viernes, 30 de agosto de 2024

CATALINA SANDALIA

 


La obra de la Tía Sandalia, una toledana pobre y analfabeta, se expondrá en el Reina Sofía

Catalina Sandalia, que no sabía leer ni escribir, fue, sin buscarlo, una artista autodidacta del arte naíf más popular y jamás quiso vender una obra suya




Catalina Sandalia Simón Fernández Verdugo (1902-1987), más conocida como la Tía Sandalia, jamás imaginó que parte de su obra acabaría expuesta en uno de los museos más importantes de España. De hecho, nunca se consideró artista ni vendió una sola de sus pinturas y esculturas. Nació pobre y fue analfabeta durante toda su vida pero hoy es considerada como una destacable representante del arte naíf. Algunas de sus obras podrán verse en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, desde octubre de este año hasta marzo de 2025.

La Tía Sandalia nació en Villacañas (Toledo) en una familia muy pobre. Aunque su madre y sus hijos aprendieron a escribir, ella fue analfabeta hasta su muerte. Vivió gran parte de su vida en un silo –típica y humilde construcción subterránea de La Mancha- y tuvo cinco hijos, uno de los cuales se suicidó con 18 años, un hecho que marcó sus últimos años pues el cura del pueblo le impidió enterrarlo en campo santo. Desde entonces dejó de sufrir los ataques de epilepsia que la acompañaban desde niña. Siempre fue muy devota hasta el punto de vestir hábito religioso a partir de 1945 hasta su fallecimiento.

Pelo de mula

Su casual acercamiento al mundo del arte llegó con la Guerra Civil. Villacañas fue zona republicana en los primeros meses y las iglesias del pueblo se cerraron –la Tía Sandalia era de misa diaria- al mismo tiempo que se destruían las imágenes religiosas. Fue entonces cuando ideó un método para enseñar el contenido de la Biblia a sus hijos: modeló en yeso un Cristo nazareno. «Quería que supieran cómo era Dios», explica su biógrafo, Vicente Zaragoza Sesmero. Sin pretenderlo había nacido una artista. Con el paso de los años siguió elaborando esculturas y pinturas de temática religiosa para sus hijos utilizando materiales pobres fáciles de encontrar como yeso, cal, barro, alambre, ramas y hojalata para las esculturas y telas y cartón para las pinturas. Incluso llegó a usar su propio pelo y el de la mula de la familia para construirse los pinceles y usaba cuchillos, tenedores y cucharas para modelar. Más tarde se dejó influir por la televisión y las revistas para sus composiciones.


Su marido, Juan, siempre respetó esta afición de su esposa. «Era un buen hombre que la entendía bien aunque el resto de la gente a veces la considerara una mujer extraña y excéntrica», cuenta su nieta, Ana Novillo, que define a su abuela como «una mujer de carácter fuerte y gran presencia, muy generosa con los demás, que enseñaba sus esculturas y pinturas a quien quisiera verlas aunque si alguien se reía de ellas lo echaba de casa». Nunca quiso vender ninguna de sus obras «porque decía que sería como Judas vendiendo al Señor» y fue «extremadamente libre porque vivió como quiso».

Exposición en el Reina Sofía

Parte de sus obras se expondrán temporalmente desde finales de este año en el Museo Reina Sofía gracias a un acuerdo al que han llegado sus descendientes y el Ayuntamiento de Villacañas –gestiona en la localidad un museo municipal dedicado a la Tía Sandalia- con responsables del Reina Sofía. Cinco curadores de este museo, Pablo Allepuz García, Rafael García Horrillo, Germán Labrador Méndez, José Antonio Sánchez Martínez y Teresa Velázquez, serán los encargados de escoger 14 pinturas y 9 esculturas para la exposición que llevará por título 'Esperpento'. Sus familiares se muestran «impactados y contentos porque ella nunca se creyó artista», según reconoce su nieta.

Quien no quiera esperar a octubre para ver esta muestra, puede acudir al Museo de la Tía Sandalia, en Villacañas, situado en la calle que lleva su mismo nombre. Abre de martes a domingo en horario de mañana y tarde y la entrada, que cuesta un euro, también sirve para visitar el Museo Etnográfico del Silo.

