lunes, 11 de agosto de 2025

CGAC

 

PRISCILLA MONGE. CUESTIONES DE VIDA O MUERTE

13 Junio 2025 - 05 Octubre 2025


La obra de Priscilla Monge, ha sido frecuentemente incluida en la escena posconceptual latinoamericana de los noventa, pero hay que tener en cuenta que en esos años ni Costa Rica ni la región centroamericana a la que pertenece figuraban en los mapas del arte latinoamericano reconocido internacionalmente.

Formada en la Universidad de Costa Rica, donde dominaba una estructura docente ligada a los esquemas de las bellas artes académicas, y tras un periodo de estancia en Bélgica, retorna a su país natal donde desarrolla una obra contundente y revulsiva que tiende a poner al descubierto los sistemas de opresión, exclusión, discriminación y dominio en la vida cotidiana; en definitiva, todo aquello de lo que ni se suele ni se quiere hablar: los insultos, los gestos, lo incómodo, en definitiva la pervivencia de formas arcaicas e injustas en un mundo moderno solo en apariencia. En ese sentido sus obras son pioneras en muchos sentidos y no solo en Centroamérica, donde su influencia es decisiva a finales de los años noventa, cuando se produce una transformación radical del ámbito artístico al tiempo que se consolidan los tratados de paz y se cierran décadas de conflictos en los diversos países de la región centroamericana. En su obra de esos años se abordan cuestiones como la violación marital y el abuso sexual, la normalización de la menstruación, el maltrato o el feminicidio, que en ese momento aún estaba por tipificar.

Sin embargo, sus obras no son manifiestos, ni ensayos de investigación y mucho menos se acercan al amarillismo periodístico. Todo se desarrolla en voz baja, con ironía y con dosis de humor, sacando partido a lo paradójico, con resultados ingeniosos, sutiles, que permiten reflexionar en silencio.

En un plano más visible aparece la confrontación de las esferas públicas y privadas de las vidas individuales y en sociedad, como escenarios que son vasos comunicantes en permanente tensión. A través de medios y lenguajes tan diversos y contundentes como el textil y el bordado, la pintura y la escultura, entendida como collage de objetos encontrados o como su manipulación con el objetivo de variar su significado y sentido, la luz de neón, el dibujo, el vídeo, la fotografía y el texto, Priscilla Monge, construye escenas y situaciones de confrontación entre el espacio real de la cotidianidad y su interpretación social y psicológica.

Ha participado en la Bienal de La Habana (1997, dirigida por Llilian Llanes), la Bienal de São Paulo (1998, comisariada por Paulo Herkenhoff), la Bienal de Venecia (2001, en la sección oficial comisariada por Robert Storr, y 2013, en la representación costarricense), la Bienal de Limerick (2003, comisariada por Virginia Pérez-Ratton), la Bienal de Sevilla (2004, comisariada por Harald Szemann), la Bienal de Liverpool (2006), o la Bienal de Pontevedra (2010) y es también relevante su inclusión en 1999 en la muestra comisariada por Gerardo Mosquera, Pervirtiendo el minimalismo en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, coincidiendo con un ciclo de exposiciones sobre arte latinoamericano dirigido por M.ª Carmen Ramírez. En el CGAC, ha participado en la exposición Camiños III con una obra centrada en la problemática de la menstruación en el espacio público y en Traballo en equipo, en el Museo Centro Gaiás de la Ciudad de la Cultura, con un vídeo de 1999 sobre la problemática del maltrato doméstico que pertenece a la Colección CGAC.

Sus piezas están situadas entre las dimensiones significativas de lo verbal y de lo visual de los signos y las representaciones. Como ella misma afirma: “Se encuentran en un espacio fractal, ese espacio entre la palabra y la imagen y viceversa. Es en ese límite donde el arte genera un lugar seguro y de búsqueda espiritual y seguramente de cambio”.

La exposición reúne obras de todas sus etapas incidiendo en aquellas con una especial significación social y propone revisar su obra como un trabajo anticipatorio y seminal de las preocupaciones feministas sobre la vida cotidiana que hoy continúan vigentes.


