martes, 9 de julio de 2024

MARÍA BLANCHARD

 

LA GRAN DAMA DEL ARTE A PESAR DEL CUBISMO Y DE TODO LO DEMÁS


María Blanchard (Santander, 1881 – París, 1932) fue una artista con «una habitación propia», tal como apunta José Lebrelo, comisario de la extensa retrospectiva María Blanchard. Pintora a pesar del cubismo, en el Museo Picasso Málaga, que estará abierta al público hasta el mes de septiembre.

El comisario, que también ha sido durante años el director artístico del citado museo malagueño, señala que hay varios motivos para hacer una exposición de esta envergadura sobre María Blanchard –se reúnen 90 obras de la autora cántabra– y uno de ellos tiene que ver, sin duda, con «la memoria» y la «actualización de la realidad del legado pictórico que dejó». La última muestra de gran formato que se dedicó a la artista fue hace 12 años en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía.

«La figura de María Blanchard tiene valores y cualidades muy interesantes en nuestros días. Era una mujer que nace en Santander, en una familia liberal y culta; pero se va de España muy pronto y se instala en París a partir de 1909», detalla. La artista se da cuenta, de acuerdo con el comisario, de que «si quería ser lo que ella sentía y lo que intelectualmente creía que debía ser su carrera artística, a la que estaba entregada, España no era el país para poder hacerlo».

A propósito de esa libertad en París, que atrae a artistas, intelectuales e inquietos culturales de toda Europa y también EEUU, Gertrude Stein, adinerada mecenas de Picasso o Matisse llegada a París en 1903, solía relatar que prefería vivir en el país galo porque «los franceses son dueños de su propia vida». Efectivamente, fueron aquellas bocanadas de aire fresco parisino una salvaje atracción para muchos artistas que querían encontrar su lugar en el mundo del arte. En París se vivía un ambiente moderno y vanguardista muy propicio para la evolución de una carrera artística, que era lo que buscaba María Blanchard. Allí, en esos espacios aún plagados de artistas vestidos de miseria parisina, es donde la santanderina se alinea con la élite artística del momento.

París: expatriada y sin seguir a ningún hombre




Sobre cómo era su vida en París, Lebrelo hace alusión a los conceptos expatriada y sola. Dos ideas usadas en el catálogo de la exposición por Xon de Ros, profesora de la Universidad de Oxford. «María Blanchard se va de su país, renuncia de algún modo a su familia y a la seguridad del idioma, no cuenta con muchos medios económicos y, además, no se marcha a París a acompañar a ningún otro artista masculino, algo que hoy consideraríamos machista y que, sin embargo, era usual en otras mujeres artistas de su misma época. Ella no fue pareja de ningún artista, que eran los que mandaban en esa ambiente de masculinidad. Ella siempre defiende su espacio y está dedicada a una vida parisina comprometida y centrada en el arte», apunta.

El galerista Guillermo de Osma, en una conferencia del Círculo Orellana, explicaba que María Blanchard «sufrió mucho con su físico. Tenía una joroba, una malformación genética, que le supuso una gran desventaja física y un hecho que, de alguna forma, le obligó a una vida célibe, y que fue también motivo de sorna y cuchicheos a la espalda. Sufrió, y eso es algo que se refleja en su arte. La pintura siempre fue su refugio y estaba comprometida por completo con ella». Sobre este pesar y el reflejo del mismo en sus obras, Ramón Gómez de la Serna decía que «tenía una mirada de niña, una mirada susurrante de pájaro con triste alegría»; mientras que el poeta José Bergamín recuerda su imagen «mágica y doliente».

Al llegar a París, María Blanchard se sumerge en el ambiente de Montparnasse, acudiendo a las tertulias de La Rotonde La Dome. Inmediatamente, comienza a tener relación con Juan Gris o Pablo Picasso, y se matricula en la Academia Vitti, fundada por Cesare Vitti en París, coincidiendo allí con el español modernista Hermenegildo Anglada Camarasa como profesor. «Las mujeres tenían allí su propio espacio, entraban sin problemas a trabajar en ese ambiente de taller y acudían a clase», explica Encina Villanueva, en el ciclo de Mujeres artistas en el Prado.

Allí conoce a Angelina Beloff, artista rusa y pareja de Diego Rivera que se convierte en una de sus grandes amigas, la cual se refiere a la cántabra como «una pintora de gran talento». Relata Beloff en sus memorias que simpatizaron desde el primer momento: «recuerdo que en una ocasión, incluso, en una de las torres de Notre Dame, hicimos un pacto de amistad. María sufrió un accidente cuando era niña, era contrahecha, tenía la columna vertebral desviada y tenia una joroba en la espalda. Su cabeza era admirable y sus hermosos ojos reflejaban una gran inteligencia. Su vida en París fue heróica, apenas sin dinero, sólo recibía una pequeña pensión de una beca de su ciudad natal».

Una opinión que era compartida por gran parte de sus contemporáneos. Rivera la retrata como jorobada, «alzaba apenas poco más de cuatro pies del suelo. Eso sí, por encima de su cuerpo deforme había una hermosa cabeza. Sus manos eran, también, las más bellas manos que yo jamás haya visto».

Una arriesgada pintora cubista (1913-1919)


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