(EL CORREO)





OTOÑO-INVIERNO

 

Museos vascos: si amas el arte no deberías perderte estas exposiciones


Goenaga, Hilma af Klint o Tarsila do Amaral son algunas y algunos de los artistas que protagonizan la programación que llega este otoño-invierno a los museos vascos





Los museos vascos cierran la primera mitad del año con una gran variedad de exposiciones y la próxima temporada expositiva viene también cargada de arte, con propuestas de todo tipo. Estas son algunas de las imprescindibles que ningún amante del arte debería perderse.

Tarsila do Amaral. | FOTO: JAIME ACIOLI


El último trimestre estará protagonizado en el Guggenheim por Hilma af Klint, artista sueca pionera del arte abstracto, que ha sido “descubierta” en los últimos años. A pesar de ser precursora de Kandinsky, su obra fue casi invisible hasta 1968. A través de una selección de 200 obras, en las que se podrá apreciar sus formas audaces, coloridas y sin ataduras de referencias reconocibles al mundo físico, ocupará toda la segunda planta de la pinacoteca. Del día 18 de octubre al 2 de febrero.

Obra de Guinea en la exposición ‘Familia Sota’, en el Bellas Artes. | FOTO: Y. NARA


Poco después, a partir del 29 de noviembre, la exposición Paul Pfeiffer. Prólogo de la historia del nacimiento de la libertad mostrará tanto las primeras obras como los trabajos más recientes del artista hawaiano residente en Nueva York. La exposición propondrá un recorrido a través de 25 años de trayectoria del artista pionero en la utilización del vídeo. Se podrá ver hasta el 16 de marzo de 2025.




COLECCIÓN MASAVEU

 


Una nueva exhibición gratuita con obras de Picasso, Sorolla o Miró llega a Madrid a finales de año

Esta colección de piezas desconocidas incluye dibujos, esculturas, cuadros y fotografías


La Fundación María Cristina Masaveu Peterson acogerá la exhibición 'Colección Masaveu. Arte español del siglo XX. De Picasso a Barceló', una muestra que reúne algunas de las obras más destacadas del arte del siglo XX, pertenecientes a las colecciones Masaveu. Esta muestra gratuita estará disponible en la Fundación entre los días 9 de octubre y 20 de julio de 2025.



La colección de obras, desconocidas hasta ahora para el gran público, ha crecido durante los últimos años gracias a la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Reúne fondos de la Colección Masaveu, la Colección Fundación María Cristina Masaveu Peterson y de la colección personal de Fernando Masaveu. Además, en esta muestra también podréis descubrir un gabinete dedicado a la obra en papel, donde se exhibirán conjuntos de dibujos y fotografías. Podéis consultar más información a través de este enlace.

Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Ubicada en la calle Alcalá Galiano, 6 (Chamberí), la Fundación fue creada en el año 2006 por María Cristina Masaveu, con el objetivo de impulsar la cultura, la formación y la investigación científica a nivel nacional e internacional. Cuenta con una colección de arte con piezas de destacados artistas como Juan van der Hamen, Federico de Madrazo, Keih Haring o Jaume Plensa. Con entrada gratuita (previa reserva), el espacio cultural abre sus puertas de martes a viernes de 11.00 a 20.00 h, sábado de 10.00 a 20.00 h y domingos y festivos de 10.00 a 15.00 h. 

Estructurada en varias secciones, la exposición ofrece un recorrido por el arte español del siglo pasado, con un centenar de pinturas y esculturas de diversos movimientos y artistas, tales como Pablo Picasso, María Blanchard, Juan Gris, Sorolla, Joan Miró, Salvador Dalí, Luis Fernández, Antonio López, Carmen Laffón, Antoni Tàpies, Manuel Millares, Eduardo Chillida, Esteban Vicente, Juan Genovés, Eusebio Sempere, Soledad Sevilla, Pablo Palazuelo, Cristina Iglesias, Juan Muñoz o Miquel Barceló, entre muchos otros.

