jueves, 13 de junio de 2024

UNA ARTISTA OLVIDADA

 


Cómo sacar del olvido a una artista: la exposición de Rosario de Velasco que no te puedes perder en el Thyssen este  verano

Una pionera prácticamente desconocida para el gran público cuya obra se ha recuperado gracias a una red de colaboración en redes sociales
¡Lavanderas', de Rosario de Velasco. Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza


La primera vez que se contempla el Adán y Eva que pintó en 1932 Rosario de Velasco (1904-1991) lo que más sorprende es su modernidad. Ni rastro de pecado ni de maldición; ambas figuras, tanto el hombre como la mujer, reposan en la hierba. La igualdad predomina en la composición y en sus gestos, aún así Rosario prefiere colocar a la mujer en el lado superior del cuadro. Durante años, esta obra maestra ha formado parte de la colección permanente del Museo Reina Sofía y ahora se convierte en una de las piezas centrales de la primera gran exposición individual dedicada a la artista. Tendrá lugar en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y se podrá visitar desde el 17 de junio hasta el 15 de septiembre.
La muestra supone la recuperación de una de las principales representantes españolas de la generación del 27 y del movimiento denominado Nuevo Realismo en España. Los lienzos de Rosario trasladan a la efervescencia creativa que se vivió en el período de la Segunda República (1931-1939), especialmente para las mujeres, y que terminó truncándose más tarde con la Guerra Civil. Su obra se ubica dentro de lo que los historiadores llamaron el retorno al orden, en el que su estilo se ve influido por las corrientes europeas del Novecentismo italiano y la Nueva Objetividad alemana, pero en la que también se aprecian ecos del Cubismo, del primer Renacimiento e incluso de la pintura de Durero, en la que se inspiró para crear su propia firma. “Era capaz de revisitar los temas y los estilos de la historiografía de una manera muy moderna, conviviendo con las influencias vanguardistas. Creo que esa fue la razón por la que se convirtió en una de las figuras más importantes del momento” apunta Elena Rodríguez, coordinadora de la exhibición. Las aproximadamente 60 obras —entre lienzos e ilustraciones— que se expondrán en el Museo Thyssen forman parte de esta primera etapa, comprendida entre la década de 1920 y 1942, en las que muchas de ellas provenientes de colecciones privadas colgarán de la pared de un museo por primera vez.
‘Maragatos’, de Rosario de Velasco Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza


Así lo explica una de las artífices y comisarias de la exposición, que no podía ser otra que su sobrina nieta, la periodista Toya Viudes de Velasco. Durante más de treinta años, ha estado investigando y recabando información sobre su tía abuela Rosario. “Todo comenzó a raíz del cuadro de las Lavanderas que colgaba en el salón de casa de mis padres con el que crecí y me fascinaba” nos cuenta, “aunque no fui consciente de la dimensión de su talento hasta que vi por primera vez el Adán y Eva en el Museo Reina Sofía, compartiendo colección con los grandes como Dalí o Picasso. Entonces me dije: hay que averiguar más sobre la tía Rosario”.

Después de la pandemia conoció al otro comisario de la exposición, Miguel Lusarreta, y juntos le hicieron la propuesta al Museo Thyssen-Bornemisza, que acogió rápidamente el proyecto. Sin embargo, faltaba algo fundamental para completar la exposición: las obras.

Fue entonces cuando se le ocurrió abrirse una cuenta de Twitter para preguntar directamente por las pinturas que aún no había localizado. “Como soy periodista llevaba un tiempo trabajando con redes sociales, así que se me ocurrió preguntar por esa vía”, relata. En ese momento el proyecto se volvió también en una iniciativa colectiva. “Yo no esperaba nada, pero me sorprendió la reacción de la gente. Ha habido mucha gente que no me conocía y que me ha ayudado mucho. La acogida ha sido maravillosa”.

Gracias a esta participación han aparecido cuadros de la talla de Gitanos (1935), que se expuso en Pittsburg en 1935 y que estaba en la misma sala que Dalí, y Maternidad (1933), con la que participó en una de las ediciones de la Bienal de Venecia, ambas en posesión del mismo coleccionista. O las ilustraciones que realizó para la edición de Cuentos para Soñar de su amiga María Teresa León en 1928. Desde que empezó todo se han recuperado 211 obras que estaban sin localizar y aún se espera que se encuentren muchas más gracias a la exposición.

‘Maternidad’, de Rosario de Velasco Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza


La revalorización de la obra de Rosario de Velasco se ha producido recientemente y apenas se encuentra información sobre ella, salvo por el estudio del profesor Jose Luis Alcaide y la página web del nieto de la pintora, Victor Ugarte. Tal ha sido la invisibilización de su obra. “Se ha debido principalmente a su condición de mujer”, apunta Rodríguez. El caso de Adán y Eva es precisamente paradigmático de este problema porque se presentó con esta obra en 1932 a la Exposición Nacional de Bellas Artes y una crónica de la época cuenta que por unanimidad el jurado estaba dispuesto a darle la primera medalla, pero no se la entregaron porque “no había precedente” de dársela a una mujer, así que terminó recibiendo el segundo premio. “Lo que les pasó es que no se atrevieron a dársela a una mujer, ya sabes”, confirma Viudes de Velasco. En ese mismo año estuvo exponiendo también en lugares como Copenhague y Berlín, y con el dinero del segundo premio se embarcó junto a una amiga en el barco Stella Polaris y se fueron a Leningrado. Un detalle que nos da una idea de lo intrépido de su carácter.

“Tuvo mucha suerte, porque la verdad que se crio en un ambiente donde se leía mucho, su padre fue acuarelista y se empeñó en que sus hijas pintaran”, cuenta su sobrina nieta. Esto hizo que el carácter independiente de Rosario de Velasco floreciera y se convirtiera en una mujer que defendía su posición y se enfrentara con valentía a los prejuicios machistas de la época. La fuerza de su carácter se refleja en sus obras, como ocurre en la luminosa Lavanderas (1934), una de las obras de gran formato que, como señala Rodríguez “no era algo habitual en el arte de las artistas mujeres”. Un gran formato implica un gran espacio, una extensión que no se puede reducir o encasillar en el ámbito doméstico, sino que está hecho para verse en exposiciones. “También da mucha presencia a las mujeres en sus obras. Por eso es importante señalar cómo ella ocupaba ese lugar tan amplio físicamente”, señala Rodríguez. “Creo que eso aporta una perspectiva muy importante desde la mirada de una mujer artista”.

Otra de esas grandes obras por tamaño y por calidad es La Matanza de los Inocentes (1936), que realizó unos años antes de que estallase la Guerra Civil española, en la que parece predecir de alguna manera lo que va a ocurrir. “Estaba muy conectada con la realidad artística del país pero también con la atmósfera del momento”, apunta Viudes de Velasco. “Aún hay muchas cosas que no sabemos de ella, que nos quedan por investigar”, afirma su sobrina, “como digo yo: esto acaba de empezar”, concluye.

(VOGUE WOLRD)






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