GUGGENHEIM BILBAO

 

Helen Frankenthaler y las pintoras del expresionismo abstracto


La muestra que el Guggenheim Bilbao dedica a la artista norteamericana es una buena ocasión para revisar su obra, pero también la de otras expresionistas, relegadas a la segunda fila por su condición de mujeres


Helen Frankenthaler en su estudio de Nueva York con su pintura 'Alassio',1960 

 Foto : Walter Silver



En 1950 la prensa los bautizó como “los irascibles”. Eran dieciocho jóvenes pintores con talleres en la bohemia parte baja de Manhattan, que mandaron al Metropolitan Art Museum una airada carta de protesta. Acusaban al museo de rancio por su elección de artistas americanos emergentes para una exposición. Obviamente, ninguno de ellos había sido seleccionado. 



El 15 de enero de 1951 la revista Life publicó un artículo titulado Los irascibles , ilustrado con una hoy legendaria fotografía de Nina Leen. En ella posaban –con cara de pocos amigos, haciendo honor al mote– quince de los firmantes de la carta. Estaba la plana mayor del expresionismo abstracto neoyorquino: Pollock, Rothko, De Kooning, Still, Motherwell, Newman, Baziotes, Gottlieb… Solo faltaban algunos pesos pesados como Gorky y Kline. Entre los retratados había solo una mujer: Hedda Sterne, una pintora hoy bastante olvidada.

Al año siguiente, se llevó a cabo una exposición colectiva muy relevante para el movimiento, la llamada 9th Street Art Exhibition, comisariada por un joven Leo Castelli. De los 72 artistas –entre los que estaban el padre de Robert de Niro y el español Estaban Vicente– solo once era mujeres, entre ellas Helen Frankenthaler, Lee Krasner, Elaine de Kooning, Joan Mitchell, Grace Hartigan y Perle Fine. Faltaban Mary Abbott y Ethel Scwabacher.

Es posible que los nombres de la mayoría de ellas no les suenen, porque los titulares y las cotizaciones al alza los acaparaban sus colegas masculinos como Pollock y Rothko. No puede decirse que las pintoras estuvieran arrinconadas, porque entre 1950 y 1951, las tres más destacadas –Frankenthaler, Krasner y Mitchell– tuvieron exposiciones individuales en galerías de la ciudad. 



Sin embargo, ocupaban un segundo plano con respecto a sus compañeros varones y tardaron muchos más años que estos en tener exposiciones individuales en museos de primer nivel. En los años cincuenta planeaba en el mundillo artístico una misoginia que se prolongó durante años y que Siri Hustvedt retrata con agudeza en su novela El mundo deslumbrante, ambientada en los años ochenta.

El epítome del expresionismo abstracto era Jackson Pollock, con sus turbulentos demonios etílicos y la masculina fiereza de su trazo; el término Action painting , como se bautizó su técnica, rezuma testosterona. Los prejuicios de la época jugaban en contra de las artistas: en aquel entonces adjetivar su pintura como femenina no era precisamente un piropo, sino un modo de decir que no poseía el ímpetu y la tensión dramática de las creaciones de sus colegas varones. El alemán Hans Hoffmann, maestro de muchos de los expresionistas abstractos, llegó a comentar sobre un cuadro de su alumna Lee Krasner que “esto es tan bueno que nunca dirías que lo ha pintado una mujer”. 




Sin embargo, ocupaban un segundo plano con respecto a sus compañeros varones y tardaron muchos más años que estos en tener exposiciones individuales en museos de primer nivel. En los años cincuenta planeaba en el mundillo artístico una misoginia que se prolongó durante años y que Siri Hustvedt retrata con agudeza en su novela El mundo deslumbrante, ambientada en los años ochenta.

El epítome del expresionismo abstracto era Jackson Pollock, con sus turbulentos demonios etílicos y la masculina fiereza de su trazo; el término Action painting , como se bautizó su técnica, rezuma testosterona. Los prejuicios de la época jugaban en contra de las artistas: en aquel entonces adjetivar su pintura como femenina no era precisamente un piropo, sino un modo de decir que no poseía el ímpetu y la tensión dramática de las creaciones de sus colegas varones. El alemán Hans Hoffmann, maestro de muchos de los expresionistas abstractos, llegó a comentar sobre un cuadro de su alumna Lee Krasner que “esto es tan bueno que nunca dirías que lo ha pintado una mujer”. 


Sin embargo, la pincelada vigorosa y visceral de Krasner o Joan Mitchell no puede reducirse a clichés de género. Tampoco la de Elaine de Kooning en su etapa más próxima a la abstracción, la de la serie de los toros. Después dio un giro a su carrera y se convirtió en una retratista tan apreciada que pintó por encargo de la Casa Blanca el retrato oficial de Kennedy un año antes de su asesinato.