EXPOSICIONES

 


Galerías de arte gallegas abren a la vez nueve exposiciones


Fabiola Barreiro (en representación de la galería Trinta), Nuria Pereira (Marisa Marimón), Luisa Pita (galería homónima), Nuria Blanco (Moret Art), Chus Villar (Nordés), Lucia C. Suárez (Dupla) y Javier Blanco (Metro), ayer en la presentación de Aberto. Tres Insuas

La nueva edición de Aberto se celebrará el 19 de septiembre



lunes, 19 de agosto de 2024

EXPOSICIONES

 

12 exposiciones de arte que no te puedes perder este verano en España y Portugal:





Las creaciones abstractas y profundamente emocionales de Martha Jungwirth en el Museo Guggenheim de Bilbao


Australidelphia, Martha Jungwirth. Cortesía Museo Guggenheim de Bilbao


La obra de esta peculiar pintora austriaca vuelve a España tras más de 55 años sin exponerse en nuestro país. Una cuidada selección de acuarelas, óleos y libros de artista configuran un repaso por la trayectoria de esta creadora y su personal estilo abstracto. Obras que parten de su detallada observación de la forma humana, los animales, la historia del arte y sus viajes por el mundo que representa en colores vibrantes y expresivos trazos con los que expresa sus emociones. Pinturas difíciles de clasificar que plasma en soportes inesperados como libros de contabilidad y papel de estraza y que oscilan entre la abstracción y la figuración. Una muestra fundamental que hasta el 22 de septiembre permite sumergirse en exploración pictórica y única de esta artista excepcional.


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KLIMMT

 


Cinco obras para conocer a Klimt más allá de su icónico «beso» en el aniversario de su nacimiento

En 1909, Gustav Klimt (14 de julio de 1862-6 de febrero de 1918) terminó la que sería su obra maestra, una apasionada escena de amor en la que los protagonistas se funden en un cariñoso beso. Sin embargo, más allá de sus características obras cargadas de sensualidad, colores dorados y abstracción; el pintor austriaco comenzaría su carrera en 1880 con trabajos de decoración del patio del Museo de Historia del Arte de Roma o los techos del Palacio Sturnany hasta lograr desarrollar un estilo más personal y controvertido. El Debate recoge algunas de las obras menos conocidas de Klimt


EXPOSICIÓN EN VALENCIA

 


Degraín, la investigación de su singularidad en el Bellas Artes de Valencia

La exposición de Muñoz Degraín, titulada El paisaje de los sueños, explora los puntos diferenciadores que hicieron a este artista valenciano consagrarse como uno de los paisajistas más excepcionales del periodo de entre siglos. De esta manera, se ha realizado la primera gran investigación de las peculiaridades de la obra de este creador conmemorando el centenario de su fallecimiento. La muestra en el Museo de Bellas de Artes de Valencia permanecerá abierta hasta el 13 de octubre.

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MUSEU NACIONAL D´ART DE CATALUNYA

 

Suzanne Valadon: Una epopeya moderna en MNAC


La habitación azul, 1923. Suzanne Valadon.



No sería desacertado afirmar que Suzanne Valadon (1865-1938) fue la bohemia definitiva: criada en la pobreza entre unas calles parisinas donde aprendió a buscarse la vida desde pequeña, alistada como acróbata bajo las carpas circenses, parroquiana habitual del cabaret Le Chat Noir, convertida en musa y modelo para los pinceles de artistas como Toulouse-Lautrec o Renoir y, finalmente, reinventada como pintora autodidacta capaz de demoler tabúes a golpe de lienzo. Valadon cumplía todos los requisitos imaginables para constituir uno de los personajes más fascinantes y representativos de las corrientes artísticas que fluían por Montmartre a principios del siglo XX, durante aquel periodo bautizado con la lustrosa denominación de belle époque. Pero también es cierto que su producción, a pesar de ser una de las más emblemáticas de dicha era, ha vivido durante mucho tiempo eclipsada por la de otros autores (varones) contemporáneos, e incluso por el renombre y las caóticas tropelías de su propio hijo, el también pintor Maurice Utrillo (1883-1955). 

