jueves, 13 de junio de 2024

JULIO ROMERO DE TORRES

 

Una exposición confrontará en Córdoba la obra de Romero de Torres con la de Ignacio Zuloaga


La Chiquita Piconera, una de las obras más emblemáticas de Julio Romero de Torres, se exhibe desde el próximo lunes, 6 de mayo, y hasta el 28 de julio en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid. Con este traslado del cuadro del pintor cordobés se inaugura la programación organizada por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento del autor, una iniciativa que pretende revisar el legado del artista desde una óptica contemporánea y transversal.

Pintada entre 1929 y 1930, La chiquita piconera está considerada uno de los principales testamentos pictóricos de Romero de Torres y desde el lunes se exhibirá en la sala 45 del Thyssen, espacio dedicado a los realismos de entreguerras. Compartirá espacio con obras de Pablo Picasso, Max Beckmann, Otto Dix, George Grosz o Balthus, entre otros artistas.


UNA ARTISTA OLVIDADA

 


Cómo sacar del olvido a una artista: la exposición de Rosario de Velasco que no te puedes perder en el Thyssen este  verano

Una pionera prácticamente desconocida para el gran público cuya obra se ha recuperado gracias a una red de colaboración en redes sociales
¡Lavanderas', de Rosario de Velasco. Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza


La primera vez que se contempla el Adán y Eva que pintó en 1932 Rosario de Velasco (1904-1991) lo que más sorprende es su modernidad. Ni rastro de pecado ni de maldición; ambas figuras, tanto el hombre como la mujer, reposan en la hierba. La igualdad predomina en la composición y en sus gestos, aún así Rosario prefiere colocar a la mujer en el lado superior del cuadro. Durante años, esta obra maestra ha formado parte de la colección permanente del Museo Reina Sofía y ahora se convierte en una de las piezas centrales de la primera gran exposición individual dedicada a la artista. Tendrá lugar en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y se podrá visitar desde el 17 de junio hasta el 15 de septiembre.
La muestra supone la recuperación de una de las principales representantes españolas de la generación del 27 y del movimiento denominado Nuevo Realismo en España. Los lienzos de Rosario trasladan a la efervescencia creativa que se vivió en el período de la Segunda República (1931-1939), especialmente para las mujeres, y que terminó truncándose más tarde con la Guerra Civil. Su obra se ubica dentro de lo que los historiadores llamaron el retorno al orden, en el que su estilo se ve influido por las corrientes europeas del Novecentismo italiano y la Nueva Objetividad alemana, pero en la que también se aprecian ecos del Cubismo, del primer Renacimiento e incluso de la pintura de Durero, en la que se inspiró para crear su propia firma. “Era capaz de revisitar los temas y los estilos de la historiografía de una manera muy moderna, conviviendo con las influencias vanguardistas. Creo que esa fue la razón por la que se convirtió en una de las figuras más importantes del momento” apunta Elena Rodríguez, coordinadora de la exhibición. Las aproximadamente 60 obras —entre lienzos e ilustraciones— que se expondrán en el Museo Thyssen forman parte de esta primera etapa, comprendida entre la década de 1920 y 1942, en las que muchas de ellas provenientes de colecciones privadas colgarán de la pared de un museo por primera vez.
‘Maragatos’, de Rosario de Velasco Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza


Así lo explica una de las artífices y comisarias de la exposición, que no podía ser otra que su sobrina nieta, la periodista Toya Viudes de Velasco. Durante más de treinta años, ha estado investigando y recabando información sobre su tía abuela Rosario. “Todo comenzó a raíz del cuadro de las Lavanderas que colgaba en el salón de casa de mis padres con el que crecí y me fascinaba” nos cuenta, “aunque no fui consciente de la dimensión de su talento hasta que vi por primera vez el Adán y Eva en el Museo Reina Sofía, compartiendo colección con los grandes como Dalí o Picasso. Entonces me dije: hay que averiguar más sobre la tía Rosario”.

