La nueva temporada perpetúa las ideas y la vivacidad del artista más influyente del siglo XX, de cuya muerte se cumplen 50 años
Este otoño se cumplirán 50 años de la muerte de MARCEL DUCHAMP, una efeméride asombrada por un eclipse que ya empieza a asomar y que irá de este a oeste, de norte a sur del globo: el quinto centenario del fallecimiento de Leonardo da Vinci (1519-2019), con quien nuestro artista compartió la idea de que el arte era mental (la cosa mentale), además de un interés por la ciencia y la intervención del azar, la óptica, las máquinas y la escritura de sus pensamientos, que expresaba de forma críptica. Ah, y la Mona Lisa.
Duchamp tenía el influjo de la autosuficiencia que da la ironía y una manera de dudar que le llevó a ampliar las fronteras del arte. Durante décadas, su obra ha tenido un efecto de movimiento artístico, el único que no es un ismo pero sí una actitud parecida a la indiferencia: lo duchampiano.
Empañó para siempre los pulcros cristales del historicismo, del arte heroico moderno, el de la retina, que en pintura —y gracias a su tardío reconocimiento hacia Courbet— creía que debía aceptarse forzosa y contradictoriamente como fundamento de la cosa mentale. Todo había empezado con una pala quitanieves y un urinario boca abajo. Y fue precisamente en el cuarto de baño donde Duchamp se despidió de la vida, aunque fueran otros los que iban a ir muriendo, no él, ya que fue él, y no Picasso —fallecido cinco años después—, el artista más influyente del siglo XX.
Imposible negar que el arte actual está “contaminado” por la visión vanguardista de un creador que dejó su testamento detrás de un portalón de madera a través del que se veía un cielo iluminando los sórdidos descampados. De ahí que la mayoría de las exposiciones que anuncian los museos para este otoño sean de artistas que se han acercado a la habitación oscura y subrepticia de Duchamp.
En el fotógrafo italiano Luigi Ghirri (MNCARS, 26 de septiembre). Duchamp habría reconocido la importancia de un aparato como la cámara fotográfica para crear “reproducciones” que permiten distinguir la identidad precisa de un ser humano y su vida de la imagen del humano y su vida. Del conceptualismo del uruguayo Luis Camnitzer (MNCARS, 17 de octubre) sustraería la placa con la frase This Is a Mirrow And You Are a Written Sentence (1966-1968) para colocarla de espejo de su propio epitafio (porque las palabras son el mejor espejo de uno mismo). “Reflejo y vanidad, por eso nos alarman”, escribió Borges.
Con el portugués Julião Sarmento (CGAC, 9 de noviembre), Duchamp compartiría la visión del voyeur y la representación de la mujer (sin cabeza) como motor del deseo. En Giacometti (Guggenheim Bilbao, 19 de octubre) vería no sólo una afición parecida por los objetos surrealistas con connotaciones eróticas, también su contradictorio rechazo por la fama: “El mejor medio de tener éxito es huir de él”, pensaba el suizo. Los portugueses Estrela, Gusmão y Paiva (Casa Encendida, 10 de octubre) heredan de Duchamp un cine anémico y las ilusiones ópticas, así como la visita a nuevos territorios que conjugan ciencia, percepción y magia. El alemán Max Beckmann (Museo Thyssen, 23 de octubre) coincidiría con la importancia del movimiento en la pintura, al forzar al espectador de sus trípticos a mover el ojo de un panel a otro como si estuviera editando una película.
Rrose Sélavy, nacida ya crecida en la mente de Duchamp en 1920 (desapareció sigilosamente en 1941), fue la quintaesencia del dadá neoyorquino y despejó el camino hacia la performatividad del género en el arte (“mucho mejor que cambiar de religión será cambiar de sexo”). Un ejemplo es Lorenza Böttner (La Virreina, 6 de noviembre), artista discapacitada de origen alemán que trabajaba con la boca, los pies y la gasolina de la ira para liberar la anarquía sexual del osario del gran arte.
Y un calambur final. Exponer Después del 68. Arte en el País Vasco (Museo de Bellas Artes Bilbao, 7 de noviembre) suena, como diría Duchamp, demasiado parecido a “desposarse”. En el arte, todos son vínculos.
Otros reflejos duchampianos:
Bruce Nauman. MOMA. Nueva York. 21 de octubre.
Franz West. Centro Pompidou. París. 12 de septiembre.
Andy Warhol. Museo Whitney. Nueva York. 12 de noviembre
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