En Barcelona, durante estos días y hasta el uno de septiembre, el Museu Nacional d’art de Catalunya, en colaboración con el Centre Pompidou-Metz y el Musée d’art de Nantes, acoge la muestra Suzanne Valadon: Una epopeya moderna comisariada por Eduard Vallès y Philip-Dennis Cate. Una exposición que supone la primera gran antología sobre Valadon organizada en España. Un enorme homenaje a la vida y obra de la artista a través de más de cien obras, cuarenta y ocho de las cuales solo pueden verse en Barcelona. Una oportunidad insólita para (re)descubrir a una de las figuras más fascinantes de la pintura francesa.

Valadografía

Suzanne nació como Marie-Clémentine Valadon en Bessines-sur-Gartempe, en la región francesa de Lemosín. Su madre era lavandera y su padre era incierto, puesto que la primera, una suiza llamada Madeleine Valadon, nunca tuvo nada claro quién podría haber sido el segundo. Lo llamativo es que para la primogénita aquella ausencia paterna no supuso un problema, sino una oportunidad: la de ponerles las cosas difíciles a los biógrafos del futuro al inventar infinidad de hazañas fantasiosas sobre su progenitor. A lo largo de su vida, al presentarse en sociedad, Marie-Clémentine tan pronto aseguraba que su padre cumplía condena en la cárcel por fabricar monedas falsas o por su ideología política, como se declaraba hija de un noble adinerado o juraba haber sido abandonada y posteriormente encontrada en una cesta de ropa.

En el mundo real, la existencia de Madeleine Valadon era azarosa. La mujer vivía en la miseria, estaba estigmatizada socialmente por tener una hija ilegítima, se sumergía en los alcoholes con asiduidad y era profundamente infeliz. En 1870, tomó la decisión de mudarse junto a su hija a París para asentarse en una pequeña villa ubicada en la colina Montmartre. Un distrito donde muchos otros desamparados también decidieron instalarse cuando la modernización general de la urbe, llevada a cabo por Georges-Eugène Haussmann, encareció el nivel de vida, elevando las rentas hasta alturas poco sanas para los bolsillos humildes. Durante aquellos años, las empedradas callejuelas de Montmartre, ajenas a las transformaciones de la capital, recibieron a todas las criaturas que habitaban en los márgenes: las familias empobrecidas, los obreros humildes, los buscavidas, las prostitutas, los chulos e incluso, ojo, a los artistas. Un séquito de personas de existencia difusa cuya presencia convirtió la colina en epicentro de la vida alternativa y las tendencias vanguardistas. Marie-Clémentine encontró aquel nuevo entorno fascinante y, aunque su madre optó por enrolarla en un colegio religioso para que adquiriera disciplina, la chiquilla dedicó sus jornadas a hacer lo que le salía de las gónadas: vagabundear por el barrio, brincar sobre las verjas, colarse en balcones ajenos y garabatear dibujos con cualquier cosa que tuviera a mano. A los once años, abandonó la escuela en busca de algún tipo de empleo con el que ayudar a colocar el pan sobre la mesa. Y como en el siglo XIX la explotación infantil era simplemente un escalón más de la vida laboral, la pequeña pudo ejercer en terrenos de lo más variado: trabajó en un taller de sombreros, como camarera en los locales de la zona, elaborando coronas funerarias, realizando arreglos costureros y vendiendo verduras. 


Catherine desnuda estirada sobre una piel de pantera, 1923. Suzanne Valadon.

Tras cuatro años saltando de un oficio a otro, Marie-Clémentine aterrizó en la que siempre había sido su profesión soñada: acróbata en el circo. La adolescente logró colarse en la carpa tras haber sido introducida al mundillo de las cabriolas por el pintor (y conde) Antoine de La Rochefoucauld y el litógrafo Thèo P. Wagner. Dos señoritos muy aficionados a las volteretas en la pista, De la Rochefoucauld incluso tiene un cameo como saltimbanqui con monóculo en La amante del circo (1885) de James Tissot, que por aquel entonces se hallaban decorando un circo de los alrededores. Desgraciadamente, el paso de Marie-Clémentine por el mundo del espectáculo fue efímero: después de doce meses realizando piruetas, una aparatosa caída desde un trapecio le lesionó la espalda, finiquitando para siempre su carrera circense. Tras recuperarse de las magulladuras, Valadon se topó con Pierre Puvis de Chavannes, un pintor cuarenta años mayor que ella, y comenzó a trabajar para él como modelo al tiempo que compartían cama, porque en aquella época la relación entre los artistas y los retratados era libertina hasta alturas cuestionables. Al margen de los pubis y en el portfolio de Puvis, Marie-Clémentine protagonizaría estudios del cuerpo femenino, como este, o posaría en el rol de todos los personajes de El bosque sagrado amado por las artes y las musas (1884). Entretanto, la muchacha hubo de sufrir una dolorosa patada en el orgullo al atreverse a mostrar sus propios dibujos al pintor. Porque Puvis se limitó a despreciarlos y sentenciar, con muy malos modos, un «eres una modelo, no una artista».

