martes, 12 de agosto de 2025

BIENAL EN PONTEVEDRA

 

De estar en Arco a la pieza de Olafur Elliasson, todo lo que le debe la Bienal a Carlos Rosón

Esta Bienal de Arte, la número 32 de la historia de Pontevedra, le debe bastante a Carlos Rosón. Entre otras cosas, el coleccionista le abrió las puertas de Arco y ha cedido piezas como la de Olafur Elliasson para la exposición del Museo. "Estamos, de verdad, encantados de colaborar".

El arquitecto y coleccionista pontevedrés Carlos Rosón junto a una obra de Carlos Bunga. DAVID FREIRE

Aparte del trabajo de Carlos Bunga, a Carlos Rosón (Santiago de Compostela, 1955) le han gustado especialmente la exposición de Gervasio Sánchez, el vídeo de Isabel Rocamora y la obra de Christian Villamide en esta Bienal Internacional de Arte Contemporáneo. "He visto trabajos buenísimos", dice con entusiasmo. La suya no es una opinión cualquiera. De hecho, podría considerarse una de las opiniones más autorizadas sobre arte contemporáneo que existen hoy en Pontevedra. Arquitecto y coleccionista, está detrás de la Fundación RAC (Rosón Arte Contemporáneo), que atesora más de 300 obras de 170 creadores internacionales. En 2009, la Fundación Arco le entregó su premio a la mejor colección de arte privada. En 2018 recibió uno de los Premios Arte y Mecenazgo de la Fundación La Caixa.

Se ha involucrado más que nunca en esta Bienal.
En la anterior edición, la de 2010, la fundación llevaba muy poco tiempo funcionando, apenas tres años. Colaboramos igualmente, pero no de la forma tan intensa a cómo lo estamos haciendo en esta ocasión. En 2010, el comisario, Santiago Olmo, propuso como tema Centroamérica y El Caribe y nosotros teníamos como invitada, dentro de nuestro programa de residencias, a Tania Bruguera, una artista cubana que nos interesaba mucho. Esta vez, el artista que expone en la fundación lo hace dentro de la programación oficial de la Bienal. Es Carlos Bunga, al que llevo siguiendo desde hace mucho tiempo. Estamos, de verdad, encantados de colaborar.

Su colaboración empezó mucho antes del inicio de las exposiciones cuando, en palabras del comisario Antón Castro, usted les "abrió las puertas de Arco".
Porque, como estoy en el comité asesor de la Fundación Arco, aprovechando mi proximidad a la dirección de la feria, propuse que se presentase allí la Bienal. Al final, Arco es el evento de arte contemporáneo más importante que hay en España. Fue un acto muy bonito y vino un montón de gente. Entre ella estaban muchos de los artistas que están participando ahora mismo en la Bienal. Creo que fue una forma muy interesante de difundir la Bienal a nivel nacional e internacional.

Ha sido un éxito recuperar estas exposiciones. Han inundado la ciudad y le han dado una nueva vida

Por otro lado, como me decía, el espacio expositivo de la Fundación RAC acoge una de las exposiciones centrales del evento: la del portugués Carlos Bunga. 
Poco antes de venir a conocer el espacio donde iba a desarrollar su proyecto, Carlos Bunga vio un documental sobre la Ciudad de los Muchachos, de Benposta, en Ourense.

Le interesó muchísimo así que, cuando vino aquí, se acercó a Ourense para ver lo que quedaba de todo aquello y, a partir de ahí, empezó a trabajar. Por eso el título de su propuesta es Saltimbanqui. Hace referencia a todas estas piezas de la exposición que están en equilibrio. Al mismo tiempo, todo está conectado de alguna manera con su historia personal, porque Carlos tiene un origen muy humilde y en este caso ha trabajado con materiales de desecho, objetos deteriorados o sin uso, a los que ha dado una nueva vida. Todo esto se complementa con un vídeo de Alexander Calder, de los años 20, titulado Le Grand Cirque (El gran circo), con una serie de personajes, creados con alambre, con los que se monta un espectáculo circense. 