Joan Mitchell, que a partir de 1959 abandonó Nueva York y se instaló en París, desarrolló un estilo inconfundible basado en feroces pinceladas con colores muy intensos. Podría recordar a De Kooning, pero hay varias diferencias sustanciales, la más relevante de las cuales es el uso del espacio negativo, es decir las partes del lienzo que deja sin pintar. Frente a la tendencia a empastar todo el lienzo con gruesas capas de pintura de De Kooning o Pollock, ella deja que respire, lo cual la podría emparentar con Kline, pero su trazo y sobre todo su uso del color la aleja por completo de él. 

A Lee Krasner le costó quitarse de encima el calificativo de “mujer de Jackson Pollock”, para reivindicarse como pintora por derecho propio. Es cierto que en algunas de sus obras puede verse la influencia de la titánica personalidad de él, pero, cuando lo conoció, ella ya había desarrollado su estilo. Y la evolución de su carrera tras la muerte de él –en accidente automovilístico, acompañado por su amante, que sobrevivió– deja clara su poderosa voz autónoma. De entre sus lienzos destacan aquellos en los que crea vibrantes ritmos internos a través de trazos circulares, con una paleta cromáticamente restringida.

Pese a vivir en un entorno bohemio, las convenciones sociales de la época hicieron que algunas de estas artistas ralentizaran sus carreras para dedicar sus esfuerzos a gestionar y promocionar la obra de sus parejas. Lee Krasner se volcó en apoyar al alcohólico Jackson Pollock y Elaine de Kooning a de Willem de Kooning tras su reconciliación. Quizá no esté de más apuntar que no crecieron a la sombra de sus célebres maridos, porque cuando los conocieron sus carreras ya estaban plenamente desarrolladas.

A Helen Frankenthaler la introdujo en los círculos del expresionismo abstracto Clement Greenberg, con el que mantuvo una relación amorosa durante cinco años, antes de casarse con Robert Motherwell. Fue a través de Greenberg que descubrió la obra de Pollock, en una exposición de 1950 en la Galería Betty Parsons (otra figura femenina muy importante de este periodo). Frankenthaler quedó tan deslumbrada que cambió su modo de pintar. 


Tomó de Pollock la idea de trabajar con la tela en el suelo y el uso de lienzos de grandes dimensiones, pero creó su propia técnica –distinta a la del dripping o pintura por goteo–, bautizada como soak and stain (empapar y manchar). Consistía en diluir el óleo en trementina o queroseno hasta dejarlo muy líquido, para verterlo y extenderlo con una esponja sobre la tela sin imprimar, lo que la hacía más porosa. La aplicó por primera vez en 1952 en la obra The Sea and the Mountains.

Lo que consigue es que el óleo pase a tener una densidad de acuarela, lo que le da una apariencia traslúcida y crea
alrededor de las manchas una suerte de aura. Su estética está emparentada con la de los pintores del color field painting (pintura de campo de color) como Rothko, Clyfford Still, Barnett Newman y Kenneth Noland. Pero en su caso, los colores adquieren un aspecto etéreo y las formas parecen flotar en el espacio. La artista solía partir para sus abstracciones de recuerdos de paisajes, evocando la costa de Provincetown, en Cape Cod, donde pasaba los veranos. Pueden ver una buena selección de su obra en la exposición Helen Frankenthaler: pintura sin reglas en el museo Guggenheim Bilbao, procedente del Palazzo Strozzi florentino.

La artista procedía de una eminente familia del Upper West Side –su padre era juez del Tribunal Supremo– y tuvo una educación privilegiada. Su sofisticación se materializa en la sutileza compositiva de sus telas, que transmiten un lirismo poco habitual en el expresionismo abstracto. Hay una preciosa imagen de ella en su estudio, tomada en 1956 por el gran fotógrafo y cineasta afroamericano Gordon Parks para Life , que la muestra sentada en el suelo y rodeada de sus telas. Es la imagen de una joven glamurosa envuelta en su universo creativo, y resume la esencia de su personalidad y su obra: magnetismo, fuerza contenida, hálito poético.

Helen Frankenthaler: pintura sin reglas. Guggenheim. 