En 1881, se inauguró el famoso cabaret Le Chat Noir, un club nocturno cuyo aura decadente funcionaba como un potente imán para todos los artistas, literatos y poetas de la zona. Y, por supuesto, una ubicación que Valadon convertiría en el centro de operaciones de su vida social. Chapoteando entre la marea de bohemios de Montmartre, ella acabó enredándose, a varios niveles, con los artistas al convertirse en amiga y musa de la gran mayoría. Intimó bastante con el artista barcelonés Miquel Utrillo y posó para gente como Berthe MorisotThéophile SteinlenSantiago RusiñolFederico ZandomeneghiVojtěch HynaisJean-Jacques Henner o un Pierre August Renoir que la convirtió en la bailarina de Baile en Bougival (1883) y en una de las muchachas de Las grandes bañistas (1887). Lo interesante es que durante aquella etapa como modelo, en la que se hacía llamar Maria, no se conformó con mantenerse estática, sino que analizó y asimiló las técnicas de los pintores que la retrataban para instruirse por su cuenta y riesgo, esquivando cualquier formación académica oficial, en las artes de la pintura. En 1883 dio a luz a un pequeño varón llamado Maurice, sin tener claro quién era el verdadero padre de la criatura, como era tradición en su familia. Aún así, y a pesar de que quizás no era el amante que más papeletas tenía, Miquel Utrillo lo reconoció como propio siete años después y le permitió vestir su apellido.

La echadora de cartas (El futuro revelado), 1912. Suzanne Valadon.

Marie-Clémentine también ejerció como modelo para un Henri de Toulouse-Lautrec que la inmortalizaría en pinturas como Resaca (1888) o Retrato de Suzanne Valadon (1885). Un caballero que además le otorgó a la dama su futuro nombre artístico al rebautizarla a modo de broma como Suzanne. Una chanza ilustrada, inspirada por la frecuencia con la que la chica rondaba la compañía de señores mayores, que evocaba a la escena bíblica La historia de Susanao a cualquiera de los cuadros de Artemisia Gentileschi inspirados por ese relato donde una jovencita hacía frente a las impertinencias sexuales de dos carcamales voyeurs. Gracias a Toulouse-Lautrec, Suzanne conocería a Edgar Degas, un hombre cuya amistad «le daría alas». Porque aunque Renoir o Toulouse-Lautrec ya habían aplaudido previamente la maña de la fémina con el dibujo, la reacción de Degas ante el talento de la chica fue mucho más apasionada y motivadora: al descubrir las creaciones de Valadon, el pintor exclamó «¡Eres uno de nosotros!» y le compró unas cuantas obras, que posteriormente colgó en una pared junto al trabajo de Jean-Auguste-Dominique IngresEugène DelacroixÉdouard Manet o Paul Gaugin.

Degas también se encargó de ponerla en contacto con dos de los representantes artísticos parisinos más influyentes, Ambroise Vollard y Paul Durand-Ruel, y de animarla a presentar sus cuadros al juicio de la Société nationale des beaux-arts. Una ocurrencia que convirtió a Suzanne en la primera mujer que exhibiría su obra en las dependencias de dicha entidad. Todo un logro teniendo en cuenta lo machista del sector y la dura competencia para colarse en la pomposa sociedad de las bellas artes. Durante los años posteriores, Suzanne Valadon se estableció como una de las creadoras (pintora, dibujante y grabadora) más importantes y reivindicables de su época. Fue la primera mujer en atreverse a perfilar un desnudo masculino y la artista que, gracias a su perspectiva previa como modelo, redefinió la imagen del cuerpo femenino sobre el lienzo, extirpando la idealización que ofrecían los autores varones y mostrándolo de un modo mucho más natural y sincero.

