sábado, 6 de marzo de 2021

MARÍA BLANCHARD

 


Pintora doliente y olvidada


Figura clave del cubismo, se codeó con lo más granado de la vanguardia internacional: Picasso, Juan Gris, Diego Rivera, Jacques Lipchitz, André Lothe...



«Cambiaría toda mi obra por un poco de belleza», se lamentaba María Blanchard, cuyo cuerpo deforme (unos cuentan que la cifoescoliosis que fue retorciendo su espalda se debió a una caída de su madre cuando estaba embarazada de ella: según otros, padecía una enfermedad degenerativa) le provocaba un gran sufrimiento. Poco después de la muerte de la artista, en 1932, Federico García Lorca se sumaba a un homenaje en el Ateneo de Madrid con su ‘ Elogio a María Blanchard’, que comenzaba así: «Yo no vengo aquí ni como crítico ni como conocedor de la obra de María Blanchard, sino como amigo de una sombra...» «Su lucha fue dura, áspera, pinchosa, como rama de encina, y sin embargo no fue nunca una resentida, sino todo lo contrario, dulce, piadosa y virgen», continuaba el poeta, que elogiaba sus manos magistrales, su cabellera («la mata de pelo más hermosa que ha habido en España»), sus hermosos ojos... Para Ramón Gómez de la Serna, que la incluyó en la exposición ‘Pintores íntegros’, fue «la más grande y enigmática pintora de España».

María Gutiérrez-Cueto Blanchard nació en Santander en 1881, el mismo año que Picasso; murió 51 años después en París, donde se codeó con lo más granado de la vanguardia internacional: Picasso, Juan Gris, Diego Rivera, Jacques Lipchitz, André Lothe..., quienes la acogieron como una más del grupo: compartía taller, exponía, se divertía, viajaba con ellos. Nada frecuente en un mundo dominado por hombres. Prima de Concha Espina, alumna aventajada de Emilio Sala, Álvarez de Sotomayor, Anglada Camarasa y Van Dongen, contó con la aprobación no sólo de sus colegas, también de críticos y marchantes con pedigrí. Entre estos últimos, Léonce y Paul Rosenberg.

Mujer de gran inteligencia y fuerte personalidad, poseía una humanidad desbordante: ayudaba a mendigos, prostitutas, pobres y tullidos, a quienes daba cobijo en su casa y retrataba con respeto. Pintora de una profunda sensibilidad artística, fue una figura clave del cubismo (aportó rigor formal, austeridad y dominio del color), pero, mientras la fama se la llevaban Picasso, Braque y Juan Gris (santísima trinidad cubista), ella fue relegada al silencio del olvido. «Ha sido la gran olvidada en la Historia del Arte», según Baltasar Magro, que a finales del año pasado publicó una biografía novelada de la artista, ‘María Blanchard. Como una sombra’ (Alianza).

En 1927, la muerte de Juan Gris la sumió en una profunda crisis espiritual; su pintura se torna más poética. Tras su experiencia cubista, regresa a la figuración, con obras maestras como ‘La comulgante’ (Museo Reina Sofía). La pinacoteca, que atesora quince obras de María Blanchard en su colección, le dedicó una gran retrospectiva en 2012. Su comisaria, María José Salazar, autora del catálogo razonado de la artista, hallaba entonces similitudes entre ella y Frida Kahlo, otra pintora doliente. Sufrió un gravísimo accidente que rompió su cuerpo. Hay quien llama a Blanchard ‘la Frida Kahlo española’. 




( ABC )

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