Bilbao.www.guggenheim-bilbao.eus. Hasta el 28 de septiembre

(LA VANGUARDIA)


domingo, 3 de agosto de 2025

VOGUE


Hay vida para el arte contemporáneo más allá de la grandes ciudades 

No solo de megaurbes vive la creación contemporánea. Cada vez más instituciones apuestan por deslocalizar sus colecciones para que sus fondos sean más accesibles en otros puntos geográficos, brindando la excusa perfecta para hacer un viaje

Es fácil asociar las grandes ciudades –pongamos Madrid o Barcelona– con las mecas del arte contemporáneo. Y no es descabellado: a menudo los centros dedicados a la creación artística más vanguardista se sitúan en los grandes focos de población. Pero, cada vez con más frecuencia, hay centros y fundaciones que deciden buscar otros emplazamientos alternativos para agitar culturalmente ciertas zonas. Estos son solo algunos que vale la pena visitar.

NOTICIA COMPLETA

EL GRITO

 

Estas mujeres organizaron la primera muestra de arte femenino durante la dictadurA


Tanja Tanvelius, Pilar Lojendio y Maud Westerdahl (de izqda a dcha) Fondo Westerdahl, Archivo Histórico Provincial de Tenerife

En diciembre de 1965, doce artistas se agruparon para hacer la primera exposición de mujeres en plena dictadura, que además fue la segunda en la historia del arte contemporáneo español. “Exponemos juntas, nada más”, aseguraban en el manifiesto del proyecto, alejándose de cualquier proclama política o feminista. El título de la exposición era directo: 12, como el número de participantes que reunieron esculturas, óleos, esmaltes, abstracciones y figuraciones en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife bajo la atenta mirada del régimen franquista.

Había tantos nombres locales como participantes extranjeras afincadas en las islas, aunque en Canarias resulta difícil hacer esa distinción entre lo que es de fuera y lo que no. Lo autóctono y lo foráneo es una de las tensiones que atraviesan la identidad del archipiélago, cruce de caminos para muchas personas y culturas. La exposición que ahora puede verse en el TEA llamada Rebeldía y disciplina visibiliza esa y otras polaridades en la historia del arte contemporáneo local. También, qué es lo colectivo y qué es lo individual, cuando hablamos de arte y cultura.

Aunque la muestra busca recordar algunas de las iniciativas grupales que se han dado en Canarias en los últimos cien años, también acabamos viendo una fluctuación identitaria entre el espíritu universalista y abierto de las islas –cuyo exponente más extremo es el turismo de masas–, frente a la búsqueda de una identidad propia cercana a lo antropológico que, igualmente, acabará estando contaminada por la mirada exótica del extranjero.


Cartel original de la exposición, 1965






Tres       bloques temporales

En Rebeldía y disciplina se muestran más de 200 obras de arte que buscan tensar relatos y preguntar por los grupos de artistas que han intentado construir algo en Canarias. Desde la Escuela Luján Pérez hasta Neoblanditas, pasando por colectivos disueltos, revistas efímeras, talleres compartidos y acciones fugaces. Hay una estructura cronológica que divide la muestra en tres partes (1918-1950, 1950-1970, y 1970-2025) y ayuda explicar la genealogía del arte en las islas, pero que explica también la evolución del arte contemporáneo internacional.

Una de esas salas está atravesada por los ecos de Gaceta de Arte, proyecto editorial dirigido por Eduardo Westerdahl que entre 1932 y 1936 reunió a artistas, arquitectos, teóricos y poetas europeos. Se muestran las obras de artistas que pasaron por colectivos como el grupo PIC –Pintores Independientes Canarios–, que a mediados de los años cuarenta buscaba sacar a la pintura canaria del regionalismo. O el grupo LADAC –Los Arqueros del Arte Contemporáneo–, de la que formaron parte los hermanos Millares y que, por contra, construía un vínculo con la tradición autóctona.

En una vitrina se pueden ver los pequeños dibujos de Felo Monzón, que formó parte de LADAC, hechos en el campo de concentración de Fyffes. Y no lejos también óleos de pintores afiliados al régimen. La muestra recorre, como quien no quiere la cosa, todo tipo de registros estéticos que van del surrealismo, muy vinculado con las islas, a la figuración clásica, el informalismo o las prácticas actuales de vídeo y fotografía.

