domingo, 5 de julio de 2020

VA DE ARTE




Échale Guindas, la galería de arte para los que no entienden de arte

 
 

Un acogedor local de Chueca alberga cuadros tan bonitos (y asequibles) que no hará falta ser un experto para querer colgarlos todos en el salón.

 
 
“Las obras de arte se dividen en dos categorías: las que me gustan y las que no. No conozco ningún otro criterio”, así de fácil expresó Chéjov lo que la mayoría pensamos pero nunca nos atrevemos a decir. Al menos, todos los que no hemos tenido contacto con el arte más allá de las clases del colegio y las visitas turísticas a algún que otro museo. Las galerías, hasta ahora, habían sido esos locales en los que daba cierto vértigo entrar y, saber de arte, un requisito imprescindible para adquirir una obra contemporánea. Quién, si no, podría arriesgarse a sacar la tarjeta de crédito y comprarse un cuadro, impulsivamente, sin tener en sus manos, como mínimo, esa bola de cristal que muestra los nombres de los talentos de hoy que se revalorizarán mañana. O quién podría atreverse, tan siquiera, a confesar ante el ducho galerista: “No tengo ni idea. Me lo compro porque me gusta y punto”.
 
Pero ni los galeristas son ya esos hombres grises que parecen mirar por encima del hombro a todo aquel que no sepa diferenciar a Jeff Koons de Takashi Murakami, ni el arte se compra bajo otro criterio que no sea el de Chéjov. “Sepas o no de arte puedes disfrutarlo igual. Cuando abrimos, nuestra idea fue crear un espacio de arte, que normalmente imponen un montón, en el que tú entres, te sientas cómoda, no te dé ningún corte y, además, si te encaprichas te lo puedas permitir. Esa es la clave: hago un pequeño esfuerzo y me lo compro”, explica por teléfono María, la mitad de Échale Guindas, después de una atareada tarde desmontando y montando cuadros para su nueva exposición. La otra mitad es su hermana Laura. Juntas abrieron las puertas de un bonito local, en pleno barrio de Chueca (calle Pelayo, 47), en el que todos los días se desarma el concepto elitista y trasnochado de la galería. “Estuvimos pensando, ¿y si montamos algo? Que es la típica pregunta que te haces. ¿Qué cosas nos pueden gustar en común? Me encantaría tener una librería, me encantaría tener una galería de arte… ¡ostras! Una galería de arte. Las dos somos aficionadas al arte de toda la vida, mi madre y mi abuela han sido artistas. Mi madre, de hecho, es interiorista. Surgió de un gusto y de una pasión común y nos lanzamos. En un mes encontramos el local en la calle que queríamos. Fue una de esas veces en las que se alinea todo. Y a mí no me suele pasar”. Y dicho y hecho, en octubre de 2016 abrieron sus puertas. Laura, licenciada en Historia del Arte, aportó la experiencia de haber trabajado anteriormente en galerías, y María, tras haberse formado en Publicidad y Relaciones Públicas, Interiorismo e, incluso, Psicología, aportó todo lo demás: “He hecho un poco de todo porque siempre me han gustado varias cosas a la vez”.
 
Una puerta de madera verde da la bienvenida a este bonito local

 
 
Cambiar por completo el concepto de la compra de arte parece ser un logro que tiene más que ver con su personalidad que con una estrategia de negocio. La simpatía y cercanía de María al teléfono, la misma que muestra con cada uno de sus clientes, te transporta a una conversación con una amiga. Y eso es precisamente Échale Guindas, un centro de reunión entre amigos y desconocidos, entre artistas y no entendidos. “Aquí hemos celebrado inauguraciones, presentaciones de libros o merendolas. Nos encanta comer y la gente o viene con pastelitos o viene a comer pastelitos. Siempre se juntan varios artistas y amigos. Y las merendolas son muy divertidas, aunque yo creo que, a veces, ya la gente alucina cuando entra”, explica, riendo, María, que ha logrado entablar una amistad con casi todos los artistas que allí exponen.
 