El mismo día de la inauguración de la Bienal, la Fundación RAC se llenó de gente para escuchar al artista.
Eso tuvo que ver con otra iniciativa en la que estoy involucrado junto a otros coleccionistas, Colecciona, que promociona actividades y exposiciones. Les propuse que uno de los espacios a visitar este año fuese Pontevedra y su Bienal. Pero Colecciona no solo promueve estas visitas sino que también organiza actividades culturales, charlas, etc. Me propusieron hacer una charla con Carlos Bunga el día de la inauguración de la Bienal y yo se lo hice llegar a los organizadores, que estuvieron de acuerdo. Vino la comisaria adjunta de la Bienal, Agar Ledo, y una persona del Circo de los Muchachos y la verdad es que resultó muy bien y fue una experiencia muy bonita.

Todavía hay otra colaboración más de Carlos Rosón con la Bienal. De su colección es la pieza 'Esfera cuadrada de color', de Olafur Eliasson, que se puede ver en el Museo.
Sí. Antón Castro me pidió dos obras de la colección para la Bienal. Una es esa y la otra, que está justo a su lado, es la de las lámparas de Tobias Rehberger. Las hemos cedido encantados.

La de Olafur Eliasson es una de las piezas centrales del evento porque él es hoy una estrella del arte contemporáneo europeo. ¿Fue muy difícil hacerse con ella?
Fue relativamente difícil, sí. Porque llega un momento en el que las galerías de los artistas empiezan a seleccionar mucho a quién le venden las piezas. Primero, porque quieren que vayan a parar a buenas colecciones y, después, porque tratan de evitar la venta de arte a personas que buscan especular con ella. Yo siempre quise tener una obra suya, pero supongo que no era lo suficientemente conocido y que no consideraban que la colección tuvierse tanta importancia como para vendérnosla. Así que tuve que pedirle ayuda a una persona del patronato de nuestra fundación, Lorena Martínez de Corral, hija de María de Corral, que fue directora el Reina Sofía y comisaria de dos bienales de arte de Pontevedra. Fueron ellas las que entraron en contacto con la galería del artista en Berlín y consiguieron que me vendieran la pieza.

El arte debe ser rupturista y cuestionar la sociedad; debe hacer que la gente se revuelva un poco

¿Qué ha recuperado Pontevedra al recuperar esta Bienal después de 15 años?
Lo ha recuperado todo. Sinceramente, estoy muy sorprendido de la repercusión que está teniendo, no solo en Pontevedra sino en toda España y fuera de ella. Lo mejor de esta Bienal es que ha inundado la ciudad. Le está dando una nueva vida. Ha sido un éxito recuperarla. Era una pena que una bienal histórica como la de Pontevedra, que en los últimos años había sido tan buena, hubiese quedado aparcada. El haberla retomado y la intención que tiene Rafa Domínguez de que continúe dentro de dos años es un gran aliciente cultural para la ciudad y para todos los que estamos involucrados en este ámbito. Que exista la Bienal de Pontevedra es fundamental.

"Me parece muy valiente hacer una bienal con un tema como este", dijo el fotógrafo Gervasio Sánchez sobre el hilo conductor del evento: la guerra. ¿A usted qué le parece?

Es un tema muy duro. Pero es que el arte debe ser rupturista y cuestionar la sociedad, debe hacer que la gente se revuelva un poco y reflexione. La guerra, desgraciadamente, es un tema de absoluta actualidad. A pesar de ser un tema difícil, creo que los artistas lo han sabido enfrentar muy bien y que hay unas piezas fantásticas tanto en el Museo como en el Pazo da Cultura. Antón Castro ha sido muy valiente planteando y desarrollando esta idea.

(DIARIO DE PONTEVEDRA)

ARTE EN MADRID

 

Si estás en Madrid en agosto, estas son las exposiciones que no puedes perderte

De la inmersiva de Cleopatra al reencuentro con ‘Doctor Zhivago’ en Madrid, estas son las propuestas a tener en cuenta durante el mes

Aunque parezca que en verano todo está cerrado y todo el mundo está de vacaciones, hay una ciudad que nunca descansa, y esa es Madrid. La capital del país tiene siempre abiertas sus puertas y en materia de ocio, entretenimiento y sobre todo cultura, hay pocas ciudades en todo el mundo que puedan rivalizar. Durante este mes de agosto no será diferente, ya que la ciudad cuenta con una amplia variedad de oferta cultural, que va desde lugares insignes como el Museo del Prado o el Thyssen-Bornemisza a otras algo diferentes como las exposiciones inmersivas.


