Luces de bohemia antes de Valle-Inclán: el Madrid de los bajos fondos culturales cobra vida
La exposición '¡Viva la bohemia! Los bajos fondos de la vida literaria' reúne más de un centenar de piezas, muchas inéditas, y revive el pulso artístico de una ciudad que aún soñaba con París y resistía con literatura, dibujos y tabernas
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'Los chulos' (1906), José Gutiérrez-Solana. (Colección Banco Santander) |
A finales del siglo XIX, Madrid era una ciudad laberíntica, oscura y, en algunos aspectos, casi amenazante. "Un Madrid de callejones", como la define Alberto Martín, comisario de la exposición ¡Viva la bohemia! Los bajos fondos de la vida literaria, y donde la bohemia encontró su mejor refugio. Sus calles estrechas, mal iluminadas, estaban salpicadas de cafetines, tabernas y pensiones de bajo coste, donde poetas, ilustradores y pintores compartían una estética de vida que rehuía los valores burgueses.
Este paisaje urbano comenzó a transformarse con la colocación de la primera piedra de la Gran Vía en 1910. La nueva avenida, símbolo de modernidad, arrasó con buena parte de ese casco antiguo que albergaba el alma bohemia de la ciudad. La reforma urbana no solo cambió el aspecto de la capital, también su espíritu: la bohemia, que había encontrado en los bajos fondos su sentido vital, empezaba a convertirse en un recuerdo.
Así, la muestra comisariada por Martín, en el Museo de Historia de Madrid hasta el 1 de junio, tiene una clara vocación: mostrar que la bohemia fue mucho más que un estilo excéntrico. "Fue una forma de protesta", subraya Martín, "una respuesta artística y vital contra la ramplonería y la hipocresía de la sociedad".
El recorrido arranca con los bustos de Julio Antonio de María y Rafael Lasso de la Vega, junto al cuadro Tejados de Madrid, de Eduardo Chicharro, que evoca las buhardillas donde nacía el sueño artístico. Desde allí, el visitante se adentra en un viaje que abarca desde mediados del siglo XIX hasta la publicación de Luces de bohemia, en 1924.
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La exposición se estructura en cinco ámbitos temáticos, con más de 30 prestadores de obras procedentes de museos y colecciones públicas y privadas. Entre pinturas, esculturas, dibujos, fotografías y una cuidada selección bibliográfica, el espectador puede trazar un mapa emocional y crítico de la bohemia madrileña.
"Había una necesidad de mostrar el diálogo entre escritores, pintores, ilustradores y músicos", explica el comisario. Ese diálogo se refleja en obras de artistas como Ramón Casas, Anglada Camarasa, Raimundo de Madrazo, Ricardo Baroja o Juan Gris. Algunas de estas piezas, como el busto de Valle-Inclán realizado por Ezequiel Zalayeta o el retrato de Mariano José de Larra por Ricardo Baroja, se exponen por primera vez.
La muestra, además, propone una revisión de la bohemia como movimiento cultural. "No todos los bohemios eran iguales ni todos buscaban lo mismo", advierte Martín. Desde los postrománticos hasta la llamada golfemia, el recorrido se adentra en las distintas formas que adoptó la disidencia artística en Madrid, una ciudad que fue testigo y escenario central de esa vida al margen.