miércoles, 4 de agosto de 2021

EL ENTIERRO DE CRISTO

 


La obra perdida que atormentó a Sorolla


Los fragmentos restaurados que se conservan de El entierro de Cristo

Juan Carlos Rojas

Un tormento. Esto es lo que le supuso a un joven Joaquín Sorolla pintar el cuadro El entierro de Cristo, un óleo sobre lienzo de gran formato (siete metros) en el que empleó más de un año, multitud de apuntes en cuadernos y bastantes bocetos que muestran la evolución que fue adquiriendo el proyecto hasta lograr el resultado final y que supuso su primer gran fracaso. La obra, presentada en la Exposición Nacional de 1887, no convenció e incluso recibió críticas despiadadas. Solo logró una mención honorífica por parte de un jurado de pintores presidido por Federico Madrazo. El maestro del artista, Francisco Pradilla, tuvo que consolarlo por carta.

Una de las obras de la exposición ‘Sorrolla. Tormento y devoción’, en el Museo Sorolla




Decepcionado, el pintor valenciano abandonó la obra a su propio destino. “La arrinconó en un sótano y se fue destruyendo, a excepción de tres fragmentos”, explica Sonia Martínez, conservadora del Museo Sorolla. Y estos tres fragmentos, restaurados, son la gran sorpresa de la exposición Tormento y devoción que hasta el 9 de enero ocupa cuatro salas de la que fuera casa del artista en Madrid. Ya sabemos el origen de ese “tormento”, mientras que la “devoción” corresponde al reconocimiento que acabó logrando, y a la vez nos aproxima a la temática religiosa de la muestra, la menos conocida del pintor, y que corresponde sobre todo a sus primeros años, cuando todavía se está formando, primero en Roma, después en Asís y al final, en Madrid.

Una de las muestras que componen la exposición ‘Sorrolla. Tormento y devoción’, 


Una antigua fotografía del gran lienzo ha permitido reproducir su aspecto a tamaño natural e insertar en sus lugares esos tres pedazos que han logrado sobrevivir el paso del tiempo y del olvido. Curiosamente, el destino ha querido que uno de ellos fuese el rostro del Cristo fallecido. Y lo que no deja de ser curioso, se trata de un lienzo muy oscuro. La característica luz de Sorolla “vendría después, a mediados de los noventa”, detalla Luis Alberto Pérez Velarde, comisario de la exposición.

Detalle de 'El día feliz' de Sorolla


Las 46 obras que componen la muestra, la mayoría inéditas y procedentes de préstamos de instituciones, iglesias y colecciones privadas, suponen una oportunidad para descubrir cuadros que difícilmente se ven en público y que ya indican el camino pictórico que acabaría siguiendo el artista. Uno de los ejemplos más significativos es El día feliz (1892), procedente de la Casa Cavazzini Museo d’Arte Moderna e Contemporanea de Udine, en el que una niña vestida de primera comunión visita a su abuelo ciego en una vieja caseta de València donde la luz se filtra por las paredes de madera. “Ya aparecen sus retratos característicos, el costumbrismo marinero, el mar”, analiza Pérez Velarde. Otro caso similar se encuentra en La bendición de la barca (1895), procedente del Museo de Bellas Artes de Asturias.

La exposición también incluye la última adquisición del museo, una acuarela sobre papel titulada Estudio de monje , que pintó cuando tenía diecinueve años. Pero quizás la pieza que llama más la atención sea Santa en oración, ¿Santa Clotilde? , fechada hacia 1888 y procedente de los fondos del Prado, muy al estilo del art nouveau. “Va jugando y experimentando hasta que encuentra su propio estilo”, añade Martínez. Eso sí, parece que la modelo ya es Clotilde, con la que se había casado ese mismo año y quien se convertiría en su gran musa.

(LA VANGUARDIA)

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