lunes, 13 de noviembre de 2023

MAESTRAS

 


Las mujeres artistas reclaman su lugar en la historia en la próxima exposición del Museo Thyssen




Maestras, la muestra patrocinada por Carolina Herrera y que podrá visitarse del 31 de octubre hasta el 4 de febrero de 2024, viene a saldar la deuda que la historia del arte tiene con las mujeres creadoras

En el palco (1904-1907), de Helene Funke.Cortesía del Museo Thyssen

Si jugáramos a nombrar a cinco artistas hombres y cinco mujeres mínimamente relevantes en la historia del arte es bastante probable que finiquitáramos la primera parte de la ecuación en cuestión de segundos y que, por el contrario, tardáramos bastante más –o incluso que no llegáramos a la cifra requerida– para completar la segunda. Es un hecho: ellas no han logrado trascender al nivel de sus colegas masculinos con la misma fuerza y el mismo fulgor hasta entrado el siglo XXI. Y no porque no hubiera mujeres interesadas en la creación artística y que la practicaran muy activamente, sino porque en la mayor parte de los casos tenían que desarrollar dicha producción en los márgenes del ámbito de lo femenino y de lo doméstico que, durante siglos, fue el mismo territorio. Este otoño el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid acoge una ambiciosa exposición –Maestrasque podrá visitarse del 31 de octubre hasta el 4 de febrero de 2024– que viene a reescribir ese relato para descubrir, significar y celebrar a muchas de las mujeres que contribuyeron a definir el arte entre 1550 y 1950, a pesar de todo y de todos. Artemisia Gentileschi (cuya biografía es, en sí misma, el reflejo más cruel del patriarcado), Angelica Kauffmann, Clara Peeters, Rosa Bonheur, Berthe Morisot, Mary Cassatt, María Blanchard, Natalia Goncharova, Sonia Delaunay o Maruja Mallo son algunas de las figuras cuya obra sirve de contestación a ese borrado de la historia del arte.

La muestra cuenta con el patrocinio de Carolina Herrera. “Maestras es una celebración de la creatividad femenina a través del tiempo, y estamos orgullosos de ser una casa fundada por una mujer que no tuvo miedo de expresar su estilo y creatividad a través de su trabajo. Cuando hablamos de este proyecto con la pinacoteca, quedó claro que el objetivo de esta exposición estaba perfectamente alineado con los valores de la firma”, explica por correo eléctronico desde Nueva York Wes Gordon, director creativo de la marca, al hilo de cómo surgió esta asociación artística.

La exhibición, comisariada por Rocío de la Villa desde una perspectiva feminista, contará con más de un centenar de piezas entre pinturas, esculturas, obras sobre papel y textiles, y propone un recorrido por las contribuciones artísticas de creadoras, desde finales del siglo XVI a las primeras décadas del siglo XX, a través de ocho escenas fundamentales en el camino de las mujeres hacia su emancipación. “Tenemos una investigación muy fornida –son 50 años de estudio feminista del arte–, pero, sin embargo, el público conoce poca obra de artistas mujeres”, explica De la Villa, tal y como tratábamos de probar al principio de este texto.

Desayuno en la cama (1897), de Mary Cassatt.Cortesía del Museo Thyssen

Son muchos los motivos que condenaron al ostracismo a todas estas creadoras, aunque todos beben de la mentalidad profundamente patriarcal imperante durante siglos y de todas las consecuencias sistémicas que esta trajo: desde el nulo acceso a la formación por parte de ellas (“Hasta la segunda mitad del siglo XIX las mujeres no pudieron ingresar en las academias, así que no podían estudiar anatomía. Y es muy complicado hacer una pintura de historia, por ejemplo, si no sabes dibujar el cuerpo humano”, explica la comisaria), hasta la popularización –castrante e interesada– del mito del ‘ángel del hogar’ que trajo consigo la crisis demográfica de mediados del siglo XX.

Uno de los aspectos más importantes de la exposición tiene que ver con la traslación de la sororidad al espacio creativo. “Las mujeres empiezan a darse cuenta de lo importante que es poder tener voz. Las iconografías que hemos buscado hablan de eso, de hablar y escuchar. Son escenas en las que se presenta la complicidad entre mujeres. Sus colegas hombres también las estaban haciendo, pero la perspectiva es muy distinta. La mirada de ellos es misógina y erótica, mientras que la de ellas, sin embargo, es bastante casta y recatada normalmente”, explica De la Villa. Los lazos y las conexiones femeninas también están en el corazón de la selección de las obras que componen la muestra. “Es raro que las mujeres aparezcan juntas en la historia del arte. Más bien siempre están aisladas –como ocurre en La planchadora, de Picasso, por ejemplo– y muchas veces cuando aparecen son un grupo sin personalidad. Es muy bonito que de repente se den escenas de mujeres en las que realmente no están haciendo nada más que disfrutar de su amistad. Y que haya otras mujeres a las que ese tema les parezca relevante como para pintarlo”.

Confidencias crepusculares (1888), de Cecilia Beaux.Cortesía del Museo Thyssen

Ese espíritu colectivo tiene también una vocación educacional y de transformación mucho más profunda, tal y como ilustra la curadora. “Las exposiciones individuales de artistas mujeres –que, por supuesto, son muy necesarias– me parecen una estrategia conservadora porque es lo que menos puede molestar al relato artístico tal y como está construido y, por lo tanto, al museo. Siempre se plantean en términos de excepción y, además, así aislamos. Lo importante es que el discurso patriarcal que ha reinado en la historia del arte se vaya desmontando y se vayan incorporando con normalidad las obras de artistas mujeres”.

Como no podía ser de otra forma, uno de los ocho capítulos que integran la muestra está dedicado a la maternidad. “Es muy importante porque es una iconografía ancestral, es el símbolo de la fertilidad, de la posibilidad de las mujeres como madres. Todo el mundo reconoce las imágenes de las madonnas. Pero muchas veces ocurre que las vírgenes no se atreven ni a tocar al Niño Jesús, son como meros tronos. En esas maternidades, las protagonistas ni tan siquiera son ellas. En muchas ocasiones las pintoras reflejan esta cotidianidad mostrando, precisamente, la dependencia de los niños hacia ellas. Y también esa otra parte de la maternidad que no es tan ideal”, explica.

Niña tehuacana. Lucha María (1942), de Frida Kahlo.Cortesía del Museo Thyssen

Sin embargo, la muestra tiene un enfoque positivo y trata de poner el acento en la red de apoyo que siempre han tejido las mujeres por y para ellas, un espíritu que se manifiesta de principio a fin. “En la última sala tenemos las dos versiones de la verbena de Maruja Mayo, donde las mujeres están en la ciudad contentas y completamente libres. Y esta es la idea de alegría por la emancipación que queremos transmitir a la gente que venga a visitar la exposición”. Una visión optimista que la comisaria extrapola a la escena artística actual, en plena revolución. “Estamos viviendo un momento de gran cambio. Los museos están sacando obras de los depósitos y, a la vez, en el mercado del arte se han dado cuenta de que se ha abierto un nuevo nicho de mercado y están recuperando sobre todo a artistas del siglo XX”, desvela. Mujeres apoyando a otras mujeres, como siempre ha ocurrido aunque nadie lo viera.

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