CCCB

 

Picasso, Dalí o Goya se reúnen en 'El aire conmovido', la exposición imprescindible del verano

Hasta el 25 de septiembre de 2025, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) abre las puertas de una muestra de diferentes manifestaciones artísticas, seleccionadas por Georges Didi-Huberman, que exploran el concepto de duende de Federico García Lorca.

Barcelona, siempre generosa en su calendario de arte, ocio y cultura, suma esta temporada una cita imprescindible, la exposición En el aire conmovido. Hasta el 28 de octubre de 2025, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) se convierte en escenario de una ambiciosa muestra con más de 300 obras de grandes figuras de la cultura europea reunidas bajo el criterio y la mirada única del historiador y ensayista francés Georges Didi-Huberman.

La propuesta basa su puesta en escena en la representación emocional a través del arte. Tomando este concepto como punto de partida, diferentes manifestaciones artísticas de personalidades como Camarón, Colita, Salvador Dalí, PicassoGiacometti, Goethe, Goya, Victor Hugo, Jahnsen, Lorca, Miró, Pasolini, Picasso, Rodin o Zürn conforman un diálogo sobre la capacidad de las imágenes para conmover y transformar.


El germen de la muestra es literario: el Romance de la luna, luna, incluido en el Romancero gitano (1928) de Federico García Lorca. En este poema, el autor explora la noción estética del concepto del "duende", término que siempre ha interesado a Didi-Huberman y que Federico García Lorca condensa en el verso "en el aire conmovido", metáfora de la tensión sensible entre el observador y la obra. Desde ahí, el recorrido se organiza en estaciones temáticas —infancias, pensamientos, rostros, gestos, paisajes, política y un regreso final a la infancia— que invitan a un viaje emocional y reflexivo


La selección, profundamente personal, combina fotografías, pinturas, esculturas, películas, grabados, libros, bocetos, poemas y músicas que exploran cómo las emociones se comparten colectivamente. Desde investigaciones visuales de Aby Warburg, partituras y dibujos de Nietzsche, hasta obras pictóricas de Tàpies o Miró, entre muchos otros.


En el aire conmovido es una exposición, pero también es una experiencia poética y crítica que invita a formar parte de una experiencia poética que recorre estas sensaciones infantiles desde la doble perspectiva de la utopía y la tragedia. Así, en este espacio de Barcelona, Didi-Huberman invita a retornar a la mirada infantil, en el sentido de su potencia de asombro, capacidad de resistencia y deseo de transformación. Una mirada que él mismo ha manifestado ser necesaria, incluso, en contextos extremos.

(BAZAR)




lunes, 11 de agosto de 2025

CGAC

 

PRISCILLA MONGE. CUESTIONES DE VIDA O MUERTE

13 Junio 2025 - 05 Octubre 2025


La obra de Priscilla Monge, ha sido frecuentemente incluida en la escena posconceptual latinoamericana de los noventa, pero hay que tener en cuenta que en esos años ni Costa Rica ni la región centroamericana a la que pertenece figuraban en los mapas del arte latinoamericano reconocido internacionalmente.

Formada en la Universidad de Costa Rica, donde dominaba una estructura docente ligada a los esquemas de las bellas artes académicas, y tras un periodo de estancia en Bélgica, retorna a su país natal donde desarrolla una obra contundente y revulsiva que tiende a poner al descubierto los sistemas de opresión, exclusión, discriminación y dominio en la vida cotidiana; en definitiva, todo aquello de lo que ni se suele ni se quiere hablar: los insultos, los gestos, lo incómodo, en definitiva la pervivencia de formas arcaicas e injustas en un mundo moderno solo en apariencia. En ese sentido sus obras son pioneras en muchos sentidos y no solo en Centroamérica, donde su influencia es decisiva a finales de los años noventa, cuando se produce una transformación radical del ámbito artístico al tiempo que se consolidan los tratados de paz y se cierran décadas de conflictos en los diversos países de la región centroamericana. En su obra de esos años se abordan cuestiones como la violación marital y el abuso sexual, la normalización de la menstruación, el maltrato o el feminicidio, que en ese momento aún estaba por tipificar.