Después de la pandemia conoció al otro comisario de la exposición, Miguel Lusarreta, y juntos le hicieron la propuesta al Museo Thyssen-Bornemisza, que acogió rápidamente el proyecto. Sin embargo, faltaba algo fundamental para completar la exposición: las obras.

Fue entonces cuando se le ocurrió abrirse una cuenta de Twitter para preguntar directamente por las pinturas que aún no había localizado. “Como soy periodista llevaba un tiempo trabajando con redes sociales, así que se me ocurrió preguntar por esa vía”, relata. En ese momento el proyecto se volvió también en una iniciativa colectiva. “Yo no esperaba nada, pero me sorprendió la reacción de la gente. Ha habido mucha gente que no me conocía y que me ha ayudado mucho. La acogida ha sido maravillosa”.

Gracias a esta participación han aparecido cuadros de la talla de Gitanos (1935), que se expuso en Pittsburg en 1935 y que estaba en la misma sala que Dalí, y Maternidad (1933), con la que participó en una de las ediciones de la Bienal de Venecia, ambas en posesión del mismo coleccionista. O las ilustraciones que realizó para la edición de Cuentos para Soñar de su amiga María Teresa León en 1928. Desde que empezó todo se han recuperado 211 obras que estaban sin localizar y aún se espera que se encuentren muchas más gracias a la exposición.

‘Maternidad’, de Rosario de Velasco Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza


La revalorización de la obra de Rosario de Velasco se ha producido recientemente y apenas se encuentra información sobre ella, salvo por el estudio del profesor Jose Luis Alcaide y la página web del nieto de la pintora, Victor Ugarte. Tal ha sido la invisibilización de su obra. “Se ha debido principalmente a su condición de mujer”, apunta Rodríguez. El caso de Adán y Eva es precisamente paradigmático de este problema porque se presentó con esta obra en 1932 a la Exposición Nacional de Bellas Artes y una crónica de la época cuenta que por unanimidad el jurado estaba dispuesto a darle la primera medalla, pero no se la entregaron porque “no había precedente” de dársela a una mujer, así que terminó recibiendo el segundo premio. “Lo que les pasó es que no se atrevieron a dársela a una mujer, ya sabes”, confirma Viudes de Velasco. En ese mismo año estuvo exponiendo también en lugares como Copenhague y Berlín, y con el dinero del segundo premio se embarcó junto a una amiga en el barco Stella Polaris y se fueron a Leningrado. Un detalle que nos da una idea de lo intrépido de su carácter.

“Tuvo mucha suerte, porque la verdad que se crio en un ambiente donde se leía mucho, su padre fue acuarelista y se empeñó en que sus hijas pintaran”, cuenta su sobrina nieta. Esto hizo que el carácter independiente de Rosario de Velasco floreciera y se convirtiera en una mujer que defendía su posición y se enfrentara con valentía a los prejuicios machistas de la época. La fuerza de su carácter se refleja en sus obras, como ocurre en la luminosa Lavanderas (1934), una de las obras de gran formato que, como señala Rodríguez “no era algo habitual en el arte de las artistas mujeres”. Un gran formato implica un gran espacio, una extensión que no se puede reducir o encasillar en el ámbito doméstico, sino que está hecho para verse en exposiciones. “También da mucha presencia a las mujeres en sus obras. Por eso es importante señalar cómo ella ocupaba ese lugar tan amplio físicamente”, señala Rodríguez. “Creo que eso aporta una perspectiva muy importante desde la mirada de una mujer artista”.

Otra de esas grandes obras por tamaño y por calidad es La Matanza de los Inocentes (1936), que realizó unos años antes de que estallase la Guerra Civil española, en la que parece predecir de alguna manera lo que va a ocurrir. “Estaba muy conectada con la realidad artística del país pero también con la atmósfera del momento”, apunta Viudes de Velasco. “Aún hay muchas cosas que no sabemos de ella, que nos quedan por investigar”, afirma su sobrina, “como digo yo: esto acaba de empezar”, concluye.

