lunes, 26 de junio de 2023

EN MADRID

 


André Butzer, el artista que ha conquistado a Blanca y Borja Thyssen: “A ellos les gustan las vibraciones y el tono dorado"


El museo Thyssen-Bornemisza dedica una exposición al alemán que acaba de cumplir 50 años, cuyo trabajo puede definirse como “figuras de Disney pintadas por Munch”. En la Galería Ehrhardt Flórez de Madrid también puede verse parte de su obra en una colectiva.







Que un museo con el prestigio y los fondos del Thyssen-Bornemisza de Madrid dedique una gran exposición individual a un artista que acaba de cumplir 50 años no es algo habitual. El movimiento se explica con claridad si consideramos que al artista en cuestión, André Butzer (Stuttgart, Alemania, 1973), forma parte, con al menos dos piezas, de la colección privada de Borja y Blanca Thyssen, y que con esta muestra de 22 cuadros (entre ellos los pertenecientes al hijo y la nuera del barón) se legitima a este artista que de todos modos hace tiempo que disfruta de una alta consideración en el mercado del arte. En el catálogo de la exposición, Borja Thyssen-Bornemisza vincula a Butzer con los pintores expresionistas alemanes a los que en su día Heini recurrió para modernizar su colección, lo que genera una conveniente narrativa de continuidad familiar. Sin embargo, el propio Butzer cita otras influencias que van de Cézanne a Jeff Koons, por no hablar de Walt Disney, que es en realidad el creador con el que más a menudo se le ha vinculado. De hecho, el director artístico del museo y comisrio de la muestra, Guillermo Solana, describe su trabajo en una entrevista incluida en el mismo catálogo como “figuras de Disney pintadas por Munch”, una definición, sorprendentemente exacta, de al menos una parte de su producción. La muestra del Thyssen coincide con otra –excelente— organizada por la galería madrileña Ehrhardt Flórez, que bajo el título die Welt ist noch auf einen Abend mein (“El mundo es mío por una noche”) reúne obra de Butzer con la de otros pintores que le han influido o de los que se considera cercano. El conjunto acaba contando sobre él tanto o más que las 22 pinturas que, con su firma, pueden verse en el Thyssen. Durante la conversación que mantenemos y que se reproduce a continuación, a veces esquivo y a veces chocantemente directo, casi siempre indescifable, Butzer se muestra fiel a su voluntad de evitar la intelectualización de su obra, como si temiera que los discursos teóricos la desvirtuaran.

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