Sin embargo, sus obras no son manifiestos, ni ensayos de investigación y mucho menos se acercan al amarillismo periodístico. Todo se desarrolla en voz baja, con ironía y con dosis de humor, sacando partido a lo paradójico, con resultados ingeniosos, sutiles, que permiten reflexionar en silencio.

En un plano más visible aparece la confrontación de las esferas públicas y privadas de las vidas individuales y en sociedad, como escenarios que son vasos comunicantes en permanente tensión. A través de medios y lenguajes tan diversos y contundentes como el textil y el bordado, la pintura y la escultura, entendida como collage de objetos encontrados o como su manipulación con el objetivo de variar su significado y sentido, la luz de neón, el dibujo, el vídeo, la fotografía y el texto, Priscilla Monge, construye escenas y situaciones de confrontación entre el espacio real de la cotidianidad y su interpretación social y psicológica.

Ha participado en la Bienal de La Habana (1997, dirigida por Llilian Llanes), la Bienal de São Paulo (1998, comisariada por Paulo Herkenhoff), la Bienal de Venecia (2001, en la sección oficial comisariada por Robert Storr, y 2013, en la representación costarricense), la Bienal de Limerick (2003, comisariada por Virginia Pérez-Ratton), la Bienal de Sevilla (2004, comisariada por Harald Szemann), la Bienal de Liverpool (2006), o la Bienal de Pontevedra (2010) y es también relevante su inclusión en 1999 en la muestra comisariada por Gerardo Mosquera, Pervirtiendo el minimalismo en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, coincidiendo con un ciclo de exposiciones sobre arte latinoamericano dirigido por M.ª Carmen Ramírez. En el CGAC, ha participado en la exposición Camiños III con una obra centrada en la problemática de la menstruación en el espacio público y en Traballo en equipo, en el Museo Centro Gaiás de la Ciudad de la Cultura, con un vídeo de 1999 sobre la problemática del maltrato doméstico que pertenece a la Colección CGAC.

Sus piezas están situadas entre las dimensiones significativas de lo verbal y de lo visual de los signos y las representaciones. Como ella misma afirma: “Se encuentran en un espacio fractal, ese espacio entre la palabra y la imagen y viceversa. Es en ese límite donde el arte genera un lugar seguro y de búsqueda espiritual y seguramente de cambio”.

La exposición reúne obras de todas sus etapas incidiendo en aquellas con una especial significación social y propone revisar su obra como un trabajo anticipatorio y seminal de las preocupaciones feministas sobre la vida cotidiana que hoy continúan vigentes.


GUGGENHEIM BILBAO

 

Helen Frankenthaler y las pintoras del expresionismo abstracto


La muestra que el Guggenheim Bilbao dedica a la artista norteamericana es una buena ocasión para revisar su obra, pero también la de otras expresionistas, relegadas a la segunda fila por su condición de mujeres


Helen Frankenthaler en su estudio de Nueva York con su pintura 'Alassio',1960 

 Foto : Walter Silver



En 1950 la prensa los bautizó como “los irascibles”. Eran dieciocho jóvenes pintores con talleres en la bohemia parte baja de Manhattan, que mandaron al Metropolitan Art Museum una airada carta de protesta. Acusaban al museo de rancio por su elección de artistas americanos emergentes para una exposición. Obviamente, ninguno de ellos había sido seleccionado. 



El 15 de enero de 1951 la revista Life publicó un artículo titulado Los irascibles , ilustrado con una hoy legendaria fotografía de Nina Leen. En ella posaban –con cara de pocos amigos, haciendo honor al mote– quince de los firmantes de la carta. Estaba la plana mayor del expresionismo abstracto neoyorquino: Pollock, Rothko, De Kooning, Still, Motherwell, Newman, Baziotes, Gottlieb… Solo faltaban algunos pesos pesados como Gorky y Kline. Entre los retratados había solo una mujer: Hedda Sterne, una pintora hoy bastante olvidada.