En los años setenta aparecen espacios como El Almacén o la Sala Conca, que lo mezclaron todo: arte internacional, producción local y acción política. Incluso una discoteca, Tam-Tam, que sirvió de espacio artístico en los años setenta. En el presente, Proyectos como Solar, La Limonera, Casa Antillón o Storm And Drunk dan forma a lo común desde condiciones precarias e intermitentes, en muchos casos.


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MÁLAGA

 

De Miquel Barceló a Patricia Gadea: la exposición 'Pintura liberada', en Málaga, recupera las obras posfranquistas de los años 80




El Museo Carmen Thyssen Málaga revive uno de los momentos más libres del arte español en esta exposición, abierta hasta el 14 de septiembre de 2025.

La década de los 80 fue un momento crucial para la pintura en España. Una época en la que, tras décadas de censura y rigidez vivida en años anteriores, el arte volvió a respirar libertad. En esos años, jóvenes artistas encontraron en la pintura un medio fresco y potente para experimentar, reinventarse y mostrar una nueva imagen del país. Un espíritu creativo, colorista y hedonista que parece evidente ahora gracias a la exposición Pintura liberada. Joven figuración española de los 80, que puede verse en el Museo Carmen Thyssen de Málaga hasta el 14 de septiembre de 2025.

Comisariada por Bárbara García y Alberto Gil, del Área de Conservación del MCTM, la muestra reúne una treintena de pinturas de gran formato que capturan ese momento irrepetible del arte contemporáneo español. Un tiempo de euforia creativa donde la pintura figurativa —liberada de pretensiones políticas o dogmas formales— se convirtió en un terreno fértil para la expresión individual.

En la exposición se pueden ver obras de artistas como Carlos Alcolea, Carlos Franco, Luis Gordillo, Guillermo Pérez Villalta, Patricia Gadea, Chema Cobo, Joaquín de Molina o Miquel Barceló. Muchos de ellos procedentes de Andalucía, todos compartieron una misma necesidad: pintar con libertad, experimentar con el color y la forma, y dejar atrás el gris pasado de la dictadura.

Por entonces el país estaba marcado por un fenómeno claro: el Madrid de la Movida, periodo que actuó de epicentro de este fenómeno y cuya expansión creativa llegó a toda España. La pintura de los 80 se volvió tan rica como libre, y por eso ahora la ciudad andaluza le rinde culto.

Málaga, con su luz, su mar y su vitalidad, es el lugar ideal para sumergirse en este viaje pictórico durante una escapada de verano. Pintura liberada es una exposición, pero también es un homenaje a una generación que supo capturar el entusiasmo de una España recién despertada a la democracia. Una cita imprescindible para entender cómo se reinventó la pintura en uno de los momentos más vibrantes de nuestra historia reciente.


DE CINE

 

La película para amantes del arte contemporáneo que llega a los cines

El pseudothriller El cuadro robado está ambientado en las subastas de antigüedades


El cuadro robado, de Pascal Bonitzer, se estrenó en los cines este viernes 25 de julio

El mundo de los museos, pinacotecas, falsificadores de cuadros y subastas ha sido inspiración para algunas películas memorables. Y dentro de ello, las historias relacionadas con los expolios de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, nos han dejado títulos muy interesantes como El tren (1964), Monuments Men (2014) o El último Vermeer (2019). La película que hoy comentamos, El cuadro robado de Pascal Bonitzer, es una historia de ficción que se centra en el mundo de las subastas de antigüedades.

André Masson (Alex Lutz) es subastador de una famosa casa de subastas internacional llamada Scottie's. Tiene una becaria, Aurora (Louise Chevillote) con la que tiene una relación tensa e incluso desagradable. Un buen día, André recibe una carta según la cual se habría descubierto en Mulhouse, en casa de un joven obrero químico, Martin Keller (Arcadi Radeff) un cuadro de Egon Schiele. André, acostumbrado a las falsificaciones, va a deshacerse de la carta pero Aurora le convence de que al menos por educación se ponga en contacto con el propietario del cuadro. Y resulta que el cuadro es auténtico. Fue robado por los nazis a un coleccionista y se le perdió la pista. A partir de ahí se desata la trama principal del film, que se entrelaza con la subtrama de Aurora, que arrastra no pocos problemas personales.