(VOGUE WOLRD)






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jueves, 6 de junio de 2024

JUNIO CON ARTE

 

Se ha acabado Chagall pero hay más exposiciones en junio en Madrid







Se ha acabado la exposición de Chagall, una de las grandes muestras de la ciudad de Madrid… Pero ya se sabe: la capital de España tiene mucha más cultura que ofrecer. Hemos elegido cuatro exposiciones que acaban de abrir sus puertas, muy diferentes entre sí pero igualmente interesantes. Muestras más desconocidas, ya sabemos que el Ecce Homo está disponible en el Museo del Prado para aquellos que buscan algo diferente. Toma nota y saca entradas: estas son las cuatro exposiciones en Madrid, disponibles en junio, a las que tienes que ir.


Exposiciones en junio en Madrid

Thyssen – Rosario de Velasco

La pintora figurativa española Rosario de Velasco (Madrid, 1904 – Barcelona, 1991) es la próxima protagonista de las exposiciones temporales en el Museo Thyssen-Bornemisza, tras la muestra con Isabel Quintanilla. Comisariada por Miguel Lusarreta y Toya Viudes de Velasco, sobrina nieta de la artista, vamos a ver un conjunto de obras que van desde los años 20 hasta los 40, del siglo XX, claro.

NOTICIA COMPLETA

MÁLAGA

 

Miradas de María Blanchard



MALAGA-Exposición María Blanchard Pintora a pesar del cubismo. 30.04.2024-29.09.2024. Museo Picasso Málaga.

Como llegó a decir Virginia Woolf, coetánea de María Blanchard, «Como mujer, no tengo patria. Como mujer, no quiero patria. Como mujer, mi patria es el mundo entero». Las mujeres de la orilla izquierda, como así se conoce a los artistas que vivieron en París en ese lado del Sena durante las primeras vanguardias, pudieron experimentar la libertad de sentirse ciudadanas del mundo, trabajando junto a los hombres en todas las disciplinas artísticas, desde la fotografía a la cinematografía, las artes escénicas, y por supuesto, la pintura.

María Blanchard (Santander, 1881-París 1932) tuvo el privilegio de ser una de las artistas de París que consiguieron escapar a las retrógradas normas que los hombres imponían a las mujeres. Sin embargo, a la larga, y como suele ser habitual, la usurpación de los privilegios masculinos acabó cobrándose un precio: el del silencio, la discriminación, y la devaloración del trabajo de las mujeres. María Blanchard no escapó a ello.

Esta exposición, organizada por el Museo Picasso Málaga, que se prolongará hasta el mes de septiembre, es un merecido homenaje a la obra de la pintora santanderina. En ella se pueden contemplar obras de todas sus etapas, a través de un interesante recorrido cronológico que abarca desde un primer momento de formación, hasta la consolidación de su particular y único estilo. Una verdadera apuesta que pone en valor su aportación a la consolidación del arte moderno, por encima de cualquier jerarquía o adscripción a un movimiento en concreto, sin olvidar que «la gran dama del cubismo», como así se la llegó a conocer, fue una de las más importantes representantes en la consolidación de este lenguaje de vanguardia, junto a Pablo Picasso y Juan Gris.

La elegancia de sus figuras femeninas, en conjunción con su sólida técnica pictórica, tiene uno de sus mejores ejemplos en La dama del abanico (1913-1916), obra inaugural de esta nueva visión. María Blanchard utiliza un tema costumbrista y español para realizar un cuadro, en el que el movimiento característico del abanico es representado mediante fragmentos que aluden a su propia construcción. Los volumétricos planos coloridos crean un interesante juego rítmico, en donde la síntesis cubista entre el fondo y la figura, es admirable.

