jueves, 6 de febrero de 2020

LA MOVIDA DE LOS PINCELES




40 años de “Atlántica”, el grupo que revolucionó el arte gallego

 

Un grupo de artistas noveles y veteranos formaron hace cuarenta años un colectivo para retomar las vanguardias históricas y abrir al exterior la plástica gallega


La galería La Marina-José Lorenzo celebra el aniversario con una exposición colectiva


 
 
Hasta el 12 de febrero • La galería de arte La Marina-José Lorenzo ha inaugurado una exposición titulada Atlántica 40 años, en la que se recogen una veintena de obras de autores pertenecientes al célebre colectivo artístico, como Francisco Leiro, Reimundo Patiño, Menchu Lamas, Silverio Rivas, Manuel Moldes, Antón Patiño, Ánxel Huete o Antón Lamazares.
                                                                                        

En la Guerra Civil y el franquismo, los artistas manejaron cartillas de racionamiento dobles. Una era la habitual, la que contabilizaba alimentos, pero la otra dosificaba inspiración. Para una disciplina que bebe de influencias y referentes internacionales, los años más oscuros de España constriñeron a los creadores, que quedaron disgregados por el exilio o aislados en una Galicia empobrecida. Los que optaron por quedarse se esforzaron por llegar al mundo, pero se trataba de un camino pedregoso, que solo se allanó con el desembarco en los años 80.
 
Aquel fue el tiempo de las movidas, los peinados alocados y la efervescencia cultural. La oleada golpeó especialmente a la música, en zonas como Madrid o Vigo, pero tuvo otra cara en el mundo de los pinceles. En el norte, mientras se exploraba con el rock o el mod en los escenarios, un grupo de autores decidieron hermanarse para experimentar con paletas y tornas. Eran el colectivo Atlántica, un puñado de artistas gallegos, que hicieron de la tierra la vía para situar a Galicia en el globo. 
 
La formación, activa del 80 al 83, cumple este 2020 cuatro décadas. Se trata de una efeméride especial para la galería La Marina, que ve la entidad como un punto de inflexión en el arte al que se consagra, el del siglo XX. Para su director, David Ferreras, los autores acometieron la "enésima renovación" de la época en la plástica gallega. Su muestra Atlántica 40 años conmemora hasta el 13 de febrero el hito en el espacio, que reúne un total de 25 obras de los principales exponentes del movimiento.
 
La exhibición aglutina las inquietudes pictóricas y escultóricas de artistas como Francisco Leiro, Menchu Lamas o Ignacio Basallo. Entre sus firmas se oculta alguna rareza, como una de las primeras tallas realizada por Silverio Rivas en París. Encontrar este tipo de figuras ha sido uno de los retos de la galería, que ha tenido que afilar su capacidad para el rastreo. "Es difícil encontrar figuras originales del colectivo Atlántica. En ese sentido, tenemos alguna pieza única", explica el responsable del local. 
 
Sus paredes dan cuenta de una de las características del grupo, la inexistencia de un "hilo formal común". La formación adoptó como leit motiv la libertad en el lenguaje, las técnicas y la temática, que va desde la geometría hasta las abstracciones de José Lodeiro, el realismo de César Otero y las influencias africanas de Antonio Patiño. Sus obras recorren caminos dispares, pero toman siempre el mismo punto de partida. A la hora de crear, los autores compartían un "espíritu Atlántico", que les hacía "buscar la raíz en el arte pero con la vista puesta en Europa".
 
Eran varias las ocasiones en las que el ojo iba más allá del continente en busca de influencias. Las primeras corrientes que insuflaron el movimiento se dejaron cautivar por el expresionismo abstracto norteamericano, que desplazó a Francia como cumbre artística en los 70. La exhibición reserva un espacio para estos antecedentes, con piezas en las que comenzaba a asomar la renovación. Sus autores fueron los primeros latidos de un cambio que había quedado huérfano en el ecuador del siglo, después de que la guerra truncara la rotura de academicismos que supusieron los años 20 y 30.
 
Aquellos creadores estaban "en tierra de nadie", y por ello cristalizaron en Atlántica. El colectivo fue el hogar en el que construyeron sus sensibilidades, cuya heterogeneidad complicó el mantener al grupo más allá del 83. Aunque su existencia fue pequeña, dicen desde la galería, no lo fueron sus logros. "Antes el arte gallego estaba invisibilizado. Atlántica fue un hermanamiento para ponerlo en el mapa", apunta Ferreras.
 
El colectivo dejó también su impronta en el ámbito colaborativo, animando a las siguientes generaciones a juntarse para mostrar su trabajo. Es el caso de las asociaciones y exposiciones colectivas, hoy "mucho más institucionalizadas", que continúan demostrando aquel lema del que ya diera fe Atlántica en su época: el poder de unir las distintas formas de crear.
 
 
 

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