Al año siguiente, se llevó a cabo una exposición colectiva muy relevante para el movimiento, la llamada 9th Street Art Exhibition, comisariada por un joven Leo Castelli. De los 72 artistas –entre los que estaban el padre de Robert de Niro y el español Estaban Vicente– solo once era mujeres, entre ellas Helen Frankenthaler, Lee Krasner, Elaine de Kooning, Joan Mitchell, Grace Hartigan y Perle Fine. Faltaban Mary Abbott y Ethel Scwabacher.

Es posible que los nombres de la mayoría de ellas no les suenen, porque los titulares y las cotizaciones al alza los acaparaban sus colegas masculinos como Pollock y Rothko. No puede decirse que las pintoras estuvieran arrinconadas, porque entre 1950 y 1951, las tres más destacadas –Frankenthaler, Krasner y Mitchell– tuvieron exposiciones individuales en galerías de la ciudad. 



Sin embargo, ocupaban un segundo plano con respecto a sus compañeros varones y tardaron muchos más años que estos en tener exposiciones individuales en museos de primer nivel. En los años cincuenta planeaba en el mundillo artístico una misoginia que se prolongó durante años y que Siri Hustvedt retrata con agudeza en su novela El mundo deslumbrante, ambientada en los años ochenta.

El epítome del expresionismo abstracto era Jackson Pollock, con sus turbulentos demonios etílicos y la masculina fiereza de su trazo; el término Action painting , como se bautizó su técnica, rezuma testosterona. Los prejuicios de la época jugaban en contra de las artistas: en aquel entonces adjetivar su pintura como femenina no era precisamente un piropo, sino un modo de decir que no poseía el ímpetu y la tensión dramática de las creaciones de sus colegas varones. El alemán Hans Hoffmann, maestro de muchos de los expresionistas abstractos, llegó a comentar sobre un cuadro de su alumna Lee Krasner que “esto es tan bueno que nunca dirías que lo ha pintado una mujer”. 




Sin embargo, ocupaban un segundo plano con respecto a sus compañeros varones y tardaron muchos más años que estos en tener exposiciones individuales en museos de primer nivel. En los años cincuenta planeaba en el mundillo artístico una misoginia que se prolongó durante años y que Siri Hustvedt retrata con agudeza en su novela El mundo deslumbrante, ambientada en los años ochenta.

El epítome del expresionismo abstracto era Jackson Pollock, con sus turbulentos demonios etílicos y la masculina fiereza de su trazo; el término Action painting , como se bautizó su técnica, rezuma testosterona. Los prejuicios de la época jugaban en contra de las artistas: en aquel entonces adjetivar su pintura como femenina no era precisamente un piropo, sino un modo de decir que no poseía el ímpetu y la tensión dramática de las creaciones de sus colegas varones. El alemán Hans Hoffmann, maestro de muchos de los expresionistas abstractos, llegó a comentar sobre un cuadro de su alumna Lee Krasner que “esto es tan bueno que nunca dirías que lo ha pintado una mujer”. 


Sin embargo, la pincelada vigorosa y visceral de Krasner o Joan Mitchell no puede reducirse a clichés de género. Tampoco la de Elaine de Kooning en su etapa más próxima a la abstracción, la de la serie de los toros. Después dio un giro a su carrera y se convirtió en una retratista tan apreciada que pintó por encargo de la Casa Blanca el retrato oficial de Kennedy un año antes de su asesinato.

Joan Mitchell, que a partir de 1959 abandonó Nueva York y se instaló en París, desarrolló un estilo inconfundible basado en feroces pinceladas con colores muy intensos. Podría recordar a De Kooning, pero hay varias diferencias sustanciales, la más relevante de las cuales es el uso del espacio negativo, es decir las partes del lienzo que deja sin pintar. Frente a la tendencia a empastar todo el lienzo con gruesas capas de pintura de De Kooning o Pollock, ella deja que respire, lo cual la podría emparentar con Kline, pero su trazo y sobre todo su uso del color la aleja por completo de él. 

