La obra de la Tía Sandalia, una toledana pobre y analfabeta, se expondrá en el Reina Sofía
Catalina Sandalia, que no sabía leer ni escribir, fue, sin buscarlo, una artista autodidacta del arte naíf más popular y jamás quiso vender una obra suya
Catalina Sandalia Simón Fernández Verdugo (1902-1987), más conocida como la Tía Sandalia, jamás imaginó que parte de su obra acabaría expuesta en uno de los museos más importantes de España. De hecho, nunca se consideró artista ni vendió una sola de sus pinturas y esculturas. Nació pobre y fue analfabeta durante toda su vida pero hoy es considerada como una destacable representante del arte naíf. Algunas de sus obras podrán verse en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, desde octubre de este año hasta marzo de 2025.
La Tía Sandalia nació en Villacañas (Toledo) en una familia muy pobre. Aunque su madre y sus hijos aprendieron a escribir, ella fue analfabeta hasta su muerte. Vivió gran parte de su vida en un silo –típica y humilde construcción subterránea de La Mancha- y tuvo cinco hijos, uno de los cuales se suicidó con 18 años, un hecho que marcó sus últimos años pues el cura del pueblo le impidió enterrarlo en campo santo. Desde entonces dejó de sufrir los ataques de epilepsia que la acompañaban desde niña. Siempre fue muy devota hasta el punto de vestir hábito religioso a partir de 1945 hasta su fallecimiento.
Pelo de mula
Su casual acercamiento al mundo del arte llegó con la Guerra Civil. Villacañas fue zona republicana en los primeros meses y las iglesias del pueblo se cerraron –la Tía Sandalia era de misa diaria- al mismo tiempo que se destruían las imágenes religiosas. Fue entonces cuando ideó un método para enseñar el contenido de la Biblia a sus hijos: modeló en yeso un Cristo nazareno. «Quería que supieran cómo era Dios», explica su biógrafo, Vicente Zaragoza Sesmero. Sin pretenderlo había nacido una artista. Con el paso de los años siguió elaborando esculturas y pinturas de temática religiosa para sus hijos utilizando materiales pobres fáciles de encontrar como yeso, cal, barro, alambre, ramas y hojalata para las esculturas y telas y cartón para las pinturas. Incluso llegó a usar su propio pelo y el de la mula de la familia para construirse los pinceles y usaba cuchillos, tenedores y cucharas para modelar. Más tarde se dejó influir por la televisión y las revistas para sus composiciones.
Su marido, Juan, siempre respetó esta afición de su esposa. «Era un buen hombre que la entendía bien aunque el resto de la gente a veces la considerara una mujer extraña y excéntrica», cuenta su nieta, Ana Novillo, que define a su abuela como «una mujer de carácter fuerte y gran presencia, muy generosa con los demás, que enseñaba sus esculturas y pinturas a quien quisiera verlas aunque si alguien se reía de ellas lo echaba de casa». Nunca quiso vender ninguna de sus obras «porque decía que sería como Judas vendiendo al Señor» y fue «extremadamente libre porque vivió como quiso».
Exposición en el Reina Sofía
Parte de sus obras se expondrán temporalmente desde finales de este año en el Museo Reina Sofía gracias a un acuerdo al que han llegado sus descendientes y el Ayuntamiento de Villacañas –gestiona en la localidad un museo municipal dedicado a la Tía Sandalia- con responsables del Reina Sofía. Cinco curadores de este museo, Pablo Allepuz García, Rafael García Horrillo, Germán Labrador Méndez, José Antonio Sánchez Martínez y Teresa Velázquez, serán los encargados de escoger 14 pinturas y 9 esculturas para la exposición que llevará por título 'Esperpento'. Sus familiares se muestran «impactados y contentos porque ella nunca se creyó artista», según reconoce su nieta.
Quien no quiera esperar a octubre para ver esta muestra, puede acudir al Museo de la Tía Sandalia, en Villacañas, situado en la calle que lleva su mismo nombre. Abre de martes a domingo en horario de mañana y tarde y la entrada, que cuesta un euro, también sirve para visitar el Museo Etnográfico del Silo.
(EL CORREO)
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