Mujer con medias blancas, 1924. Suzanne Valadon.


Entre su harén de queridos figuraron también el músico Erik Satie, un banquero llamado Paul Moussis que se desposaría con ella dotándola de estabilidad económica, y el joven artista André Utter, a quien Suzanne sacaba más de dos décadas de edad, que se convertiría en su muso, marido, modelo y marchante particular durante años, conformando una pareja que Valadon retrataría como habitantes del Edén en Adan y Eva (1909). En la vida privada, Suzanne tuvo que lidiar constantemente con los devenires de su descarrilado hijo, el pintor Maurice Utrillo. Un hombre con el piloto automático puesto en el modo de Autodestrucción que se perdía con frecuencia entre el alcohol o las fiestas y era un inquilino habitual de las instituciones psiquiátricas tras serle diagnosticada esquizofrenia a los veintipocos años. En la villa, la extraña familia compuesta por Valadon, Utter y Utrillo no tardó en ganarse el apodo de trinité maudite, como consecuencia de sus continuos conflictos, desventuras y reconciliaciones. Suzanne falleció un siete de abril de 1938, sumando setenta y dos años, y convertida en la bohemia definitiva. Aquella capaz de sacudir el mundo del arte desde una colina de desarraigados en los suburbios de París.

Suzanne Valadon en el MNAC

Valadon poseía alma díscola, trazas de genio y aura de leyenda. Dedicó cuarenta años de su vida al arte, a pesar de no haber pisado nunca una academia de dibujo, legando al mundo una producción en la que abundan los desnudos femeninos. Pero donde también figuran retratos, paisajes o una serie de bodegones que pinceló cuando su carrera ya estaba asentada y gozaba de reconocimiento. Su obra no se confinó a un estilo específico, sino que fue capaz de dibujar una personalidad propia en donde es posible hallar pinceladas de corrientes como el postimpresionismo, el simbolismo o el fauvismo. Pero, ante todo, Valadon destacó por su transgresión: por abordar la desmitificación del sexo y alejarse de la sobada idealización del cuerpo femenino, por atreverse a trabajar con el desnudo masculino en un mundo de hombres y por su preferencia por retratar a las clases obreras, a diferencia de lo que hacían otras artistas contemporáneas como Mary Cassatt o Berthe Morisot nacidas en entornos aburguesados. 

La muestra Suzanne Valadon: Una epopeya moderna organizada por el MNAC repasa la figura de la pintora a través de más de un centenar de sus creaciones. Dibujos, óleos sobre tela y cartón, grabados, o esculturas en yeso y bronce que perfilan el trayecto artístico de una autora capaz de llevar a cabo su propia revolución. Entre ellas se encuentran piezas que reflejan su pasión por el espectáculo circense como La acróbata (1916), sus cinco reinterpretaciones de La Venus negra, varios ejemplos de su alabada serie de atípicos cuerpos desnudos y tendidos como Catherine desnuda estirada sobre una piel de pantera (1923), numerosos retratos tanto personales como por encargo, o los bodegones que adquirieron protagonismo sobre su caballete en su época más madura.

Las bañistas, 1923. Suzanne Valadon.


La exposición también alberga obras de artistas contemporáneos, franceses y catalanes, y se complementa con material documental para ofrecer una perspectiva del ecosistema en el que se fraguó la identidad de Valadon: la atmósfera de un Montmartre que parecía hecho a medida de aquella mujer intrépida; la cartelería parisina que suponía en sí misma un subgénero de arte popular (y que en Una epopeya moderna se presenta a través de una selección de afiches del Gabinete de dibujos, grabados y carteles del Museo Nacional); la tumultuosa vida bohemia de Le Chat Noir y sus habituales; la relación con Degas, el hombre que la apodó como «Terrible Maria» por su carácter desenfrenado; su legendario idilio con Satie; sus tormentosa relación con los dos Utrillo de su vida; o la subversiva aproximación al cuerpo desnudo que pulverizó estereotipos desde la naturalidad. Una vida audaz, una hazaña artística, una epopeya.

