viernes, 11 de abril de 2025

BILBAO

 

Helen Frankenthaler, la maestra de la pintura abstracta, protagoniza una de las exposiciones del año en el Museo Guggenheim de Bilbao

El centro de arte contemporáneo acoge una retrospectiva de la pintora expresionista estadounidense del 11 de abril al 28 de septiembre
Frankenthaler en su estudio de la Tercera Avenida con Alassio (1960, obra en progreso), Nueva York, 1960.Foto: Walter Silver © The New York Public Library


Ver por primera vez una obra de Helen Frankenthaler (1928-2011) impresiona. No solamente por el gran formato de sus lienzos y la vivacidad de los colores, sino por la fluidez de los elementos que lo componen, como si las formas y los significados estuvieran cambiando perpetuamente. Quizá por esa razón el Museo Guggenheim Bilbao en colaboración con la Helen Frankenthaler Foundation y el Palazzo Strozzi, vuelve a rendir homenaje por segunda vez en su historia, a la maestra del expresionismo abstracto con una muestra que celebra las dos cualidades esenciales de su obra: la constante evolución y esa Pintura sin reglas tan suya que da nombre a la exposición. “En el proceso artístico, en su estudio, Frankenthaler encontraba una libertad sin límites”, nos explica Douglas Dreishpoon, comisario de la exposición y autor del catálogo razonado de la artista.

La exposición, que podrá visitarse del 11 de abril al 28 de septiembre, llega poco después de que el museo adquiriera dos obras de Frankenthaler: Réquiem (1992) y Santorini (1966). Sin embargo, la muestra se había organizado previamente a estas adquisiciones. “Siempre tuve la visión de una exposición que mostrara su trabajo década a década”, revela Dreishpoon. “La estructura cronológica permite apreciar su extraordinaria capacidad de transformación, con obras destacadas de cada periodo creativo”.

Santorini, Helen Frankenthaler (1965) Acrílico sobre lienzo 269,2 × 175,3 cmMuseo Guggenheim Bilbao. Donación de la Helen Frankenthaler Foundation


Nacida en 1928 en el seno de una influyente familia neoyorquina –su padre era juez del Tribunal Supremo–, Frankenthaler disfrutó de una educación artística privilegiada bajo la tutela de maestros como Rufino Tamayo o Paul Feeley. “Lo fascinante de Frankenthaler", explica Douglas Dreishpoon, “es que pudo haber sido música o escritora. Esa capacidad que tenía desde joven para absorber, asimilar y transformar todo lo que veía era extraordinaria”.

Quizá fue ese ímpetu el que la llevó a convertirse en una de las artistas más jóvenes del panorama abstracto. Un mundo hasta entonces dominado por hombres mayores que ella como Rothko o Pollock, pero en el que no se amilanó. “Ella quería que se la considerara pintora, no una mujer que pintaba. Tenía numerosas amistades con hombres artistas y frente a ellos siempre se veía y se posicionaba como una igual”, comenta Dreishpoon.

Gracias a esa actitud y a su relación sentimental con el crítico de arte, y pope de los artistas abstractos, Clement Greenberg, Frankenthaler pudo acceder al mundo de manera rápida y segura. Greenberg la introdujo en la escena y la presentó a muchísimos artistas, entre los que se encontraba el escultor David Smith, que se convertiría en uno de sus mejores amigos, y con el compartía la filosofía de que en el arte no hay reglas, tan solo la búsqueda de encontrarse a uno mismo.

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