Los paseos por El Retiro, la casita de Tirso de Molina o las visitas a Lhardy: el Madrid de Sorolla
El genial pintor valenciano dejó una importante impronta en la capital. El Prado, El Retiro, El Rastro y su casa, ahora museo, fueron algunos de los enclaves que nos sirven para conocer su figura
Qué une a Benito Pérez Galdós, Pío Baroja, Maruja Mallo y Joaquín Sorolla más allá de haber sido de figuras relevantes de la cultura española de las últimas décadas? El acertijo se resuelve pronto si se focaliza la mirada en José Luis Martínez-Almeida, alcalde de la capital, ya que es bajo su mandato cuando estos cuatro personajes ilustres han tomado la consideración de Hijos Adoptivos de Madrid.
Sorolla ha sido el último en llegar a esta florida lista, y lo hace justo cuando se cumplen 100 años de su fallecimiento en Cercedilla. Este artista valenciano, el pintor de la luz y del mar, pronto se estableció en el epicentro radial del país. Pasen y vean los lugares más señalados, aquellos donde Sorolla dejó su impronta. Bienvenidos, bienvenidas, al Madrid de Sorolla.
El Prado como refugio
Sus posteriores paradas por Madrid casi siempre le llevarán a recalar en el Museo del Prado. De aquel tiempo, los primeros años de la década de los 80 del siglo XIX, el Museo Sorolla de Madrid atesora varios cuadros. Ejemplo de ello son una copia de un fragmento de Las Hilanderas y del Menipo, originales de Velázquez. El artista también fijó su mirada en cuadros de Ribera y El Greco.
Los paseos de Sorolla por El Retiro
Así, hasta nuestros días han llegado Portada del Hospital de La Latina y Casería de barrios bajos madrileños, pintadas ambas en 1883, por poner varios ejemplos de las cinco obritas que se conservan. A su vez, los paseos de Sorolla por la capital le granjeaban una importante fuente de inspiración. De hecho, fue otra fuente, la Fuente de Apolo, sita en el Paseo del Prado, la que también decidió inmortalizar con su preciso trazo.
"Él se levantaba pronto y salía a pasear. Al menos, eso es lo que cuentan los compañeros que estudiaron con Sorolla en Valencia. Cuando iban a formarse a la escuela, Sorolla ya llevaba años paseando y pintando la ciudad", añade Martínez.
Las casas, los tejados
El trasiego de idas y venidas desde su querida Valencia hasta la meca del negocio del arte, Madrid, le hizo decidirse por establecerse en esta segunda ciudad a partir de 1890. "Entiende que tiene que estar en el epicentro artístico, el lugar en el que pueden surgir los encargos", comenta al respecto la especialista. Y lo hace una vez retornado de Italia, donde estudia gracias a una beca, y tras haberse casado con Clotilde García del Castillo, una de sus musas.
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El Rastro, rastreado
En realidad, Martínez trabaja junto a Sonia Taravilla en una monografía que repasará este Madrid de Sorolla y estará editada por Palacios y Museos. Taravilla es técnica de museos en el Ministerio de Cultura y experta en la historia de la capital y afirma que el artista valenciano se dejaba caer por el mítico Rastro: "Sabemos que compró una canastilla de bebé para su hija y que expusimos en el Museo Sorolla hace unos años".
Sus investigaciones para la confección del libro les han llevado a certificar que Sorolla visitó en alguna ocasión el Lhardy, el clásico pub y restaurante cercano a la Puerta del Sol que cobijó a grandes figuras artísticas de la Historia de España. "En sus epistolarios menciona que iba al café, pero no a las tertulias como tal", añade Taravilla.
Su casa, nuestro Museo
Poco a poco, el pintor fue cambiando de lugares en los que habitar. Pasó también por un estudio en el paseo de la Alhambra, en la actual zona de Chueca, curiosamente muy cerca de donde actualmente se ubica el Ministerio de Cultura. Aquello se lo alquiló a su amigo y pintor José Jiménez Aranda en 1893. Años más tarde, en el todavía llamado Paseo del Obelisco, o Paseo del General Martínez Campos, un Sorolla mucho más maduro decidió levantar su vivienda definitiva, también su estudio. Es lo que hoy conocemos como Museo Sorolla.
La conservadora de este impresionante enclave cuenta que el pintor mandó construirlo a su gusto, una vez que sabía bien lo que quería tras haber transitado por varios estudios. El edificio lo construyó Enrique María de Repullés, y "Sorolla trabaja estrechamente con él para irle indicando qué y cómo quiere las cosas", en los términos de Martínez. A finales de 1911, esa será su casa, pero no solo, pues también será su estudio.
Sorolla mandó levantar tres estancias, lo que a día de hoy son las salas del Museo visitables y dedicadas a su trabajo como pintor. "Es el típico estudio de un artista, con esas claraboyas y aperturas cenitales en el techo para que haya luz por todos los lados. Es cierto que a él le gustaba mucho pintar del natural, pero a veces tenía que usar el estudio", se explaya esta especialista. El lugar también servía para la distensión gracias a esos jardines replicados de los que Sorolla había disfrutado en Italia y Andalucía. "Y lo replica todo, también las fuentes, esculturas clásicas y la presencia de azulejos", concluye la propia Martínez.
(EL CONFIDENCIAL)
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