Nuevas galerías de arte emergen en plena pandemia
La galería Alegría abre un nuevo y espectacular espacio expositivo en l’Hospitalet
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Exposición de Humberto Poblet Bustamante en la galería Alegría |
La galería Alegría fue en su momento la más pequeña de Barcelona: una minúscula caseta color turquesa de nueve metros cuadrados en el patio interior de la antigua Fàbrica Lehmann, que Rosselló escogió porque le enamoró y por ser el local más barato que encontró en el 2011 después de buscar por toda la ciudad. Durante un tiempo lo compaginó con un segundo espacio, una portería de once metros cuadrados en la plaza de Cascorro de Madrid , y en el 2013 dejó definitivamente Barcelona en busca de nuevos horizontes para instalarse en Doctor Fourquet. De vuelta por razones personales, la nueva galería Alegría ocupa los 300 metros cuadrados de un antiguo recinto industrial (Ronda de la Vía, 7) y cuenta con dos espacios diferenciados que le permiten mantener doble programación.
La galería Alegría ocupa 300 metros cuadrados de una antigua nave industrial y cuenta con dos espacios diferenciados
En esta primera etapa, y tras acoger en noviembre un trabajo de Dionís Escorsa en el marco del festival Loop, este pasado diciembre inauguró su nueva etapa con sendas exposiciones de pintura de Humberto Poblete-Bustamante, 1+1+1+1+1+1, y Jonathan Binet , Pizza. Ambas estarán en cartel hasta el día 16. Para los próximos meses tienen programadas exposiciones de Lydia Gifford y Mateo Revillo (del 23/I al 6/III), Stefan Rinck y Xavier Mañosa (del 18/III al 1/V) y Thomas Kiesewetter y Bobby Dowler (del 13/V al 2/VII).
Patricia Cancelo en su espacio galería de Travessera de Gràcia
También en plena pandemia la pintora y escultora Patricia Cancelo acaba de abrir un nuevo espacio, mitad taller mitad galería, en el número 315 de Travessera de Gràcia, donde de momento únicamente expone su obra pero proyecta abrir en el futuro a otros creadores. “Montar una galería siempre había sido para mí una idea de futuro, pero no esperaba que sucediera de forma tan repentina”, dice. Cancelo llevaba diez meses en Irlanda, pero el confinamiento le pilló en Barcelona, adonde había viajado para visitar a su familia en Navidad. Se quedó un mes más a raíz de una exposición en la galería Silvia Sennacheribbo y ya no pudo utilizar el billete de vuelta que tenía previsto para el 14 de febrero. “Empecé a buscar locales y en julio encontré este. Pedían 950 euros, algo impensable para un artista”. Un tiempo más tarde vio que había bajado a 700 y luego cayó a 400. “Así que decidí aprovechar la oportunidad que me brindaba el virus” y que le abre un nuevo mundo todo por hacer.
TERESA SESÉ (LA VANGUARDIA)
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