Comparándola con Gitana (1907-1908), otra de las obras expuestas perteneciente a una etapa anterior, nos damos cuenta que la artista no ha renunciado a la tradición, sino que la ha hecho evolucionar, no solo hacia el cubismo, sino también hacia el expresionismo o el realismo mágico, como apreciamos en La española (1910-1913) o La comulgante (1914). Mujeres que parecieran pertenecer al universo lorquiano; quizás fuera esa profundización psicológica de los personajes femeninos, que más allá de los tópicos se atreven a expresar dolor y a mostrar su enclaustramiento, lo que provocó el rechazo de su obra en un Madrid conservador que vivía al margen de las nuevas corrientes artísticas internacionales.

Su relevancia era tal, que ya en 1915 fue invitada por Ramón Gómez de la Serna para participar en la exposición Los pintores íntegros, celebrada en el Salón Arte Moderno de la calle del Carmen en Madrid. Primera y provocativa exposición cubista que fue cerrada por las autoridades a los diez días de su inauguración. La incomprensión de su obra por el ambiente academicista de la misma capital que le había brindado la oportunidad de formarse para alcanzar el éxito que ahora se le negaba, así como el desencanto experimentado por las machistas y duras críticas recibidas, llevó a la joven artista a expatriarse definitivamente a París, a pesar de la oposición inicial de la familia, que pareció no entender su fuerte vocación.

María Blanchard, que sufrió el dolor físico y moral por padecer una deformación en su cuerpo, buscó representar la belleza y lo humano sensible, tal vez como un modo de dignificar su presencia en el mundo. A pesar de las burlas, a pesar de las dificultades y de la pobreza, ella fue tenaz y fiel a su instinto, viviendo y creando junto a otros grandes pintores de la época, sus amigos Diego RiveraAngelina BeloffMarie VassilieffJacques Lipchitz o Juan Gris. Era una pintora perfeccionista que llevaba un modo de vida austero, alejada del ambiente libertino de los años veinte. Su trabajo llegó a mostrarse en las más importantes galerías y exposiciones como L´Art Moderne en France donde Picasso expuso por primera vez Las señoritas de Aviñón.

Entre las ochenta y cinco obras que se exponen, procedentes de diferentes instituciones museísticas como el Centre George Pompidou, el Musée d´Art Moderne de la Ville de Paris, o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, sobresalen sus bodegones, naturalezas muertas y otras composiciones cubistas en las que se representan objetos como la poliédrica guitarra, que nos conecta con la obra de Gris, junto a los tonos fuertes de su paleta: verdes, rojos, amarillos. La presencia de personajes es llamativa en Mujer con guitarra (1916-1917) o El niño del aro (1916-1918).  Además del gran tamaño de los lienzos, impresiona la profundidad en la ejecución, la elección del color y la fragmentación de planos, que encajan con la precisión del mecanismo de un reloj. Nada es dejado al azar en el universo de Blanchard. Es un absoluto cubismo sintético.

Este fructífero intervalo cubista, muy importante en la trayectoria de Blanchard, sirvió de aprendizaje e impulso para desarrollar su proyecto personal, el cual excedía los principios ortodoxos de la vanguardia canónica. Al fin y al cabo, como sostienen algunos historiadores, el cubismo fue un momento enmarcado en un contexto peculiar, más que un movimiento estilístico. La vuelta de la pintora a la figuración desde el poscubismo, supondrá un nuevo logro artístico y la confirmación de una mirada adelantada a su tiempo.

La evolución durante los años veinte hacia una distintiva figuración se centra en la condición humana y en el mundo cotidiano femenino e infantil representado por jóvenes, ancianas, escenas domésticas con niños y mujeres trabajadoras. La bordadora (1923), o La lectora de los cabellos blancos (1922), son obras que desprenden un gran lirismo, reflejando a través de los detalles, la intimidad de los espacios femeninos, su vulnerabilidad y el poder evocador de las emociones. Ese universo callado en el que las mujeres se afanan en su labor, contrasta con la coquetería de otras jóvenes que buscan su reflejo frente al espejo, estableciéndose un juego de miradas con el espectador.

