Una exposición recorre, a través de 115 obras, 25 años del arte de Vik Muniz
El artista brasileño cuenta con un gran reconocimiento internacional por sus obras evocadoras y su concienciación social
La muestra del MUN es una oportunidad única para recorrer 25 años de carrera de este creador, ya que el de Pamplona será el único museo europeo en albergar esta propuesta cuyo viaje desde Estados Unidos ha sido propiciado por Gabriela Wilson, mecenas y patrona de la entidad navarra, coorganizadora de la exposición junto con la Foundation for The Exhibition of Photography (Minneápolis/Nueva York/París/Lausana) y el High Museum of Art (Atlanta).
una peripecia particular
Vik Muniz nació en una favela de Sao Paulo en 1961 y con 14 años recibió una beca para asistir a clases de dibujo y escultura en una academia. Con 20, y gracias a su habilidad traduciendo las palabras a imágenes y a que estaba convencido de las posibilidades de manipulación que estas tenían, entró a trabajar en una agencia de publicidad. Con 22 años, recibió un disparo fortuito en una pierna y con la indemnización viajó a Estados Unidos, donde se quedó a vivir, aunque nunca ha perdido la conexión con su país; es más, ahora vive a caballo entre Nueva York y Río de Janeiro. Como indicó Ignacio Miguéliz, director curatorial y de colecciones del MUN, Muniz defiende que la fotografía está en el mismo punto en el que estaba la pintura en el siglo XVIII, precisamente cuando apareció la nueva técnica, sobre todo debido al ingente tráfico actual de imágenes digitales. "Tiene claro que hoy hay que replantearse la representación de la realidad", incidió Miguéliz, aunque, en realidad, ese replanteamiento está en la base de todo el trabajo del artista brasileño, cuyas formas de expresión han ido evolucionando, pasando de obras pequeñas al gran formato, aunque siempre han estado vinculadas "a un interés por el mundo de la mente y de lo tangible, de la imagen y de lo material".
A lo largo de las 115 obras que exhibe en esta exposición, se aprecia cómo ha ido investigando diferentes formas de representación, de entre las que cabe subrayar su trabajo traduciendo obras icónicas de la historia del arte –Mona Lisa, de Da Vinci; Los borrachos, de Velázquez; Un bar aux Folies Bergére, de Manet, etcétera–, que en ningún momento considera copias. Más bien plantea en estas piezas un diálogo con el original, "al que rinde homenaje recreándolo con materiales no convencionales". Como señala Arthur Ollman, comisario de la muestra, Muniz "actualiza nuestra percepción de la imagen cambiándola. En sus obras vemos cuál es su inspiración, ya que, al contrario que otros artistas, no lo oculta, sino que lo resalta, de forma que somos conscientes de ello a simple vista". En ese sentido, y según Miguéliz, "juega con la realidad, su percepción y los materiales" y, en palabras de Ollman, también "juega con el sentido de memoria colectiva vinculado a la percepción del espectador". "Le interesa que se reconozca tanto la imagen de la obra de arte como el modo en que está hecha su traducción", y tiene claro que el público "diferencia entre ambas cosas, el icono y los materiales con los que lo ha recreado, la forma del contenido, "de tal manera que los disocia y no los percibe como un todo, alterando la materialidad de la obra de arte". Para conseguir ese efecto, es fundamental contemplar las piezas desde distintas distancias, aconsejó ayer Miguéliz. Y es que al brasileño le gusta sorprender a los observadores, lograr su atención e "implicarle en la resolución de la pieza", siempre con un sentido lúdico, no exento de ironía. Y es consciente de que cada una de sus obras tiene diferentes estratos, "y cada persona percibirá significados diferentes".
compromiso social
A la vez, Vik Muniz está "muy comprometido con el entorno que le rodea" y "cree en el poder del arte para regenerar la vida y la sociedad", apuntó Ignacio Miguéliz. De hecho, en la exposición se pueden ver algunas obras de las series Imágenes de Chatarra e Imágenes de Basura, realizadas entre 2005 y 2010 con trabajadores del vertedero Jardim Gramacho de Río de Janeiro, que no solo ejercieron de modelos, sino que también le ayudaron a crear las piezas y con los que compartió el dinero que recibió cuando estos proyectos resultaron premiados. Y en la Bienal de Venecia de 2015, instaló un gran barco de papel en el Gran Canal, forrado con recortes de periódicos con noticias de la llegada de inmigrantes a Lampedusa. Y es que "él mismo se considera un inmigrante en Estados Unidos", concluyó Miguéliz, que indicó que, por estas y otras acciones, el brasileño es embajador de buena voluntad de la Unesco.
HASTA EL 21 DE MARZO
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