La película es algo irregular, con una primera parte muy prometedora, una segunda más floja y un desenlace que vuelve a subir un poco el interés. Afronta el mundo de las grandes casas de subastas en el que valoración artística y el dinero se mezclan de forma peligrosa, en el que juicio estético de los expertos se confunde con los intereses de negocio de sus pagadores. En ese sentido, el film tiene un cierto aire de thriller, aunque probablemente es el drama el género que domina su metraje. La trama de Aurora no acaba de estar bien suturada con el resto, pero en sí tiene interés, ya que trata de relaciones paternofiliales complejas.

El famoso guionista Pascal Bonitzer, en esta ocasión director además de guionista, le imprime al film un tono excesivamente frío, quizá favorecido por la elección de los dos actores protagonistas. Sin embargo, los secundarios son los que dotan de calidez humana a la película, especialmente los que compone el entorno del obrero químico, y la gran Léa Drucker, que interpreta a la ex mujer de André.

La puesta en escena es correcta, funcional, basada en el contraste entre el mundo «metálico» y empoderado de André y Scottie´s, y el mundo «real» de las clases trabajadoras, donde el cuadro de Egon Schiele cumple una hermosa función en la pared del saloncito de Martin Keller, haciéndolo entrañable a su madre y a sus amigos del barrio. En fin una película mejorable pero interesante, se ve con cierto agrado, y que disfrutarán más los amantes del arte contemporáneo.

(EL DEBATE)

MADRID

 


El Museo Cerralbo de Madrid acoge una exposición que reúne más de 10 años de obras de Miss Beige

Salir de la zona de confort, cuestionar los estándares y comportamientos sociales actuales y emplear el arte como denuncia son los tres ejes sobre los que pilota esta nueva muestra, centrada en mostrar más de 10 años de trayectoria de la artista dentro del marco de PHotoESPAÑA 2025.

Siempre vestida de beige, sin maquillaje, sin retoques ni filtros. Así es Miss Beige. Una figura que, desde hace diez años, utiliza su imagen para cuestionar los mensajes que consumimos a diario en redes sociales y medios de comunicación. Lejos de las poses que reinan en Instagram o TikTok, ella se ha convertido en una influencer con un estilo propio y tan reconocible que le ha llevado a consolidarse como una de las figuras más destacadas del panorama artístico actual. Su impacto ha sido tal que este 2025 forma parte de la programación oficial de PHotoESPAÑA 2025, el festival de fotografía más importante del país.

Bajo el paraguas de este festival, el Museo Cerralbo de Madrid, uno de los espacios más singulares de Madrid, acoge la exposición Hay que saber estar, dedicada a Miss Beige, hasta el 7 de septiembre de 2025. En ella, con su estilo sobrio y contenido, la artista invita a reflexionar sobre lo que se mira, cómo se mira y quién tiene el poder de mirar.

En sus fotografías y acciones no hay grandes efectos ni puestas en escena espectaculares. Su método consiste en situarse en espacios comunes y alterar el entorno simplemente con su presencia. Desde ese gesto mínimo, se activa una crítica visual a las normas sociales y estéticas contemporáneas.




Siguiendo esta estela, la exposición presenta una selección de obras realizadas a lo largo de los últimos diez años. A través de imágenes, vídeos e intervenciones urbanas, se muestra cómo Miss Beige ha desarrollado un lenguaje visual propio, basado en la simplicidad y la observación. Su propuesta desafía la idea de que solo ciertos cuerpos o estilos merecen ser vistos, y plantea una alternativa basada en la ironía, la neutralidad y la constancia.

En un museo como el Museo Cerralbo, cargado de tradición y simbolismo, la figura de Miss Beige adquiere un significado especial. Hay que saber estar no es solo el título de la muestra, sino una declaración sobre la presencia, el espacio y la mirada. Una propuesta que une arte, crítica y humor sin necesidad de estridencias.

sábado, 26 de julio de 2025

PALACIO DE LIRIA

 

JOANA VASCONCELOS TRANSFORMA EL PALACIO DE LIRIA CON ARTE MONUMENTAL Y HUMOR CONTEMPORÁNEO

Exposición "Flamboyant", Joana Vasconcelos, Palacio de Liria, Madrid


Hasta el 31 de agosto de 2025, el Palacio de Liria, una de las residencias nobiliarias más emblemáticas de Europa, acoge una exposición única protagonizada por la artista visual portuguesa Joana Vasconcelos, una de las voces más potentes del arte contemporáneo internacional. La muestra, titulada Flamboyant, ha sido organizada por la Fundación Casa de Alba y supone un hito tanto para la trayectoria de Vasconcelos como para el propio palacio, al tratarse de la primera intervención artística contemporánea en un espacio histórico aún habitado.