En El almuerzo (1922), obra nunca antes expuesta junto a La niña de la pulsera (1922-1923), la pintora se repliega en un espacio interior que revela una especie de mística doméstica, buscando el tema en lo humilde y sencillo. Mientras en Las dos hermanas (1921), consigue plasmar la fragilidad de las figuras a través del vínculo afectivo, en un marco que las encierra, pero que del algún modo también las significa. Son personajes que, en el espacio acotado en el que se encuentran, parecen experimentar acogimiento y melancolía a un tiempo. La Joven en la ventana (1927), metáfora del porvenir, se expone junto a su versión en pastel, siendo esta la primera vez que se muestra fuera del Reino Unido. La gran memoria visual de Blanchard le permitía realizar réplicas de algunas de sus pinturas, dado el amor que sentía hacia algunas de sus obras, de las que a menudo le costaba desprenderse.

La figura humana, que cobra el máximo protagonismo en su última etapa, se representa magníficamente en esta exposición, que toma como eje central el lienzo de La boloñesa (1922-1923), recién adquirido por el Museo Nacional del Prado. Esta pescadora, ataviada con el traje festivo característico de la región francesa de la Boulogne, revive el gusto de Blanchard por los motivos de la cultura popular, presentes en sus obras tempranas de las gitanas, y también en La bretona (1910). Si bien este paralelismo incita a establecer un diálogo, no podemos sino concluir cómo su paso por el cubismo ha dejado una indeleble huella en su plástica, tornada escultórica y próxima a Cézanne.

En el declive de su vida, y en un momento social de vuelta al orden tras el desastre de la Primera Guerra Mundial, no sorprende que la pintora busque el reflejo de la infancia como recuerdo de su propia existencia, y recupere los clásicos de la pintura, utilizando géneros de profundas raíces iconográficos como las maternidades y otros esquemas de composición heredados, como el de la clásica natividad incluyendo el niño San Juanito en El cestero (1924-1925). La asimilación de la tradición y su vuelta hacia la obra de los grandes creadores, entre ellos Velázquez, se evidencia en La cocinera (1923). No solo por el tratamiento espacial y el gesto de los personajes, sino también por cómo utiliza la luz para modelar la escena, así como por los colores tierra que conforman ahora su paleta y que rememoran la pintura clásica española.

Para finalizar, las salas del museo acogen los últimos trabajos realizados por la pintora a finales de los años veinte y muy al principio de los treinta, justo antes de morir. Como sus obras, María Blanchard se fue desdibujando, ayudándose cada vez más de la mancha de color para crear la forma. Parece ser que fue escribiendo en pequeñas cuartillas una teoría del color que hoy está perdida, como esas flores que pensó en pintar si seguía con vida.

Ella es la imaginación misma, y si bien algunas cosas se perdieron, lo que nunca perecerá es todo este legado de belleza y pasión por el arte y la vida que nos ha dejado. María Blanchard debió tener, desde tiempo atrás, una reconocida voz propia y ostentar un lugar relevante en la historiografía del arte, si un sistema dominado por una masculinidad excluyente no lo hubiera impedido. Gracias a esta iniciativa del Museo Picasso Málaga y a José Lebreros, su comisario, María Blanchard vive hoy más que nunca por lo que fue, según sus palabras, «la mejor pintora cubista y la más importante artista de la primera mitad del siglo XX».


La boloñesa (La boulonnaise) 1922-1923. Óleo sobre lienzo. 100 × 65 cm. Museo Nacional del Prado © Archivo fotográfico Museo Nacional del Prado


REAPERTURA DE UN MUSEO

 


Reabre el Museo ABC con muchos cambios y dos grandes exposiciones

Curiosidades, datos y pormenores de a villa de Madrid y de sus habitantes. Juan Esplandiú Peña. 1956.

