundo que tenía delante de la mirada se me hizo pequeño por mirarlo de frente. A lo largo de la Historia, todos los pintores retrataron lo que tenían ante los ojos. Pero eso tiene un inconveniente –proseguía–: Lo que hay detrás de ti, yo ahora mismo no lo veo. ¿Por qué a nadie se le ocurrió coger su mirada y situarla a vista de pájaro?».
 
Suponemos lo que tuvo que ser esta mañana en su estudio. Allí, de repente, las «multitudes» de sus cuadros, esas que nacieron de invertir la mirada, las mismas que se establecieron como seña de identidad de su autor, se pararon en seco, dejaron de correr ante el anuncio de que su creador había fallecido esa madrugada a quince días de cumplir 90 años.
 

Un Sorolla en la familia

 
Genovés nació en Valencia en 1930 y allí estudió Bellas Artes. A sus padres les hacía gracia eso de «tener un Sorolla en la familia». El muchacho, con el tiempo, les saldría menos contemplativo y más combativo: participó en colectivos significativos en el ámbito pictórico español de la postguerra como Los Siete (1949), el Grupo Parpalló (1956) y Hondo (1960), lo que en los setenta desembocó en mayores vinculos con los movimientos de oposición al franquismo, y dio pie a dos temas característicos en su obra: el individuo en soledad y las muchedumbres.

Genovés dedicó su vida y su obra a hablar de la libertad, en ocasiones a costa de la suya propia

Este giro estilístico, resultado de una crisis, aparecerá cargada de un realismo político de fuerte denuncia social. Sin embargo, de sus palabras se deducía no tener tan claro esta etiqueta: «Se define el trabajo como político con mucha rapidez, y no sólo el mío. En el fondo, mi pintura brota de una necesidad. Yo nací en 1930, por lo que la guerra atravesó mi infancia. Los hechos que viví en ese periodo se me quedaron como un hachazo en el cerebro». Su forma de destilarlos fue a través del arte: «Cada cuadro que pintaba era una manera de quitarme un peso de encima», confesaba.
 
 
Detalle de «El abrazo», la icónica obra del artista
 
 
El valenciano fue un artista «resiliente», como se diría ahora; un «resistente». Frente al devenir político y al empuje del Informalismo. Y un «pintor de necesidades»: «Sólo me he hecho caso a mí mismo», afirmaba. Por eso, así se tituló una de las últimas monografías que se le la dedicado («Resistencia», La Fábrica, 2019), la cual llegó en un momento dulce, poco después de presentar en el Centro Niemeyer de Avilés y de forma amplia «La unidad dividida por cero»: su trabajo junto al de sus tres hijos (todos artistas: Pablo, Ana y Silvia, los mismos que hoy le escribían como homenaje a su padre: «Murió soñando imágenes hasta el último instante»). Paralelamente, su labor llegaba a Moscú y él continuaba enfrascado en el estudio –donde siempre gustó de sesiones maratonianas, hasta que el penúltimo susto a la salud le hiciera bajar los ritmos–, en los cuadros que ahora abandona y que conformarían una próxima individual en la Marlborough, su galería hace décadas.
 

Un símbolo de la Transición

 
En ese mismo taller, aquel en el que en la mañana de ayer todo sería silencio, se gestó uno de los símbolos de la Transición, el cuadro «El abrazo», una oda al reencuentro y a las posibilidades de la política para construir una sociedad mejor. Afirmaba Genovés que su deseo era transmitir ilusión por la política, y por eso su modelo fue un grupo de niños a la salida del colegio, aunque hay quienes vieron en él el ímpetu de los hinchas de fútbol, sabedores como eran de que su autor fue siempre un forofo del Valencia.

«Cada cuadro que pintaba era una manera de quitarme un peso de encima», confesaba

En tiempos en los que se nos niegan los abrazos y se impone la distancia social, ese cuadro es una leyenda y esconde una leyenda. Vendido a un coleccionista extranjero, regresó a España para engrosar desde sus almacenes la colección del Museo Reina Sofía: «Nació en la clandestinidad y está escondido clandestinamente –le narraba Genovés a un periodista japonés, que no daba crédito–. Ya le expliqué yo que en este país pasan cosas muy raras». El pintor no perdía ocasión en reclamar como espacio natural para él el Congreso de los Diputados. Y lo consiguió, aunque para ello la Constitución tuvo que cumplir 40 años. Solo entonces la obra pasó a ocupar una sala presidencial del hemiciclo. La vigencia de su símbolo se puso de manifiesto cuando Pedro Sánchez y Albert Rivera intentaron firmar un pacto de investidura fracasado en 2016 con el lienzo como telón de fondo.
 
«Ceremonia», lienzo de 2015 del pintor
Juan Genovés dedicó su vida y su obra a hablar de la libertad, en ocasiones a costa de la suya propia. Estuvo por encima de los nacionalismos, convencido iberista como era. Pintó hasta el último momento, algo a lo que animaba a los jóvenes artistas, de los que siempre estuvo atento: «Hay que invertir el tiempo en el trabajo. Si eres capaz de resistir un día entero, dos, pintando, entonces sí que eres pintor». Creía en el poder transformador del arte. Su labor le valió, entre otros reconocimientos, la mención de honor de la Bienal de Venecia de 1966, el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1984 o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, concedida por el Ministerio de Cultura, en 2005.
 
En tiempos sombríos como estos, en los que nos empeñamos en poner de relieve lo que nos separa frente a lo que nos une («El día que lo españoles dejemos de hablar de nosotros mismos en clave de buenos y malos, “El abrazo” se habrá completado»), una pérdida como la suya es un daño irreparable. Y nos deja inmóviles, en silencio. Como los protagonistas de las multitudes de sus cuadros.
 
 
 

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