domingo, 29 de septiembre de 2019

GIORGIO MORANDI



            Guggenheim Bilbao acoge exposición de

                              Giorgio Morandi


El Museo Guggenheim Bilbao acoge hasta el próximo 6 de octubre la exposición 'Una mirada atrás:...

 


El trabajo de Giorgio Morandi (1890−1964), uno de los pintores de naturalezas muertas más innovadores del siglo XX, no resulta fácil de clasificar. Sus enigmáticas composiciones de botellas, floreros y cajas continúan seduciendo a los espectadores con su aparente sencillez y su impresión subjetiva de irrealidad.
 
Morandi residió durante toda su vida en su ciudad natal, Bolonia, si bien pasaba los veranos en las montañas de Grizzana, en la región de Emilia-Romagna. Vivió y trabajo en su estudiodormitorio, un escenario singular, semejante a una naturaleza muerta, rodeado de sus objetos predilectos, que configuraba una y otra vez de maneras sutilmente diferentes, centrándose en las posibilidades infinitas que ofrecía la representación de artículos domésticos triviales.
 
Aunque Morandi dejó Bolonia tan solo en escasas ocasiones, fue un verdadero viajero a través del tiempo. Perspicaz estudioso de historia del arte, tuvo en cuenta múltiples referentes para formarse como creador. Una mirada atrás examina un aspecto específico del trabajo del artista: el papel que desempeñó la pintura de los Maestros Antiguos en su propia producción. A través del análisis de las naturalezas muertas que realizó desde la década de 1920 hasta la de 1960, la exposición examina las conexiones que pueden establecerse entre estas imágenes y las de los autores a quienes Morandi admiró y estudió. Esta indagación revela mecanismos relacionados no tanto con la influencia o la apropiación, sino más bien afinidades electivas compartidas con estos artistas que le precedieron.

 
 
Una mirada atrás investiga tres de sus antecedentes, que proceden de tres países europeos distintos, centrándose en las referencias premodernas anteriores al siglo XIX: la pintura española del siglo XVII y la tradición del bodegón; los pintores boloñeses desde finales del siglo XVI hasta comienzos del XVIII; y las naturalezas y las escenas de género del artista francés del siglo XVIII Jean-Baptiste Siméon Chardin. Morandi dotó sus imágenes de floreros, botellas y cajas de toda la teatralidad del Siglo de Oro español, del naturalismo del Seicento italiano y de la intimidad que Chardin imprimió al mundo de los objetos cotidianos.
 

BIOGRAFÍA

Nacido en Bolonia, Giorgio Morandi (1890–1964) realiza sus intemporales bodegones, jarrones de flores y paisajes desde su estudio-dormitorio en su ciudad natal. Entre 1907 y 1913 asiste a la Academia de Bellas Artes de Bolonia y tiene un fugaz contacto con el Futurismo italiano, la vanguardia iconoclasta de su país. En 1919–20 se une a figuras como Carlo Carrà y Mario Sironi, así como a Giorgio de Chirico, en el efímero movimiento de la Pittura Metafísica. Tras este interludio, Morandi se embarca en una búsqueda artística personal a través de la exploración del género de la naturaleza muerta y acaba por imbuir a los objetos inanimados de sus contenidas composiciones de una presencia casi antropomorfa. Coexistiendo con el surgimiento de la abstracción, el regreso al orden y la heterodoxia artística a nivel internacional que caracteriza la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, la obra de Morandi desafía cualquier clasificación.
 

Morandi y la tradición del bodegón


El entusiasmo de Morandi hacia los artistas del Siglo de Oro español coincidía con el redescubrimiento en Italia de sus principales maestros. El crítico e historiador del arte Roberto Longhi, a quien Morandi admiraba y con quien entablaría amistad, ya había llamado la atención sobre Diego Velázquez y Francisco de Zurbarán en sus escritos. En 1930 Longhi comisarió la exposición Gli antichi pittori spagnoli della collezione Contini-Bonacossi, organizada en la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma. Se trataba de los fondos de Maestros Antiguos más amplios de toda Italia, que incluían un conjunto impresionante de cuadros españoles del Greco (Doménico Theotocópuli), Bartolomé Esteban Murillo, Velázquez y Zurbarán. En la introducción al catálogo de la muestra de Contini Bonacossi, Longhi ponía de relieve la importancia que la exposición tenía especialmente para los artistas contemporáneos —de ahí la decisión de mostrarla en la principal galería de arte moderno de Italia—, y describía a Zurbarán como el “mayor constructor de formas mediante la luz, siguiendo a Caravaggio y anticipándose a Cézanne”, calificándole de artista protomoderno.
 