El 2024 llegó cargado de noticias y aperturas de lo más esperadas desde el principio. Y una de ellas ha sido la reapertura del Museo ABC después de cuatro años. Fue en 2010 cuando abrió sus puertas por primera vez en la que era la sede de la primera fábrica de cerveza Mahou, en la calle Amaniel de Madrid, un edificio que había diseñado José López Salaberry. Ahora, después de cuatro años de cierre, reabre sus puertas el Museo ABC con algunos cambios. El museo vuelve a incorporarse, de nuevo, a aquellos espacios expositivos que convierten la capital en un icono de artes plásticas. ¡Sigue leyendo para descubrir los cambios y las exposiciones que guarda el museo!

Museo ABC

Una versión del antiguo Museo ABC

Entre los cambios que ha sufrido el Museo ABC podemos decir que se produce en un espacio más pequeño, debido a que la mitad de la superficie del edificio que lo albergaba en la calle Amaniel, en la zona de Conde Duque, fue cedida al Ayuntamiento de Madrid hace dos años para que pudiera trasladar allí su pequeño Centro Cultural Clara del Rey, antes situado en Palma.

Las salas expositivas de ABC ocupan las dos plantas bajo rasante; el resto de las plantas, tres, corresponden a aulas y talleres, una zona de gimnasio, una sala de usos múltiples, un auditorio y una zona para conferencias. Pero, se ha mantenido parte de la configuración original del edificio de ladrillo visto datado en 1891.

GALERÍA MARLBOROUGH

 

La galería Malborough de Madrid se despide con una exposición de Soledad Sevilla

Se mostrarán 39 obras de la artista, a la que dedicará una muestra el Museo Reina Sofía

La pintora Soledad Sevilla, Premio Velázquez de Artes Plásticas



'Soledad Sevilla. Entre dos horizontes', dedicada a la artista valenciana, será la exposición con la que la galería Marlborough echará el cierre a su sede de Madrid tras anunciar el pasado mes de abril que cerraba definitivamente en todo el mundo, después de 78 años de historia, informa Efe.

Según han informado hasta el  29 de junio esta exposición, que precede a la gran exposición que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, mostrará una treintena de nuevas obras y una instalación 'site specific' (creada para un espacio concreto), que parten del "concepto de horizonte, del signo primario de la línea y del color".

'Entre dos horizontes' incluirá obras surgen a partir de una pequeña pintura del artista valenciano Eusebio Sempere (Alicante, 1923-1985), muy presente en la vida de la artista, cuyas primeras interpretaciones se materializaron en formato reducido mediante grafito para luego expandirse a sus formatos habituales e investigar una paleta de colores diferente a la inicial.

"El resultado es un conjunto de pinturas caracterizadas por el rigor geométrico, la capacidad para la modulación tonal, la meticulosidad y el efecto atmosférico que hace emerger en ellas una luminosidad mística", explican desde la galería.

Con esta exposición de Sevilla (València, 1944), una de las principales representantes de la abstracción geométrica en España, la Malborough de Madrid cierra un ciclo de 32 años de historia del galerismo en España, que se inició en 1992 con la primera exposición, que tuvo como protagonista al pintor Francis Bacon.

La galería fundada por Frank Lloyd y Harry Fischer en 1946, con sedes en Nueva York, Londres, Madrid y Barcelona, dejará de presentar exposiciones y de representar a artistas y patrimonios en el mercado primario del arte este mes.

El inventario de la galería que representa a artistas como Jackson Pollock, Mark Rothko, o a los españoles Alfonso Albacete o Blanca Muñoz, se venderá en los próximos años.

Asimismo, este inventario se estima en más de 15.000 obras y la galería tiene previsto donar a instituciones culturales sin ánimo de lucro que apoyan a artistas contemporáneos una parte de los ingresos de la liquidación de los bienes.

LA RAZÓN