A Lee Krasner le costó quitarse de encima el calificativo de “mujer de Jackson Pollock”, para reivindicarse como pintora por derecho propio. Es cierto que en algunas de sus obras puede verse la influencia de la titánica personalidad de él, pero, cuando lo conoció, ella ya había desarrollado su estilo. Y la evolución de su carrera tras la muerte de él –en accidente automovilístico, acompañado por su amante, que sobrevivió– deja clara su poderosa voz autónoma. De entre sus lienzos destacan aquellos en los que crea vibrantes ritmos internos a través de trazos circulares, con una paleta cromáticamente restringida.

Pese a vivir en un entorno bohemio, las convenciones sociales de la época hicieron que algunas de estas artistas ralentizaran sus carreras para dedicar sus esfuerzos a gestionar y promocionar la obra de sus parejas. Lee Krasner se volcó en apoyar al alcohólico Jackson Pollock y Elaine de Kooning a de Willem de Kooning tras su reconciliación. Quizá no esté de más apuntar que no crecieron a la sombra de sus célebres maridos, porque cuando los conocieron sus carreras ya estaban plenamente desarrolladas.

A Helen Frankenthaler la introdujo en los círculos del expresionismo abstracto Clement Greenberg, con el que mantuvo una relación amorosa durante cinco años, antes de casarse con Robert Motherwell. Fue a través de Greenberg que descubrió la obra de Pollock, en una exposición de 1950 en la Galería Betty Parsons (otra figura femenina muy importante de este periodo). Frankenthaler quedó tan deslumbrada que cambió su modo de pintar. 


Tomó de Pollock la idea de trabajar con la tela en el suelo y el uso de lienzos de grandes dimensiones, pero creó su propia técnica –distinta a la del dripping o pintura por goteo–, bautizada como soak and stain (empapar y manchar). Consistía en diluir el óleo en trementina o queroseno hasta dejarlo muy líquido, para verterlo y extenderlo con una esponja sobre la tela sin imprimar, lo que la hacía más porosa. La aplicó por primera vez en 1952 en la obra The Sea and the Mountains.

Lo que consigue es que el óleo pase a tener una densidad de acuarela, lo que le da una apariencia traslúcida y crea
alrededor de las manchas una suerte de aura. Su estética está emparentada con la de los pintores del color field painting (pintura de campo de color) como Rothko, Clyfford Still, Barnett Newman y Kenneth Noland. Pero en su caso, los colores adquieren un aspecto etéreo y las formas parecen flotar en el espacio. La artista solía partir para sus abstracciones de recuerdos de paisajes, evocando la costa de Provincetown, en Cape Cod, donde pasaba los veranos. Pueden ver una buena selección de su obra en la exposición Helen Frankenthaler: pintura sin reglas en el museo Guggenheim Bilbao, procedente del Palazzo Strozzi florentino.

La artista procedía de una eminente familia del Upper West Side –su padre era juez del Tribunal Supremo– y tuvo una educación privilegiada. Su sofisticación se materializa en la sutileza compositiva de sus telas, que transmiten un lirismo poco habitual en el expresionismo abstracto. Hay una preciosa imagen de ella en su estudio, tomada en 1956 por el gran fotógrafo y cineasta afroamericano Gordon Parks para Life , que la muestra sentada en el suelo y rodeada de sus telas. Es la imagen de una joven glamurosa envuelta en su universo creativo, y resume la esencia de su personalidad y su obra: magnetismo, fuerza contenida, hálito poético.

Helen Frankenthaler: pintura sin reglas. Guggenheim. 

Bilbao.www.guggenheim-bilbao.eus. Hasta el 28 de septiembre

(LA VANGUARDIA)


domingo, 3 de agosto de 2025

VOGUE


Hay vida para el arte contemporáneo más allá de la grandes ciudades 

No solo de megaurbes vive la creación contemporánea. Cada vez más instituciones apuestan por deslocalizar sus colecciones para que sus fondos sean más accesibles en otros puntos geográficos, brindando la excusa perfecta para hacer un viaje

Es fácil asociar las grandes ciudades –pongamos Madrid o Barcelona– con las mecas del arte contemporáneo. Y no es descabellado: a menudo los centros dedicados a la creación artística más vanguardista se sitúan en los grandes focos de población. Pero, cada vez con más frecuencia, hay centros y fundaciones que deciden buscar otros emplazamientos alternativos para agitar culturalmente ciertas zonas. Estos son solo algunos que vale la pena visitar.

