lunes, 29 de agosto de 2022

ISAAC CORDAL

 


Isaac Cordal, un artista frente a la crisis climática: “Mis esculturas cuestionan nuestra idea de progreso”


'Políticos discutiendo sobre el cambio climático'. Montreal, Canadá (2015). Isaac Cordal

Isaac Cordal es un artista gallego (Pontevedra, 48 años) que crea pequeños hombrecillos de cemento a los que sitúa en lugares tan cotidianos como un charco o los matojos rebeldes que nacen de una baldosa para mostrarnos su visión del mundo. Sus figuras de hombres de mediana edad, calvos, de aspecto abatido y traje gris cuestionan nuestra idea de progreso y representan “esa inercia colectiva que nos lleva a pensar que nuestros comportamientos no pueden cambiar nada”.

Estas figuras forman parte de un proyecto que tiene el nombre de 'Cement Eclipses' y que desde 2006 ha recorrido varias ciudades del mundo. Sus pequeños humanos de 18 centímetros también escenifican la preocupación de Cordal por el cambio climático. En su trabajo ‘Politicians disccusing about global warming’ (Políticos debatiendo sobre el cambio climático), que formaba parte de su proyecto ‘Follow the leader’ (Sigue al líder), los hombres grises, algunos con maletines, parecían reunidos en una cumbre importante con el agua o los escombros llegándoles al cuello.

Cordal, que se formó como escultor, transmite con un humor inquietante una imagen poco feliz de la sociedad, en la que incluye la amenaza del calentamiento global. “Vivimos en una sociedad llena de incertidumbre; me interesa usar la creación como estrategia de lucha para intentar comprender el mundo que hemos creado, y en lo posible, cambiarlo”.

Dice que su obra 'Cement Eclipses' crítica nuestro comportamiento como masa. ¿Cree que el arte puede favorecer que los ciudadanos tomen conciencia de los problemas del cambio climático y mover a la acción?

Creo que sí, que obviamente tiene su potencial. Ahí tenemos la publicidad, que utiliza estrategias relacionadas con la creación para vendernos productos. El arte puede ser más sutil, menos obvio, pero sin duda creo que hay propuestas que nos hacen pensar y reflexionar sobre nuestros quehaceres cotidianos. El arte intenta zancadillear el curso implacable del tiempo y la historia. Necesitamos tener diferentes modelos que nos hagan cambiar la inercia actual. Imagínate que se pone de moda ayudar al prójimo. ¿Qué pasaría?

¿Qué le atrae de esos hombrecillos grises?

En cierto modo es colocar un espejo sobre la sociedad moderna. Mis personajes, aunque sean lo contrario, me recuerdan a Bartleby, el personaje del escribiente de Herman Melville. Aunque mis esculturas tienen más que ver con la sumisión, la obediencia y su mantra de cuestionarse nada. Me interesa ese personaje clonado, su repetición industrial, como si todos viniésemos de esa misma cadena de montaje, de la misma fábrica, de ese molde madre llamado neoliberalismo.

¿Por qué elige la calle como escenario de tus figuras?

El espacio público tiene un papel importante en mi trabajo ya que en muchas ocasiones es el emplazamiento elegido el que le da todo el sentido a las esculturas. Suelo elegir espacios semánticos que confundan la escala; me interesan especialmente aquellos en los que se percibe el paso del tiempo, nuestra decadencia, que nos hablan de nuestra propia imperfección.

Pero la comunicación con el público creo que funciona más en las redes sociales que en el espacio público en sí mismo, ya que las esculturas son de pequeño formato [unos 18 cm] y, por tanto, hay que prestar atención para encontrarlas. Digamos que sería un encuentro casual, pero quizá es con las fotos sobre un tema concreto con lo que se llega a más gente, y eso sucede a través de Internet. Mis esculturas no son monumentos asediando las ciudades. Si te fijas, las ves y si no, pues no pasa nada. Utilizo ventanas, cornisas, cables, paredes, agujeros... una arquitectura residual que sirva de refugio para ellas. 

¿Por qué ha elegido hablar del cambio climático en algunas de sus obras? ¿Qué mensaje quiere transmitir?

Hay un goteo constante de acontecimientos que se convierten en la materia prima de mi trabajo. Me parece importante no perder la capacidad de autocrítica sobre el presente, sobre ese espectro que llamamos modernidad. Me interesa retroceder para contemplar todo aquello que hemos creado bajo la premisa del progreso e indagar en sus efectos colaterales. La crisis energética y climática van a modular las décadas venideras. Siguiendo a nuestros líderes nos hemos sentido inmensamente cómodos en la sociedad del confort y parece que ahora, que ya echamos mano del manual de instrucciones, todo comienza a estropearse.

¿Qué reacción han provocado en el público obras como 'Seguir al líder' o 'Esperando el cambio climático'?

En Internet han tenido más repercusión, ya que perduran en el tiempo, sobre todo la llamada popularmente 'Políticos debatiendo sobre el cambio climático', una fotografía tomada en Berlín en 2011. En ella se ve un grupo de hombres semihundidos en un charco. Mucha gente todavía me escribe para saber dónde puede visitarla en Berlín y no es posible porque es una instalación efímera.

¿Qué papel juega el humor en su crítica social?

Me interesa usar el humor y la ironía de una manera dosificada, ambigua, en los límites del drama, en ese punto donde no sabes si reír o llorar. Es algo complicado encontrar un equilibrio porque siempre tendemos al chiste y no me interesa en ese sentido. El humor me parece un bálsamo para la existencia. 

elDiario.es (texto)








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