Aunque nunca mencionó a ningún español entre los autores que habían influido en su trabajo, el interés de Morandi por los artistas del Siglo de Oro español se evidencia en un revelador episodio en torno al Greco que tuvo lugar hacia 1918–19. El crítico literario Giuseppe Raimondi recordaba una visita que había hecho a casa del pintor, en la que este había abierto un pequeño libro que poseía sobre el Greco y, señalando una reproducción de una Asunción o una Anunciación del tamaño de un sello postal, había apuntado hacia unas flores ubicadas a los pies de los ángeles y los santos, afirmando: “Ningún pintor moderno ha pintado unas flores como estas. Tal vez solo Renoir…”. La modernidad por excelencia de estos artistas convirtió a los maestros españoles en espíritus afines para Morandi.

 Morandi: Un nuevo Incamminato

Cuando el historiador del arte Roberto Longhi comenzó a impartir clases en la Universidad de Bolonia, en 1934, concibió un curso general sobre la historia de la Escuela de Bolonia que abarcaba desde la Edad Media hasta el momento presente. Al año siguiente, lo publicó bajo el título Momenti della pittura bolognese. Longhi sostenía que la característica dominante de la pintura boloñesa era la inmediatez y la expresividad de su interpretación del naturalismo. Según la historia de Longhi, los “héroes” del arte boloñés habían sido los tres hermanos Carracci: Agostino, Annibale y Ludovico, pintores barrocos en activo durante los últimos años del siglo XVI y comienzos del XVII que lideraron un estilo pictórico moderno construido sobre la base de las tradiciones artísticas establecidas. Resulta significativo que Longhi concluyera su análisis con Giorgio Morandi, describiendo su obra como la de un nuevo “incamminato” (encaminado). Longhi subrayaba también el hecho de que Morandi indagara en el pasado para encontrar su camino a través de la “aridez sumamente problemática” de la pintura moderna.
 
Morandi nunca elogió de manera explícita el arte de su ciudad natal. Sin embargo, sí prestó atención a sus antecedentes barrocos e influencias posteriores. El Seicento boloñés se centró en la vida cotidiana y representó sus aspectos más modestos, un hecho que fue fundamental para el desarrollo de la pintura de género en Italia entre los siglos XVI y XVII. Si bien la obra de Morandi no puede ser calificada como “pintura de género”, pues elimina de sus imágenes los elementos pintorescos en busca de un conocimiento más profundo de los propios objetos, se diría que el artista responde a esta tradición italiana en tanto en cuanto representa escenas cotidianas. Así se manifiesta la relevancia de los artistas de Bolonia y del norte de Italia en la pintura de Morandi. En esta sala se muestra una selección de obras pertenecientes a su colección particular.
 

 Espacio y Matière: Chardin y Morandi

 

 
Entre los Maestros Antiguos, Morandi admiró y alabó abiertamente al pintor francés de género Jean-Baptiste Siméon Chardin. En las primeras indagaciones que hizo sobre Chardin, Morandi pudo haber leído el artículo que el crítico de arte Henri des Pruraux publicó en 1911 en la revista de vanguardia La Voce, donde afirmaba que Chardin había inventado la naturaleza muerta moderna autorreferente. En 1932, la revista Valori Plastici distribuyó en Italia la publicación de la monografía profusamente ilustrada de André de Ridder sobre Chardin. Morandi colgó algunas de las reproducciones de este libro en las paredes de su estudio para que le sirvieran como ejemplos constantemente a la vista. Estas ilustracciones le permitieron conocer el proceso artístico de Chardin de manera esclarecedora. El maestro francés trabajaba en series con diferentes variaciones y “reciclabla” en sus obras objetos que poseía, estrategias que también asumió Morandi, volviendo una y otra vez a las mismas jarras, cuencos, botellas y cajas, cuya disposición cambiaba ligeramente.
 
A lo largo de toda la trayectoria de Morandi continuaron estando presentes los ecos de Chardin. En su entrevista de 1960 con el crítico Edouard Roditi, el artista le describía como “el pintor de naturalezas muertas más grande”, porque “nunca dependió de efectos del trampantojo, sino que, por el contrario, con sus pigmentos, formas, su sentido del espacio y su matière, como lo llaman los críticos franceses, logró sugerir un mundo que le interesaba a él personalmente”. En Chardin, Morandi encontró a alguien verdaderamente equivalente en la historia, a quien le preocupaban las mismas cuestiones: el primer artista que abordó el tema de la pintura en sí misma a través de un género específico —la naturaleza muerta— con el fin de comprender todo su potencial.
 
 

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