NOTICIA COMPLETA

EL GRITO

 

Estas mujeres organizaron la primera muestra de arte femenino durante la dictadurA


Tanja Tanvelius, Pilar Lojendio y Maud Westerdahl (de izqda a dcha) Fondo Westerdahl, Archivo Histórico Provincial de Tenerife

En diciembre de 1965, doce artistas se agruparon para hacer la primera exposición de mujeres en plena dictadura, que además fue la segunda en la historia del arte contemporáneo español. “Exponemos juntas, nada más”, aseguraban en el manifiesto del proyecto, alejándose de cualquier proclama política o feminista. El título de la exposición era directo: 12, como el número de participantes que reunieron esculturas, óleos, esmaltes, abstracciones y figuraciones en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife bajo la atenta mirada del régimen franquista.

Había tantos nombres locales como participantes extranjeras afincadas en las islas, aunque en Canarias resulta difícil hacer esa distinción entre lo que es de fuera y lo que no. Lo autóctono y lo foráneo es una de las tensiones que atraviesan la identidad del archipiélago, cruce de caminos para muchas personas y culturas. La exposición que ahora puede verse en el TEA llamada Rebeldía y disciplina visibiliza esa y otras polaridades en la historia del arte contemporáneo local. También, qué es lo colectivo y qué es lo individual, cuando hablamos de arte y cultura.

Aunque la muestra busca recordar algunas de las iniciativas grupales que se han dado en Canarias en los últimos cien años, también acabamos viendo una fluctuación identitaria entre el espíritu universalista y abierto de las islas –cuyo exponente más extremo es el turismo de masas–, frente a la búsqueda de una identidad propia cercana a lo antropológico que, igualmente, acabará estando contaminada por la mirada exótica del extranjero.


Cartel original de la exposición, 1965






Tres       bloques temporales

En Rebeldía y disciplina se muestran más de 200 obras de arte que buscan tensar relatos y preguntar por los grupos de artistas que han intentado construir algo en Canarias. Desde la Escuela Luján Pérez hasta Neoblanditas, pasando por colectivos disueltos, revistas efímeras, talleres compartidos y acciones fugaces. Hay una estructura cronológica que divide la muestra en tres partes (1918-1950, 1950-1970, y 1970-2025) y ayuda explicar la genealogía del arte en las islas, pero que explica también la evolución del arte contemporáneo internacional.

Una de esas salas está atravesada por los ecos de Gaceta de Arte, proyecto editorial dirigido por Eduardo Westerdahl que entre 1932 y 1936 reunió a artistas, arquitectos, teóricos y poetas europeos. Se muestran las obras de artistas que pasaron por colectivos como el grupo PIC –Pintores Independientes Canarios–, que a mediados de los años cuarenta buscaba sacar a la pintura canaria del regionalismo. O el grupo LADAC –Los Arqueros del Arte Contemporáneo–, de la que formaron parte los hermanos Millares y que, por contra, construía un vínculo con la tradición autóctona.

En una vitrina se pueden ver los pequeños dibujos de Felo Monzón, que formó parte de LADAC, hechos en el campo de concentración de Fyffes. Y no lejos también óleos de pintores afiliados al régimen. La muestra recorre, como quien no quiere la cosa, todo tipo de registros estéticos que van del surrealismo, muy vinculado con las islas, a la figuración clásica, el informalismo o las prácticas actuales de vídeo y fotografía.

En los años setenta aparecen espacios como El Almacén o la Sala Conca, que lo mezclaron todo: arte internacional, producción local y acción política. Incluso una discoteca, Tam-Tam, que sirvió de espacio artístico en los años setenta. En el presente, Proyectos como Solar, La Limonera, Casa Antillón o Storm And Drunk dan forma a lo común desde condiciones precarias e intermitentes, en muchos casos.


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