 No cabe duda de que estas dos hermanas han logrado recuperar la calidez, cada vez más extinta, de los acogedores comercios de toda la vida, en los que el trato y el palique eran más preciados que la compra en sí. Aquí, sentirse como en casa no es una opción. Incluso son bienvenidos los perros, a los que tanto adoran y lo demuestran como asiduas colaboradoras de la asociación Las muy perras. Cuando perciben que algún viandante va a parar a su inconfundible puerta de madera verde menta con su can, desde su mesa de trabajo gritan: “Pase, pase, puede pasar”. Después de vencer la barrera de la timidez y traspasar el rótulo que anuncia su divertido nombre –“Es una expresión que mi padre dice constantemente y me hace mucha gracia porque es como una especie de estereotipia”–, tres salas aguardan a los curiosos. De la primera cuelgan las exposiciones temporales con una vida aproximada de un mes; en la segunda, cuadros de todo tipo, son las denominadas “obras de la familia”; y al fondo, “el gabinete”, una pequeña sala con sofá vintage y paredes decadentes reservado para muestras más pequeñas y flexibles.
 
 
 
Si abrir un pequeño comercio hoy en día supone un reto, hacerlo para vender arte implica un desafío aun mayor. “No estamos muy acostumbrados a gastar en arte en España. Es muy complicado y se nota un montón que cuesta. Meterte en Zara y gastarte 100 o 150 euros parece que no duele pero aquí cuesta más. Aun así tengo que decir que se nota un cambio. Todavía no es tan evidente pero la gente se va interesando y va entendiendo esto del consumo inteligente, de comprar algo que realmente merezca la pena. Y que al final te vas a gastar lo mismo en cosas que no duran y que no valen y te cansas”. Ese cambio de mentalidad entre los que entran a Échale Guindas para acabar comprando tiene mucho que ver con la accesibilidad de sus obras, entre las que se pueden encontrar piezas de entre 100 y 300 euros. 
 
“Normalmente los desembolsos en arte son grandes. Lo que queríamos aquí es, todo lo contrario, que te lo puedas permitir, que puedas tener un original en casa”. En Échale Guindas es común encontrar nombres nacionales e internacionales como Angela Deane, Elvira Torre, Laura Castello, Sonia Alins, Mari Quiñonero o Lulu Figueroa Domecq, y obras que se salen de lo típico para atraer a los ojos expertos e inexpertos: “Entender o no entender está genial porque de todo lo que sepas en la vida siempre te va a venir bien pero, en realidad, en nuestra galería eso no es lo importante. Lo importante es que tú entres, te enamores de una obra y te la compres. Porque a mí me ocurre que cada vez que paso luego por delante de ella digo: jo, qué guay, qué bonita. Y cualquier cosa que te haya evocado o transmitido al principio, te vuelve a pasar. Y para eso te tiene que gustar, no fijarte en si una es de un artista que está más reconocido o si esta otra me combina más con el sofá. Tiene que ser la que te haya llamado porque es la que vas a disfrutar para siempre y de la que seguro no te arrepientes ni te cansas”.
 
María y Laura, en un momento de relax, delante de la colección "Mar interior", de Sonia Alins
 
 
Conociendo a María, no es de extrañar que, a pesar de su experiencia, también se apunte al club de Chéjov, incluso para elegir lo que colgará de su galería: “El criterio es totalmente el personal. ¿Esto lo pondría en mi casa? ¿Sí? Para adelante. Siempre le digo a mi hermana que tenemos tanta suerte de no tener que caer en si algo va a resultar comercial o no y que, lógicamente, ocurre en muchos comercios”.

Imposible no terminar nuestra conversación hablando de las exposiciones que le gustaría recomendarnos, además de la suya, por supuesto. “Nos gusta mucho la pintura, la fotografía… y yo en particular soy muy rara así que ahora estoy que me muero por ir a ver la de
Vampiros. La evolución del mito, en CaixaForum”. Las recomendaciones de María son tan atípicas y encantadoras como su galería.
 

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