Reconocida por sus esculturas monumentales e instalaciones inmersivas que fusionan humor, ironía y crítica social, Vasconcelos ha transformado los salones y jardines del Palacio de Liria en un recorrido visual donde conviven lo clásico y lo contemporáneo. Las obras de la artista dialogan con la colección privada de arte de la Casa de Alba, una de las más importantes del mundo, que alberga piezas de Velázquez, Goya, Rubens, Murillo o Tiziano.

La artista portuguesa interviene por primera vez un palacio habitado con una exposición inédita en Madrid.

Vigoroso y Poderoso: un inicio majestuoso

La exposición se abre con una instalación espectacular: dos leones gigantes llamados Vigoroso y Poderoso, realizados en croché con algodón hecho a mano. Estas esculturas, ubicadas en el zaguán neoclásico, establecen desde el primer momento la tensión entre la tradición histórica del edificio y el enfoque contemporáneo de la artista lisboeta.

La ruta permite a los visitantes recorrer estancias hasta ahora inaccesibles del palacio, como su capilla privada, que se abre al público por primera vez. Esta interacción con el espacio íntimo del Palacio de Liria representa una de las grandes singularidades de la muestra.

Corazón por Joana Vasconcelos en la capilla privada del Palacio de Liria

Carmen: luces, letras y conexiones inesperadas

Uno de los puntos culminantes de la exposición es la colosal lámpara Carmensuspendida en la biblioteca del palacio. Su instalación cobra un valor simbólico, al compartir espacio con una carta manuscrita de Prosper Mérimée, autor de la novela original que inspiró la célebre ópera de Georges Bizet. Este encuentro entre una pieza icónica de arte contemporáneo y un documento histórico literario subraya el enfoque integrador de la muestra, que mezcla referencias culturales de distintas épocas en un mismo espacio.

Obra reciente y piezas emblemáticas

Además de las instalaciones site-specific, Flamboyant reúne algunas de las obras más icónicas de Vasconcelos, como Marilyn, junto a creaciones recientes como Valkyrie Thyra. El recorrido invita a reflexionar sobre temas como la identidad colectiva, el papel de la mujer, la esfera doméstica y la cultura de masas, todo ello tratado con el particular lenguaje plástico de la artista: materiales blandos, objetos cotidianos transformados y una paleta estética rica y provocadora.

Cisnes por Joana Vasconcelos en el Palacio de Liria

Joana Vasconcelos: humor, crítica y tradición reinventada

Nacida en Lisboa en 1971, Joana Vasconcelos es una de las artistas más reconocidas del arte europeo actual. Con una trayectoria de más de 30 años, ha expuesto en lugares como el Palacio de Versalles, la Bienal de Venecia o el Museo Guggenheim de Bilbao. Su obra descontextualiza objetos cotidianos y actualiza el concepto de artes decorativas, conectando la tradición con el arte del siglo XXI.

Entre sus temas recurrentes están la reivindicación del papel de la mujer, la crítica a la sociedad de consumo y la hibridación entre lo popular y lo refinado. Flamboyant es un ejemplo claro de su capacidad para generar un diálogo entre lo monumental y lo íntimo, entre lo histórico y lo contemporáneo.

Información práctica para la visita

  • Dónde: Palacio de Liria, Madrid
  • Cuándo: Hasta el 31 de agosto de 2025
  • Horario:

Lunes: 10:00 a 15:00 h

Martes a domingo: 10:00 a 20:00 h

Último acceso: 18:30 h

Una experiencia artística y patrimonial única en Madrid

La exposición Flamboyant no solo ofrece la oportunidad de conocer la obra de Joana Vasconcelos, sino que también permite redescubrir el Palacio de Liria desde una perspectiva contemporánea. La fusión entre arte moderno y legado histórico convierte esta muestra en uno de los planes culturales más interesantes del verano en Madrid.

Ya sea por la potencia visual de las instalaciones, por la posibilidad de acceder a espacios inéditos del palacio o por el enfoque innovador del diálogo artístico, esta propuesta es una visita obligada para amantes del arte, la historia y la cultura.