Suzanne Valadon: Una epopeya moderna. Exposición disponible hasta el uno de septiembre en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Parque de Montjuïc 08038 Barcelona). Para más información invitamos al lector a visitar la página web del MNAC sobre la muestra  o escribir a su correo de contacto.

(DIEGO CUEVAS)

MUSEO DE PONTEVEDRA

 

Picasso, Dalí y Castelao conversan en Pontevedra con piezas arqueológicas


La muestra reúne piezas del Museo de Pontevedra, la Fundación María José Jove y TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary. MARTA REGUERA



El Museo inaugura su muestra «máis ambiciosa dos últimos vinte anos»


Trátase da exposición máis ambiciosa organizada polo Museo de Pontevedra nos últimos vinte anos, un paso máis para avanzar no impulso desta cidade e provincia como epicentro da cultura nacional e internacional». El vicepresidente de la Diputación de Pontevedra, Rafa Domínguez, dio la bienvenida a A era dás fábulas. A arte e o poder rexenerador da fantasía, que se inaugura esta tarde en el Edificio Castelao.

Con esta muestra, se propone al visitante un diálogo entre piezas artísticas del siglo XX y XXI procedentes de la Fundación María José Jove y TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary con fondos artísticos, arqueológicos y etnográficos del propio Museo de Pontevedra para, de este modo, hacerle partícipe de una conversación sobre el estado del mundo, del clima y de la situación social. Así, hasta el 29 de septiembreA era das fábulas ocupará tres salas que simbolizan tres actos de un mismo relato, una visión que se refuerza por las dos obras situadas en el exterior de estos espacios: Avenza Revisited II, de Louise Bourgeois, y O tempo lento do corpo que é pele, de Ernesto Neto.

«A era das fábulas» propone una conversación entre piezas de arte contemporáneo con propuestas procedentes de los fondos arqueológicos y etnográficos del Museo de Pontevedra. MARTA REGUERA


El recorrido arranca en Imaxinación-mar, centrada en «as tradicións e as prácticas mariñas, con frecuencia unidas ao risco de perder aos nosos seres queridos, son o berce de fábulas e contos orientados a chegar a un acordo, a unha relación de harmonía co Océano»Maruja Mallo, Picasso, Anselm Kiefer, Inês Zenha y Sonia Levy, entre otros, comparten espacio con Castelao y Francisco Vázquez Díaz Compostela, junto «a fanais isabelinos, buguinas mariñas e bustos bifrontes galaico-romanos».

Barceló, Miró, Salvador Dalí, Menchu Lamas, Cristina Iglesias, Nora Aurrekoetchea, Kiko Pérez, Sandra Le, Manuel Moldes y Arturo Souto, además de piezas etnográficas y arqueológicas singulares procedentes del Museo, caso de «un frasco de cristal con ‘a uña da gran besta', un chamador con forma de dragón, cerámica birmana, azulexos do século XV, amuletos…» protagonizan el segundo acto, Transformación-terra. En este caso, el hilo conductor es un acercamiento «á terra, a agricultura e os seus mitos. A labranza como práctica, a supervivencia e o clima son primordiais para entender non só o pasado senón tamén o noso presente».


El tercer y último acto, Renacemento: aire, tiene como leit motiv «a relevancia da oralidade na transmisión da cultura, a partir da importancia que o medio aéreo ten e tivo para a comunicación. No caso concreto en Galicia, a exposición mostra que a tecnoloxía se viu como un elemento que complementa unha orografía complexa que fai difícil a reunión por terra pero á que pode chegarse polas ondas». Y todo ello a partir de piezas firmadas por Jorge Barbi y Mariña González Guerreiro, Picasso, Georg Baselitz, Kandinsky, Luis Gordillo, Mercedes Azpilicueta y Belén Rodríguez que «conversan coas máscaras de Castelao para Os vellos non deben de namorarse e unha máscara púnica, con cornetas e un olifante sapi-portugués, con moldes de exvotos e os capiteis románicos» de la iglesia de Santa María de Bermés.

(LA VOZ DE GALICIA)