martes, 5 de julio de 2022

ALEX KATZ

 

Alex Katz, el pintor contemporáneo que expondrá por primera vez en el Thyssen-Bornemisza

La primera gran muestra de Alex Katz en España celebra el trazo contemporáneo del pintor neoyorquino.

Este artículo se publicó originalmente en el número de junio de Vogue España

Trazos ágiles. Composiciones planas. Dominio del impacto cromático. Y un escueto puñado de géneros que, año tras año, lograron la proeza de estabilizar en frescura y contemporaneidad. Por mucho que haya pasado gran parte del último medio siglo retratando una y otra vez a su mujer, Ada, la del estadounidense Alex Katz (Nueva York, 1927) es una de las producciones artísticas más fértiles, interesantes y rabiosamente modernas de la actualidad. “Ada es una de las personas más atractivas y bellas que he conocido nunca. Siempre he tratado de plasmar eso, pero me resulta imposible”, defiende el artista desde su estudio en el SoHo neoyorquino sobre esa obsesión que dura ya más de sesenta años. “Yo creo que solo se emociona cuando habla de Ada. Es su única debilidad”, señala días después Leticia de Cos, conservadora en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y comisaria técnica de la retrospectiva Alex Katz, que se inaugura el 11 de junio y estará abierta hasta el 11 de septiembre. “Es muy directo y muy de hechos. No es un artista conceptual al que le guste excesivamente la especulación. Es un artista del hecho visual, que tiene un gran don para generar impacto y defiende la rapidez y la velocidad en su trabajo”, interviene Guillermo Solana, director artístico de la institución madrileña y comisario de este primer gran monográfico del artista estadounidense en España. Su obra, especialmente la de gran formato, que comenzó a popularizarse a mitad del siglo XX, se suele categorizar en cuatro géneros principales: el retrato simple (con Ada, claro, como musa principal), el retrato grupal o de amigos, las flores ("monumentales, tremendamente decorativas”, apunta Solana) y los grandes paisajes. Todos ellos se encuentran reflejados en la selección de cuarenta lienzos que en parte gracias a la intervención del propio estudio de Katz, que han ayudado en la preparación del proyecto, ya que el Ministerio de Cultura ha asegurado 27 de las piezas, llegan este verano al museo. 




“Su hijo Vincent siempre cuenta que cuando empezó a hacer figuración quería separarse del realismo convencional, pero se encontró con un problema: qué clase de fondos emplear con las figuras, y cómo hacer que se relacionasen con él. Así que se deriva de dos recursos para romper con la tradición: el fondo plano de color (una de sus grandes marcas, que logra un impacto tremendo en sus grandes obras) y el cut-out, recortes que llegan a convertir la pintura casi en escultura”, continúa el comisario, que se reunió por primera vez con la familia Katz en su sede central de Nueva York (tienen otra vivienda en Maine a la que viajan en los meses más cálidos) en 2019, un año antes de la fecha que han sido programados originalmente para esta ambiciosa muestra. Siempre teniendo en cuenta las singularidades del trabajo de Katz (pintor prolífico donde los haya, que presume de ser capaz de terminar un cuadro en una mañana), Solana lo enmarca en la corriente de neofigurativismo que suplantó, en interés del respetable, la ola del arte abstracto (PollockRothko...) de principios de siglo. 




Otros expertos lo anuncian como precursor del arte pop, pero el neoyorquino se siente mucho menos cómodo en esa categoría. “Yo pinto al natural, con influencias de la cultura. Los artistas pop usan cosas que ya existen en el mundo. Ellos hacen signos, yo hago símbolos”, asegura. “Él pone la pintura al día en la era de los media, que es algo que también hace Warhol, aunque de una manera, digamos, más esclava, porque se deja invadir totalmente por ellos. Permite que los iconos de los medios se conviertan en pintura. En Katz hay más elaboración, él no toma a Marilyn tal cual del mundo del cine y la incluye en su obra. Él crea un icono propio, que es Ada. El mérito que tiene eso es que a Ada la ha creado con medios artesanales, ha pintado unos centenares de imágenes de ella y ha conseguido imponerla como un icono”, desentraña Solana. Otra de las razones por el medio siglo después de comenzar su trayectoria, y sin grandes cambios en su estilo, siga siendo tan rabiosamente moderno es por su rechazo frontal a la nostalgia. “Es un tipo único, muy carismático, muy neoyorquino, muy cool y nada emocional. Detesta el melodrama”, describe el comisario. “Mis piezas son del tiempo en el que vivo, no del anterior. Es una expresión legítima de nuestro tiempo”, apuntala el artista, que se sirve de la moda para marcar el compás del presente. Desde los little black dresses que han vestido muchas de sus musas (o Ada, en repetidas ocasiones) y han fascinado a diseñadores como Calvin Klein, hasta los escaparates que intervino en Barneys New York con motivo de una colección de accesorios de hogar con su sello.


“La moda tiene que ver con la realidad del tiempo. Y siempre cambia con él. El arte cambia un poco más despacio que la moda, pero la pintura está gobernada por ella”, asegura el artista, que el mes que viene cumple 95 años. “Eso significa que no está encadenado ni a la tradición de la Historia del Arte, ni a la nostalgia, sino al puro ahora, aunque el 'ahora' tenga muchas capas. Está el 'ahora mismo' de la luz que entra por la ventana (un instante que, por cierto, le interesa mucho) y el “ahora de la década”, que se puede trabajar con la moda: cómo viste la gente, qué sombreros lleva, que gafas... Todos esos detalles y sensaciones están en el corazón de su pintura, no son un accesorio”, asegura Solana.













HASTA EL 11 DE SEPTIEMBRE

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