HELGA DE ALVEAR, LA MECENAS QUE EMPEZÓ CON UN ZÓBEL Y HOY AGITA CON ARTE POLÉMICO EL MERCADO ESPAÑOL
Cuenta Helga de Alvear que su padre le dijo una vez: “Si haces una cosa, que sea de la mejor forma posible”. Ella siguió su consejo y, guiada por esa mentalidad eslava, comenzó a coleccionar arte. Y no parece haberle ido mal porque hoy posee una de las mayores selecciones de piezas contemporáneas de Europa.
Su “vicio”, a los 88 años, sigue siendo comprar arte actual, el que habla del ser humano, con sus luces y sus sombras. “Me interesa porque habla de nuestro tiempo y de nosotros mismos”. Un arte a menudo comprometido, social y radical del que ha llegado a atesorar hasta 3.000 piezas con nombres de primer nivel como Olafur Eliasson, Ai Weiwei, Louise Bourgeois, Thomas Struth, Gilbert & George o Jean Dubuffet.
Vino a España para aprender el idioma con apenas 21 años y se quedó por amor, pero no precisamente a la tierra. Porque cuando llegó a finales de los años cincuenta, ella era una joven educada en la Europa libre y sufrió un shock al ver lo cerrada que era la sociedad franquista. Entonces conoció al arquitecto cordobés Jaime de Alvear y se enamoró. Aquí es donde ha formado su familia y donde ha desempeñado un papel inestimable en el desarrollo tanto del arte como del mercado contemporáneo español.
Sus inicios en este mundo fueron en 1967 junto a Juana Mordó, la mejor maestra que podía haber tenido para iniciarse en el arte contemporáneo, en pañales por aquel entonces en nuestro país. Al principio Helga no tenía ni idea de movimientos culturales actuales, pero la necesidad de ocupar su tiempo mientras su marido viajaba construyendo casas le introdujo en un mundo que le fascinó y abdujo a partes iguales. Su faceta como galerista enseguida tuvo que competir con la de coleccionista, desde que adquirió a plazos aquella primera pintura de Zóbel hace ya casi sesenta años. Su pasión es tal, que cada vez que acude a una nueva edición de ARCO, los compañeros apuestan por ver si venderá más obras de las que comprará en la feria.
Helga de Alvear en el exterior del museo que lleva su nombre en Cáceres. Fotografía: Andy Sole |
Lo mejor de esta mujer menuda y de fuerte acento alemán es que mantiene esa mentalidad europea y libre con la que se educó en Kirn. A menudo arriesga, pues no tiene miedo de apostar por obras abiertamente polémicas, algo que le ha acarreado más de un disgusto. “En Art Basel me dijeron: si vienes otra vez con estas porquerías te vamos a echar”, confesó en una ocasión. Y en España tuvo que retirar de su stand la obra titulada Presos políticos del siempre polémico Santiago Sierra en 2018. Precisamente por eso, el conjunto que ha ido conformando durante el último medio siglo –que se nutre de los mismos autores a los que representa y otros muchos más– no siempre ha sido bien entendido y probablemente esa haya sido la razón por la que le ha costado tanto encontrar sede para su museo, que finalmente estableció en Cáceres.
En 2010 comenzó siendo un modesto Centro de Artes Visuales, pero en 2021 estrenó edificio propio gracias a Tuñón Arquitectos. Tres años después, los cerca de 10.000 metros cuadrados del espacio ubicado en pleno centro de la ciudad alojan 200 obras de la coleccionista (apenas un 7% del total, por eso la idea es crear un recorrido cambiante con piezas que vayan rotando). Además, tiene capacidad para acoger exposiciones temporales como la que tiene ahora mismo sobre uno de los artistas conceptuales portugueses cuya proyección internacional más ha crecido.
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